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Apuntes históricos



La explotación minera de Borinquen
en el siglo XVI


por Walter A. Cardona Bonet

(c) CopyRight - Prohibido copiar, reproducir




Taíno
extrayendo oro


UANDO PENSAMOS EN LA MINERÍA nos viene a la mente nuestra Isla como una carente de la misma, y más aún, que los yacimientos mineros que existieron se diezmaron. Bien indicó el padre José Acosta a finales del siglo de la conquista que el descubrimiento de depósitos resalta la prosperidad. Mientras la extracción sea favorable el vecindario florece, pero siendo los recursos naturales finitos, la riqueza merma y el costo operacional socava así las ganancias. El poblado, de tendencia más bien nómada como San Germán, al fin y al cabo emigró hacia nuevos horizontes.

Los principales minerales auríferos con potencial económico son de la forma de oro nativo asociado al cuarzo y la plata. De la variedad de depósitos existentes, en la Isla se reconocen los siguientes: (a) los diseminados, (b) los tipo vetas o de nacimiento (“Lode”), y (c) las concentraciones mecánicas o aluviales [Cardona 1982, p. 10-18]. De los tres tipos de depósitos, las concentraciones y el oro de nacimiento fueron los más trabajados por los españoles. El alto nivel de almacenamiento en las cercanías de los cuerpos intrusos y en los valles rociados con fragmentos desgastados, dieron por resultado cinco zonas de explotación exhaustiva durante este siglo. Son estas, la provincia minera del Toa, la Sierra de Caín, Utuado, la Sierra de Luquillo, y el Daguao.

La re-expansión española
Durante el siglo 16 nuestra Isla, llamada entonces San Juan Bautista, estuvo dividida en dos villas: San Germán y Puerto Rico, en donde los depósitos mineros de la primera eran muy limitados. Pero una vez la Casa de Fundición de San Germán comenzó a operar en abril de 1513, sus explotaciones casi equiparaban las del contrincante debido a que las zonas centrales y costa Este de Puerto Rico no eran conocidas como fuentes mineras. No es hasta después de la destrucción de la sublevación indígena en 1511, que los españoles ubicados en la Villa de Puerto Rico centralizan sus esfuerzos hacia la exploración de estos locales.

Los contratiempos en lograr establecer el poblado del Daguao a finales del 1513, retardó la conquista del oriente borincano hasta 1517. Sin embargo, a partir de 1514 se entabló una serie de ataques marítimos contra la resistencia nativa circundante; se realizan incursiones militares contra los caciques del área Este y cabalgadas en la región montañosa de Luquillo y la Cordillera Central. La enérgica campaña se extendió por varios años. Es esta movilización ofensiva la que da lugar a los descubrimientos de vetas y placeres que mantendrán a la Villa de Puerto Rico con el control del ingreso económico principal contra el cual San Germán no podrá competir, a pesar de la fluencia de minas en Utuado y el sector de Santa Marta.

La relación evidente entre la pacificación de la Isla y el descubrimiento de prospectos auríferos es reflejada en el siguiente listado:

- Costa Oeste: (1500) local exacto desconocido, expedición Vicente Yáñez Pinzón.

- Costa Norte: (1508) Manuatuabón y El Sibuco, sector de Toa. Localizados por Juan Ponce de León.


- Costa Suroeste: (1510) Ríos Duey, In, Inabón, y Horomico (¿Hoconuco?), Icau. Todos localizados en la Sierra de Caín, región San Germán-Sabana Grande. Explorados por Cristóbal de Sotomayor y sus expedicionarios.

- Costa Oeste: (1510) Río Guaorabo.
- Area Oeste medio:
(1511) Utuado, Yayuya. Area Central: (1512) Orocovis; (1513) Morovis.

- Costa Noreste: (1514) Aymamón (Loíza) y Canóvanas.

- Costa Este: (1515) Humacao y Daguao.

- Area Este central: (1516) Macanea (Caguas-Turabo); Luquillo y Yaguella (Humacao).

Recesión minera
Las mercedes destinadas a aliviar los mineros consistieron de rebajas en el tributo y la introducción de esclavos. Los favores en tributo fueron sobre el oro de nacimiento y luego se hicieron general para toda la minería. En 1520 se reduce el tributo al décimo, entre 1547 al 1554 al dozavo y entre 1558 a 1559, entra al veintena de lo extraído. Estas concesiones dieron incentivo al poblado sangermeño, pero no impidieron el descenso drásticamente notable para la sexta década. En la década de 1550, las naos del tráfico transoceánico recalaban en la isla de Puerto Rico para informarse de la presencia de enemigos, reabastecerse de agua y provisiones, y reparar daños estructurales al navío, pero hacían poco trato en ella. La situación fue tan precaria que desde agosto de 1559 hasta mayo de 1560, no se fundió oro alguno en la isla. Cinco años después, en diciembre se informa la vacante existente en la plaza de registro y escribanía de minas del país.

