HISTORIA DE CAROLINA : 1857 - 1898
Desde su fundación al cambio de soberanía
Por Luis R. Negrón Hernández
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Escudo del Municipio
de Carolina
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l 31 de enero de 1857, hace cerca de siglo y medio, la Isla de
Puerto Rico, bajo el gobernador y capitán
general don Fernando de Cotoner, conde de
la Cenia, presenció el surgimiento de un
nuevo pueblo: San Fernando de la Carolina.
Hasta entonces, el sector
de "Carolina"
era un barrio de Trujillo
Bajo, pueblo ubicado
a la otra orilla oriental
del Río Grande
de Loíza. Las tierras al
Oeste del río eran
fértiles, el vecindario
más próspero, con
ricos hacendados y extensos
cañaverales.
Por el contrario, la situación
financiera
de Trujillo Bajo languidecía,
agravada por
las continuas crecidas
del río que obstaculizaban
la comunicación y el comercio
con la Capital.
Dicho municipio, pues,
desapareció eventualmente
absorbido por el nuevo
vecindario de la Carolina.
En la fundación de la Carolina juramentó como
alcalde el ex-capitán de Infantería don Lorenzo
Vizcarrondo y Ortiz de Zárate, natural de
San Juan. Este había sido absuelto 17 años
antes por alegadamente haber participado
en el fallido conato revolucionario del 1838,
promovido por sus hermanos Andrés y Juan
Vizcarrondo.
Durante esta década del
1850, el mundo europeo,
al que estábamos unidos
por medio de España,
se estremecía con las batallas
de Magenta
y Solferino, la entrada
de las tropas francesas
en Génova contra los austríacos,
la campañas
de Napoleón III, y las
movidas políticas
de la reina Victoria de
Inglaterra.
A su vez, a mediados de ese siglo, se abrieron
nuevos horizontes de paz, arte e invención
en el continente: la firma del Tratado de
París, dicta nuevas reglas a la libertad
de los mares y neutraliza por el momento
a Rusia; Cavour afirma la unidad italiana;
finaliza la guerra de Crimea; nace el pintor
holandés Van Gogh; Darwin presenta su teoría
del origen de las especies; las ambulancias
recorren los campos de batalla portando la
Cruz Roja por Dunant; los ferrocarriles,
el telégrafo y los barcos de vapor asombran
al mundo; el convertidor del inglés Bessemer
desplaza al hierro en beneficio del acero;
con Reuter las naciones acuerdan intercambiar
noticias, mientras con la fotografía se recogían
escenas de esos acontecimientos tan dispares
y dinámicos a su vez.
Es durante este periodo
que Carolina da sus
primeros pasos como pueblo
y, al igual que
en Europa, experimenta
altibajos en lo político,
las humanidades y la economía.
EL CÓLERA MORBO
El cólera morbo que provocó unas 30 mil muertes
en todo el país aún estaba viva en la mente
del carolinense cuando se fundó el pueblo.
El hacinamiento de los agregados en bohíos
sin servicios para disponer de la basura,
contaminando con heces fecales las corrientes
de agua, contribuyó al alarmante número de
muertes. Esta clase obrera, mal pagada y
con escasos derechos, experimentaba la controversial
libreta del jornalero impuesta por don Juan
de la Pezuela, quien había forzado la mudanza
hacia los pueblos de millares de campesinos
en busca de la mano obrera para las grandes
haciendas azucareras.
El Cólera morbo o Cólera
asiática tenía como
síntomas intensos calambres
en el cuerpo
del afectado, diarreas,
vómitos y violentos
dolores intestinales. Se
extendió desde Nueva
Orleáns hasta el Caribe
y Venezuela hacia
mediados del siglo 19,
particularmente en
1855.
PERSECUCIONES POLÍTICAS
En la escena política puertorriqueña, los
destierros y las persecuciones contra los
liberales, autonomistas e independentistas
eran la norma. Uno de los tantos gobernadores
despóticos de la época fue el mismo don Fernando
Cotoner, bajo cuya gobernación se funda Carolina,
quien expulsó de la Isla a don Julián E.
