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POEMAS DE JULIA DE BURGOS
Yo fui mi ruta,
Te quiero,
Canción amarga
y Poema para mi muerte
Lea: Biografía de Julia de Burgos
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O MISMA FUI MI RUTA
Yo quise ser como los hombres quisieron que
yo fuese:
un intento de vida;
un juego al escondite
con mi ser.
Pero yo estaba hecha
de presentes,
y mis pies planos
sobre la tierra promisora
no resistían caminar
hacia atrás,
y seguían adelante,
adelante,
burlando las cenizas
para alcanzar el
beso
de los senderos nuevos.
A cada paso adelantado
en mi ruta hacia
el
frente
rasgaba mis espaldas
el aleteo desesperado
de los troncos viejos.
Pero la rama estaba
desprendida para
siempre,
y a cada nuevo azote
la mirada mía
se separaba más y
más y más de los
lejanos
horizontes aprendidos:
y mi rostro iba tomando
la expresión que
le venía de adentro,
la expresión definida
que asomaba un sentimiento
de liberación íntima;
un sentimiento que
surgía
del equilibrio sostenido
entre mi vida
y la verdad del beso
de los senderos nuevos.
Ya definido mi rumbo
en el presente,
me sentí brote de
todos los suelos
de la
tierra,
de los suelos sin
historia,
de los suelos sin
porvenir,
del suelo siempre
suelo sin orillas
de todos los hombres
y de todas las épocas.
Y fui toda en mí
como fue en mí la
vida...
Yo quise ser como
los hombres quisieron
que
yo fuese:
un intento de vida;
un juego al escondite
con mi ser.
Pero yo estaba hecha
de presentes,
cuando ya los heraldos
me anunciaban
en el regio desfile
de los troncos viejos
se me torció el deseo
de seguir a los hombres,
y el homenaje se
quedó esperándome.
TE QUIERO
e Quiero
Te quiero... y me mueves el tiempo de mi vida sin horas.
Te quiero en los
arroyos pálidos que
viajan
en la noche,
y no termina nunca
de conducir estrellas
a la mar.
Te quiero en aquella
mañana
desprendida del vuelo
de los siglos que
huyó
su nave
blanca hasta el agua
sin ondas donde nadaban
tristes,
tu voz y mi canción.
Te quiero en el dolor
sin llanto que tanta
noche
ha recogido el sueño
en le cielo invertido
en mis pupilas
para mirarte cósmica,
en la voz socavada
de mi ruido de
siglos derrumbándose.
Te quiero (grito
de noche blanca)
en el insomnio
reflexivo
de donde ha vuelto
en pájaros mi espíritu.
Te quiero... Mi amor
se escapa leve de
expresiones
y rutas,
y va rompiendo sombras
y alcanzando tu imagen
desde el punto inocente
donde soy yerba y
trino.
CANCIÓN AMARGA
ada turba mi ser, pero estoy triste.
Algo lento de sombra
me golpea,
aunque casi detrás
de esta agonía,
he tenido en mi mano
las estrellas.
Debe ser la caricia
de lo inútil,
la tristeza sin fin
de ser poeta,
de cantar y cantar,
sin que se rompa
la tragedia sin par
de la existencia.
Ser y no querer ser
es la divisa,
la batalla que agota
toda espera,
encontrarse, ya el
alma moribunda,
que en el mísero
cuerpo quedan fuerzas.
¡Perdóname, oh amor,
si no te nombro!
Fuera de tu canción
soy ala seca.
La muerte y yo dormimos
juntamente...
Cantarte a tí, tan
sólo, me despierta.
POEMA PARA MI MUERTE
nte un anhelo
morir conmigo misma,
abandonada y sola,
en la más densa roca
de una isla desierta.
En el instante un
ansia suprema de
claveles,
y en el paisaje un
trágico horizonte
de piedra.
Mis ojos todos llenos
de sepulcros de astro,
y mi pasión, tendida,
agotada, dispersa.
Mis dedos como niños,
viendo perder la
nube
y mi razón poblada
de sábanas inmensas.
Mis pálidos afectos
retornando al silencio
-¡hasta el amor,
hermano derretido
en mi
senda!-
Mi nombre destorciéndose,
amarillo en las
ramas,
y mis manos, crispándose
para darme a las
yerbas.
Incorporarme el último,
el integral minuto,
y ofrecerme a los
campos con limpieza
de
estrella
doblar luego la hoja
de mi carne sencilla,
y bajar sin sonrisa,
ni testigo a la inercia.
Que nadie me profane
la muerte con sollozos,
ni me arropen por
siempre con inocente
tierra;
que en el libre momento
me dejen libremente
disponer de la única
libertad del planeta.
¡Con qué fiera alegría
comenzarán mis huesos
a buscar ventanitas
por la carne morena
y yo, dándome, dándome,
feroz y libremente
ala intemperie y
sola rompiéndome
cadenas!
¿Quién podrá detenerme
con ensueños inútiles
cuando mi alma comience
a cumplir su tarea,
haciendo de mis sueños
un amasijo fértil
para el frágil gusano
que tocará a mi puerta?.
Cada vez más pequeña
mi pequeñez rendida,
cada instante más
grande y más simple
la
entrega;
mi pecho quizás ruede
a iniciar un capullo,
acaso irán mis labios
a nutrir azucenas.
¿Cómo habré de llamarme
cuando sólo me quede
recordarme, en la
roca de una isla
desierta?
Un clavel interpuesto
entre el viento y
mi
sombra,
hijo mío y de la
muerte, me llamará
poeta.
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Biografía de Julia de Burgos
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