La inutilización del San Germán costero por parte de enemigos y el afloro de tempestades marca la recesión minera. En 1532 y 1533 las casas de particulares en Añasco sirvieron como casas de fundición y centros operativos durante el proceso de reclamación del oro. Vióse San Germán en tal apuros que a pesar de haber obtenido una Real Cédula para la reconstrucción de una Casa de Fundición oficial en 1535, la misma no se lleva a cabo por falta de una población adecuada [Tanodi, Vol. II: p.. 3-64].

Ya desde 1534 el gobernador había considerado hacer la fundición isleña una vez anual y para 1536, la misma estaba abierta todo el año. Bajo la decadencia sangermeña, la Villa de Puerto Rico se vio obligada a mantener el flujo operativo insular para sufragar los intereses de la metrópoli y gastos adquiridos. Los corsarios lograron destrozar los restos del comercio de San Germán al punto que a finales de la cuarta década ya cesa de registrarse el ingreso minero de la villa. Al verse rodeado los mares de la Isla por los enemigos de España, el grueso de mineros se excluyó aún más de sus compueblanos. El hecho de estar los operarios separados del núcleo de la villa, dio lugar a la inflación de los pocos alimentos traídos, a la inseguridad personal, y finalmente al abandono de la costa. Es así como van desapareciendo las explotaciones mineras para darle paso al proceso agrícola.

La prospección minera
En toda extracción de mineral, los pasos a seguir son cuatro: el reconocimiento, la excavación preliminar, la demarcación de la mina, y la explotación. El reconocimiento era realizado por los españoles valiéndose de cuadrillas comprendidas por indígenas o negros esclavos de posesión personal o de algún interesado. En la excavación preliminar cuando un área parecía de interés, se procedía a hacer una cata. Con los azadones y barretas se limpiaba todo lo que estuviera sobre la superficie. Luego se cavaba de ocho a diez pies y una zona relativa a lo largo y ancho ahondándose no más de dos palmos (aproximadamente 8.2 pulgadas). El material se lavaba transportando el sedimento en las bateas de servicio al medio acuoso cercano y allí se pasaba a las bateas de lavar [Herrera en Tapia, 1854, p.. 86].

La referencia a dos tipos de bateas hacen reflexionar sobre si hubo alguna diferencia en material de construcción y forma, o si sólo consistió de una diversificación en función. Las ilustraciones del tiempo indican que las bateas de lavar eran en forma semi-cónica; quizás de madera al estilo utilizado en la República Dominicana actualmente. En el Puerto Rico del siglo XIX se le conocían como gavetas y se describen como:

...una especie de plato de madera de tabonuco de unos cuarenta centímetros de diámetro y ahuecado en forma de cono con una altura de diez a doce centímetros. [Vasconi, 1879, folio 8].

Si no se encontraba mineral en ese primer hueco, se ahondaba hasta alcanzar la roca madre. De no hallarse, se busca otro lugar. De hallarse, se lavaba todo el local y si era de nacimiento, la extracción seguía su dirección. Este patrón determinaba la extensión final de la mina para ser registrada y demarcada. Las medidas de la mina fluctuaron con el tiempo en base de ordenanzas para ello. En algunos casos comprendían de entre 54 a 60 pies cuadrados. Establecida la operación, otros mineros podrían reclamar minas en los alrededores del hallazgo.

Nuevas vetas mineras y metales
En julio 19, 1538 los oficiales de la isla informan a su majestad el descubrimiento de veneros de plomo del que sale alguna plata. Los oficiales carentes de personal diestro en este tipo de fundición escriben en marzo 29 de 1539 pidiendo el envío de quiénes sepan fundirlos. Ya en 1541 se hace saber el poco rendimiento de estas minas y el abandono de ellas. Es interesante relucir aquí que durante el transcurso de esta investigación aparece por primera vez la referencia al puerto de Guayama como punto de llegada de navíos en el año 1538. ¿Es acaso probable que el hallazgo del mineral argentífero esté ligado a ello? Más aún, cuando en la isla se conocen varios sitios de esta naturaleza y de éstos, los del barrio Carmen en Guayama, barrio Cordillera en Ciales, y barrio Cercadillo en Cayey contienen algún nivel de plomo con plata. Cualquiera de estos yacimientos (de haber sido explotados) caerían dentro del patrón histórico de esta época, o sea, la búsqueda en los interiores ásperos de la Isla.

