La presencia taína en Isla de Mona
Por Walter A. Cardona Bonet
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La tragedia demográfica de los taínos en
Puerto Rico
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La isla de Mona se encuentra a unos 73.6 km.
de la costa oeste
de Puerto Rico. Cubre
un
área de 14,043 cuerdas.
Entre sus playas,
se destacan Sardinera
y
Pájaros. Algunas
de sus cuevas se
extienden
por varios kilómetros
y en varias de ellas
se observan petroglifos
taínos.
A mediados del siglo
19 se desarrolló
en
la Isla de Mona una
actividad minera
para
extraer fosfato,
que se extendió hasta
principios
del siglo 20.
Entre su exótica fauna, que incluye especies
acuáticas, tortugas marinas, insectos y aves,
sobresale la iguana de gran tamaño.
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A ISLA DE MONA queda casi en medio del Canal que lleva
su nombre, localizado entre
la República
Dominicana y Puerto Rico,
más próximo a la
primera que a nuestra Isla
por su lado occidental.
Los restos arqueológicos
indígenas hasta
ahora identificados en
la isla de Mona han
sido interpretados por
los antropólogos e
historiadores como el resultado
de una base
o punto de enlace compartido
por los grupos
aruacos de la región oriental
de la República
Dominicana con los existentes
en la zona
occidental de la Isla de
Puerto Rico. Los
estudios arqueológicos
de los años 1930,
los de fines de la década
del 1970 y los
iniciados a principios
de los ochenta, no
nos han señalado sino un
puñado de yacimientos
cerámicos y la existencia
de por lo menos
un residuo pre-cerámico.
Sea como puente de culturas anexas o como punto de recalada de navegación,
la faceta histórica de
la isla de Mona registra
un pequeño núcleo de habitantes
indígenas
en 1494. En septiembre
de ese año, el Almirante
don Cristóbal Colón fue auxiliado por ellos cuando sufrió un
colapso físico próximo
a la Mona en ruta
a las islas Caribes.
A principios del siglo
XX, el historiador
Cayetano Coll y Toste pretendió
mistificar
esa base indígena con la
mención de un supuesto
cacicazgo, administrado
por "Amoná",
con el mero propósito de
resaltar la importancia
histórico-cultural del
elemento indígena
y español en la vida del
borincano durante
esos años difíciles de
penetración norteamericana.
No empece a ello, el análisis
de las fuentes
documentales españolas
nos ha confirmado
que los indios destacados
en la Mona en esos
primeros años de historia
escrita formaban
una serie de villorrios
o pequeños poblados
que parecen confirmarse
de modo arqueológico.
La primera explotación del elemento indígena de la Isla surgió después de 1502 cuando
fray Nicolás de Ovando
trajo desde España
sobre dos mil hombres que
causaron la devastación
de las fuentes alimenticias
de los poblados
aruacos de la República
Dominicana. Para
minimizar la dependencia
de los lentos envíos
alimenticios provenientes
de España y las
Islas Canarias, fue necesario
establecer
bases de sembradíos y zonas
de abasto inmediatos
en los islotes y cayos
dentro de las rutas
navegables del período
como lo fueron las
islas de Santa Cruz (actualmente
Saint Croix),
San Juan de Boriquén (Puerto
Rico), Mona,
Saona y Catalina.
Con las intensas campañas militares en la
región oriental del Higüey
de la actual República
Dominicana, al militar
Juan Ponce de León
se le adjudicó el control
y desarrollo de
los núcleos de aprovisionamientos
necesarios
en los cayos e islotes
del Canal de la Mona.
La isla de Mona, cuyos
residentes mantenían
estrechas relaciones con
el distrito del
Higüey en territorio dominicano,
pasó a ser
una de ellas.
Sin embargo, el crecimiento de ese primer poblado nace al tiempo de la conquista y colonización
de la Isla de San Juan
Bautista de Boriquén
--nuestro Puerto Rico--
entre 1506 al 1508.
Los restos primordiales de este asentamiento parecen
ser los descritos por el
arqueólogo Irving Rouse en la década del 1930 como localizados en
la extensión central del
sector de Sardinera,
costa oeste de la isla
de Mona. Cuando Juan
Ponce de León impulsa su
empresa de conquista
y colonización de Puerto
Rico en agosto de
1508, éste ha de abastecerse
en la Mona de
pan cazabe y ropas hechas
de algodón. Un
año después, con el debido
permiso del gobernador
Ovando, Ponce de León envió
por más cazabe,
batatas y otros productos
de la Mona. Para
este tiempo sabemos que
la pequeña colonia
indígena había sido reforzada
por un grupo
de hasta ochenta indios
expresamente colocados
allí por los esfuerzos
del conquistador Juan
Ponce de León.
Con la llegada de don Diego
Colón como Virrey
de las Indias en 1509,
se estableció un conflicto
de poder entre éste y el
monarca de España.