Blanco, de San Juan, quien promulgaba ideales
reformistas, y a don Ramón Emeterio Betances entonces residente de Mayagüez, por sus
ideales políticos y abolicionistas.
ESCLAVITUD
Junto a Betances, el hacendado de Hormigueros
don Segundo Ruiz Belvis, protestaba públicamente contra la ignominiosa
esclavitud, aún presente en Brasil, Cuba y Puerto Rico.
A pocos años de su fundación, había en Carolina
unos 374 esclavos, 228 de estos varones y
146 hembras. Entre los propietarios de Carolina
con mayor número de esclavos sobresalen Juan
J. Machicote con 97, la familia Isaguirre
con 42, Felipe Coronado y Andino con 36,
Teodoro Chevremont con 27, José Quiñones
y Vizcarrondo con 22, Ortiz de Zárate con
20, José Mercado con 16, Lorenzo Vizcarrondo
y Mongrand con 14, Baltasar Paniagua con
13, Ignacio Arzuaga con 11 y José Suárez
con 10.
INDUSTRIA AZUCARERA
Puerto Rico era una sociedad esclavista y
azucarera. Los esclavos eran el motor humano
que movía la industria azucarera, junto a
los agregados criollos. Tan sólo en el barrio
Hoyo Mulas había 15 haciendas y 27 estancias,
que contribuyeron a la producción del azúcar
que en toda la Isla había alcanzado los 108
millones de libras, época en que Puerto Rico
produjo 11 millones de libras de café y 4
millones de tabaco. El estallido de la Guerra
Civil de los Estados Unidos en 1861 aceleró
el despegue de la industria azucarera carolinense,
aunque a su vez, el cese de esa guerra cuatro
años después contrajo el crédito y provocó
la quiebra de muchos industriales en Puerto
Rico.
A finales del siglo 19,
señala don Adolfo
de Hostos, funcionaban
dos centrales azucareras,
la "Progreso"
y la "Buena
Vista". La primera
fue fundada por José
Saldaña, propiedad de Maryan
Amstrong y los
hermanos Finlay, de 900
cuerdas y 12,000
sacos producidos. La segunda,
fundada por
Ignacio Arzuaga, era propiedad
de Sobrino
de Ezquiaga, de 1,400 cuerdas
y 37,000 sacos
de producción.
Es durante la década del 1870, que Carolina
experimenta un desarrollo urbano y económico
de gran significado por concepto de compraventa
de casas que, entre 1872 y 1873 alcanzaron
los 40,556 pesos con seis reales. Este auge
económico estuvo acompañado del surgimiento
de nuevos establecimientos y sociedades comerciales.
EDUCACIÓN
Pocos años antes de su fundación, habían sido
publicadas las primeras obras literarias
puertorriqueñas como "Aguinaldo puertorriqueño",
"Album puertorriqueño", y "El
Gíbaro". El estado, sin embargo, de
la educación pública dejaba mucho que desear.
En Carolina, no fue hasta las últimas décadas
del siglo 19 que encontramos preocupación
de las autoridades españolas por la enseñanza
escolar, especialmente en la ruralía. Hacia
1893, la asistencia era sólo de 1,056 niñas,
y el presupuesto para el año siguiente fue
de 3,104 pesos españoles. Carolina contó
posteriormente con varios periódicos como
"La Región de Oriente", "El
Obrero Bautista", "La Fusta",
"El Judío Errante", y "El
Ideal Latino".
POBLACIÓN
Hacia su fundación, la población en la Isla
también crecía significativamente alcanzando
casi el medio millón (492,121 habitantes).
En el 1860, Carolina tenía 2,421 habitantes,
unos 3,115 en el 1867 con 732 viviendas,
y una riqueza que en el 1857 sumaba 1,272
pesos españoles. A fines de siglo, la población
ascendía a 11,965 habitantes.