Vemos como el oro no desaparece, sino que el costo operativo causa la merma en la explotación. La memoria hecha por Juan de Melgarejo en 1582 resalta, por ejemplo, el potencial existente en el suelo boricua. Múltiples cédulas reales motivando el hallazgo y rastreo del azogue como elemento de gran importancia para la extracción y procesamiento de la plata de las Américas fueron la orden del día durante la década de 1580. Es esta búsqueda la que resulta en el descubrimiento de una mina parecida a las de azogue en territorio sangermeño en 1587. Refiere el entonces gobernador al rey en carta del 10 de julio de 1587:

Algunos días que tengo notizia que quando se descubrieron las minas desta ysla se dizian que avia metal parezido con el que se hallava en las minas de azogue - yo enbie a mandar a mi theniente de la villa de Salamanca que hiziese dar catas y pusiese mucha diligencia para hallar esta mina--- y llego a esta ciudad y me truxo la muestra de azogue que con esta ynbio a Vuestra Magestad en la qual ba treze leguas de la mar y puerto en una quebrada por donde biene un arroyo de poca agua que parte del verano esta seco se hallo esta mina y se saco el azogue que ynbio en esta manera cabando en el dicho arroyo como dos palmos y tomando la tierra en una bazia y labado con agua como quien laba oro salio el azogue que ynbio y pareze tiene oro rrebuelto y como zien pasos mas arriba labaron otras bazias y sacaron unos ranos de oro y que assi mismo inbio...
[AGI, Indiferente General 1887].

Las vasijas del tipo “peruleras” llenas de las muestras fueron enviadas a España en un par de navíos que no llegaron a su destino, pues uno de los buques naufragó y el otro fue capturado por los ingleses. Al año siguiente el gobernador informa este hecho y promete remitir más muestras. No se sabe si estas llegaron a su destino, porque existía entonces en los mares europeos un alto número de corsarios ingleses que capturaban gran cantidad de buques españoles.

Extrayendo oro en los ríos Las constantes referencias a la grandeza minera del país a través de los siglos indican la existencia de más yacimientos prometedores. Como prueba del potencial todavía existente, se encuentran las operaciones del siglo XIX. En un principio fueron escasas, pero a partir de las noticias de la Fiebre del oro norteamericana en 1849, se tornan de interés. En 1850 se entablaron varias operaciones en el pueblo minero de Mameyes, en Río Grande, donde se extraían hasta dos libras diarias de oro nativo. Y más reciente la intentona de explotación masiva de oro y cobre en los terrenos de los pueblos de Adjuntas, Utuado en 1996-1997 así lo confirman.

Nuestro país posee riquezas mineras, lo que sí hay que poner en juicio es si el desarrollo de la industria minera amerita la destrucción de nuestras preciadas maravillas naturales. Mientras menos se desarrolle más valor escénico tendrá la adorada Borinquén.

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BIBLIOGRAFÍA:

Centro de Investigaciones Históricas (CIH), Recinto Universitario de Río Pidras. "Carta del gobernador de Puerto Rico a su magestad", fechada 10 de julio de 1587. Disponible en: Archivo General de Indias (AGI), Indiferente General 1187, Expediente 61, Ramo 47.

Vasconi, Angel. “Memoria Minera de la Ysla de Puerto Rico, 1879”. En el Archivo General de Puerto Rico (AGPR). Fondo: Obras Públicas, Serie Propiedad Pública, Caja num. 321. Documento num. 209. 37 p.

Tanodi, Aurelio Z. Documentos de la Real Hacienda de Puerto Rico, Volumen 1. (Buenos Aires, Argentina: Editorial Nova, 1971).

Tanodi, Aurelio Z. Documentos de la Real Hacienda de Puerto Rico, Volumen 2 (1510-1524), inédito. En CIH.

Cardona Bonet, Walter A. “Final Report for Economic Geology on Silver and Gold Deposits; with a special section on the Puerto Rican occurrences of such metals.” Department of Geology report for Mineralogy, May 14, 1982. 28 pgs.

Cardona Bonet, Walter A. “Explotación Minera de Boriquén Durante el Siglo XVI.” En: Compendio del Décimo Simposio de Recursos Naturales, (San Juan, Puerto Rico: DRN, 1983), p. 93-113.

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