La isla de Mona sufrió
diversos altercados
en esta encrucijada dado
a la importancia
económica que adquirieron
sus cultivos y
elaboraciones. La rica
producción incluía
el pan taíno, la pesca,
maíz, tórtolas, tortugas,
melones, hamacas y ropa.
Su exportación había
alcanzado grandes proporciones
comerciales
sirviendo de sustento para
las diversas expediciones
colonizadoras al Centro
y Sur América; en
las operaciones mineras
del Toa, Luquillo,
Utuado y San Germán en
Borinquen; y en las
armadas despachadas a buscar
esclavos a las
Antillas Menores y Sur
América.
El rey Fernando de España, quien había tardíamente tratado de adjudicarse
la isla de Mona para sus
indios encomendados
en Borinquen en 1511, no
tuvo más opción
que ver fortalecer la misma.
Como incentivo
para asegurar su productividad
se le concedió
un mayor número de indios
a don Bartolomé
Colón, tío del Virrey don Diego Colón. Con
la muerte de Bartolomé
Colón en 1514, el
rey Fernando [ilustración
a la derecha] volvió
a insistir en la toma de
la Mona como hacienda
personal para así sustentar
los indios que
tenía en la isla de San
Juan, pero no fue
hasta finales del año 1514
o principios del
1515 que la isla pasó a
su poder.
Los indios destacados en
Mona gozaban de
la merced de ser solamente
dedicados al cultivo,
pesca y fabricación de
hamacas y ropa evitando
así sucumbir bajo la ardua
tarea de la extracción
minera. De igual manera
no pagaban tributos
al Estado sobre la producción
isleña fomentándose
así la agricultura y las
destrezas manuales.
Para esta época los indios
empleados en la
Mona habían sido reforzados
por indígenas
de una multitud de culturas;
siendo algunos
oriundos de la Isla, otros
de las Antillas
Menores, Las Bahamas, Puerto
Rico, y La Española.
En 1516 Fernando muere, tomando posesión provisional de la isla
el Cardenal Cisneros hasta
ser encomendada
a Francisco de Barrionuevo
en 1519, sujeto
que venía administrándola
desde 1513. Barrionuevo
tomó posesión de la isla
en 1520 encomendándosele
la indoctrinación cristiana
de los indígenas,
la conservación e industrialización
allí
existente, y el pago de
diezmos a la iglesia
y al rey sobre la producción.
Le sirvieron
de mayordomos o capataces
los señores: Alonso
de Barrientos, Antonio
del Espinal y Alonso
Pérez Roldán.
En 1524 el obispo de Puerto Rico don Alonso
Manso, interesado en acaparar
la mayor cantidad
de fuentes de ingreso en
la Isla, procedió
a formular cargos contra
diversos oficiales
reales, hacendados y encomenderos.
A Francisco
de Barrionuevo le trató
de confiscar su valiosa
encomienda de la isla de
Mona. En la causa
presentada por Pedro Sánchez
de Valtierra
en nombre del obispo Manso
[ver ilustración
a la derecha], se pedía
el pago de diezmos
y primicias del pan cazabe
y otras cosas
provenientes de la Mona
que al parecer no
habían sido remitidas.
Todavía para la década
del 1530 el caso se ventilaba
en las cortes
españolas mientras que
Barrionuevo se había
trasladado a Sur América.
Sabemos por fuentes
documentales que para el
1537 la población
indígena de la isla de
Mona había diezmado
considerablemente a causa
de la excesiva
explotación de los mismos.
Es posible que,
siendo la isla de Mona
y la costa Oeste de
Puerto Rico trampolines
de emigración ilegal
para los españoles rumbo
a las conquistas
del Sur y Centro América
desde inicios de
la década del 1530, muchos
de los indígenas
fueran ilícitamente confiscados
y exportados.
La decadencia irreversible de los indios de
la Mona había comenzado. A manos de las injusticias
españolas habían sucumbido
muchos y otros
pasaron a ser la propiedad
de invasores no
hispanos que empezaron a asolar los parajes costeros
de Puerto Rico y La Española en 1522. No
solamente atacaron las naves españolas [a la derecha: réplica de nave española del
siglo 15] que atravesaban el Canal de la Mona sino
que visitaron a su antojo a la Mona abasteciéndose
de las cosechas indígenas, atemorizando los
pocos españoles que residían y supervisaban
las operaciones agrícolas, y hasta hundiendo
buques y secuestrando indios. En 1543, el
último de los españoles salió de la isla
ahuyentado por los ataques y por el desaliento
económico creado por las nuevas leyes que
le daban la libertad al indígena. Con el
abandono de supervisión, los enemigos de
España obtuvieron de los indios la información
necesaria para mejorar sus oportunidades
de apresar buques y además huir de las fuerzas
navales españolas despachadas en su búsqueda.
- Continúa en la p. 2
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