EXTRANJEROS
Durante los primeros tres siglos de dominio
español, la legislación ultramarina había
prohibido la inmigración masiva de personas
ajenas a la hispanidad y el catolicismo.
Así, pues, en el siglo 16 predominó la inmigración
andaluza, castellana y extremeña, seguidos
de canarios en el 17, de las Antillas menores
en el siglo 18, y catalanes, mallorquines,
valencianos, vascos, asturianos, y otra oleada
de canarios y andaluces en la centuria del
decimonono. |
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1868 : La Guerra
después de la guerra
Fernando Picó S.J.
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En el siglo 19, la corona española asumió
otra política con la liberalización de condiciones
de pases a extranjeros, particularmente a partir de la Cédula de
Gracias del 10 de agosto de 1815. Súbditos
de diversos países, especialmente franceses,
naturales de naciones amigas de España y
católicos, dispuestos a cumplir con las Leyes
de Indias que regían sobre los españoles.
La inmigración forzada de africanos continuó
hasta 1840, siendo la última jóvenes africanos
de Nigeria, Ghana y Zaire.
En Carolina, entre los años de 1870 al 1875,
época de la máxima producción de la industria
azucarera, se establecieron 48 extranjeros.
De éstos, 22 eran de Antigua, 5 de Santo
Tomás, 4 de Inglaterra, 4 de Santa Cruz,
3 súbditos de Francia, 2 de Tórtola, 2 de
Guadalupe, y el resto de Santo Domingo, Martinica,
Bermudas, Dinamarca y Portugal.
Revisando sus oficios,
estado civil y edades,
encontramos que 23 eran
labradores mayormente
de Antigua, 6 domésticas,
3 carpinteros,
2 médicos, 2 agricultores,
2 hacendados,
y el resto aparece clasificado
como jornalero,
armero, maquinista, cocinera,
ingeniero mecánico,
o albañil. En algunos casos,
como el de Federico
Bablot, soltero, de 47
años, que reside en
Carolina en el 1870 como
médico, aparece
cuatro años más tarde con
la ocupación de
labrador.
Por lo menos, 26 eran solteros, 17 casados,
y uno viudo. En 44 de los expedientes se
indica sus edades: uno caía en la categoría
de 1-9 años de edad, 4 entre 10-19 años,
19 tenían entre 20-29 años, 13 entre 30-39
años, 6 de 40-59, y uno de 60-69 años de
edad.
Entre los 48 extranjeros,
se encontraban
Genaro Picorelli, súbdito
italiano, de 31
años, casado, armero, domiciliado,
residente
en Carolina en e1 1874;
Alejandro Lafontaine,
de 15 años, soltero, doméstico,
residente
en Carolina en el 1872;
Jorge Finlay, súbdito
inglés, residente aquí
para el 1875, propuesto
para el cargo de vicecónsul
de Inglaterra
en San Juan; Pierre Charles,
súbdito francés,
de 49 años, viudo, agricultor,
residente
en el 1874, y London Walker,
de 35 años,
casado, labrador, que reside
en Carolina
en el 1874.
GUERRA HISPANOAMERICANA
Tras el hundimiento del Maine en la bahía
de La Habana en Cuba, y respondiendo a una
política expansionista, los Estados Unidos
le declaró la guerra a España en el 1898
y atacó sus colonias de Cuba, Puerto Rico
y las Filipinas. Carolina refugió a vecinos
de San Juan presos del pánico por los bombardeos
navales norteamericanos a esa ciudad.
Los carolinenses, alentados
por las tropas
españolas, excavaron trincheras
en su plaza
frente a la iglesia y alojaron
a las tropas
del general Pedro del Pino
que luego continuaron
hacia Fajardo temiendo un desembarco norteamericano por
esa zona. Finalmente, las
tropas del Norte
tomaron la Isla. La bandera
española que
por tantos años ondeó en
los edificios públicos
de Carolina daría paso
a la multiestrellada
de los Estados Unidos de
América, iniciando
una nueva etapa política
entre los carolinenses.
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