UNA VIDA AZAROSA DE REVOLUCIONARIO
Por Haydée E. Reichard de Cancio,
Ph.D.
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Lares
ació Clodomiro Euclides Abril en el año de 1844. Fue bautizado en la Catedral de San Juan
de Puerto Rico.
Cuando apenas tenía un año de
edad, sus padres
se trasladaron a la ciudad de
Mayagüez, donde
Clodomiro cursó sus primeros
estudios y los
superiores, mas la falta de recursos
económicos
los obligó mudarse al pueblo
de Añasco, donde
ingresó en la escribanía de su
tío Manuel
María Arroyo, Escribano de aquella
población.
Hasta la edad de los diecisiete estuvo a la sombra de su bondadoso tío Manuel,
hasta que una historia de amor lo obligó
a salir de la población. Conocido ya por
su honradez y labororiosidad, fue solicitado
desde Yauco por don Isidro Arroyo, brillante
Notario de aquella localidad. Clodomiro era
de temperamento bohemio y hacía amistades
con gran facilidad.
Trabajó tres años y movido por ciertas ingratitudes
que defraudaron las risueñas
esperanzas de
un joven abandonó el puesto
y, contra la
voluntad de su tío, se
trasladó a San Sebastián
del Pepino. |
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Allí se fue a vivir a casa de su otra tía Lola Arroyo, casada con don Genaro López,
notario y escribano del pueblo.
Apenas contaba veinte años el biografiado,
cuando las hirvientes pasiones
de la política
comenzaron a desencadenarse
en el corazón
de los "buenos puertorriqueños",
y sintiendo los impulsos
de la rebeldía,
creyó oportuno fijar su
residencia en el
Pepino por su proximidad
a Lares. Clodomiro determinó aceptar una plaza de
Escribiente que el escribano
don Milton Melitos
Benejam le ofrecía a su
hermano Osvaldo.
Fue convenido entre los
dos hermanos que
fuera Clodomiro por ser
mayor quien ocuparía
la plaza.
Poco después se lanzó al campo de la revolución que secretamente se fomentaba en la Isla,
y que había de estallar en aquella bélicas
montañas.
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Julio Osvaldo Abril,
alcalde Aguadilla y hermano
de don Clodomiro |
Sin faltar jamás a sus deberes de oficinista,
luchaba sin tregua en pueblo,
montes y callaos
hasta que llegó la hora citada
en que un
grupo de valientes dio el grito
de ¡Libertad!
Comprendiendo como todo hombre de honor y magnánimo corazón, que la causa puertorriqueña
le imponía el sagrado deber de luchar hasta
agotar el último recurso, combatió sin descanso
a luz, sol y bajo el claro de la luna, burlando
al ejército español y, cuando ya un buen
número de insurrectos incluyendo los cabecillas
compañeros habían caído en poder del enemigo,
se internó en las montañas. |
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Iglesia parroquial de Lares
cuando la revolución |
Clodomiro hizo la jornada en ocho días a
pie, casi siempre de noche, alimentándose
de agua de coco y frutas. Las
autoridades
habían dado órdenes de que fuera
entregado
vivo o muerto. Llegó a casa de
su compadre
a las tres de la madrugada, para
seguir hasta
Ponce, de donde pensaba fugarse
a Venezuela.
Al llegar a casa de su compadre Juan Rosas le pidió un café prieto, para
tonificar sus nervios ateridos, y mientras
se le preparaba la taza del café solicitado,
Rosas enviaba clandestinamente un expreso
a los españoles delatando al célebre cabecilla.
Las tropas españolas no tardaron media hora
en ponerle lo grilletes y a caballo lo llevaron
al cuartel de Ponce, donde estaban detenidos
los demás revolucionarios.
A los cuatro o cinco días hubo un Concejo
de Guerra. Todos recibieron
sentencia de
muerte.
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Betances |
Desde su celda contemplaban el cadalso; con la despreocupación propia de sus años
mozos bromeaban sobre la próxima muerte.
Don José Julián Acosta, conmovido ante la inminente tragedia, consultó
con el Señor Obispo y le pidió que intercediera
ante el Gobernador. El Obispo sugirió que
fuesen doce señoras de la sociedad de San
Juan, enlutadas, a ver al Gobernador. Entre
ellas acudió Rosa Abril, tía carnal de Clodomiro.
El Gobernador accedió a tramitar la pena
a cadena perpetua. Los presos iban ser trasladados
a La Habana, Cuba. A bordo recibieron un
trato horrible y a menudo eran amenazados
con ser arrojados al mar.
La nave no obstante cambió de rumbo hacia Cádiz. Los presos fueron conducidos
a la cárcel. Allí estaba recluido Castelar,
quien pidió le permitieran ver a los cubanos
y puertorriqueños. Éstos pasaron a la prisión
de Castelar, quien pronunció un elocuente
discurso y estrechándoles las manos les dijo:
"antes de tres días estaremos afuera,
por que la República será
un triunfo".
Y al efecto, antes de veintiséis
horas, el
nuevo gobierno español
decretaba una amnistía
para los presos políticos.
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Emilio Castelar
y Ripoll |
Mandaba entonces la Marina en Cádiz el Brigadier
don Arcadio Calderón, casado
con doña Adela
Abril, tía carnal de Clodomiro
y cúpole a
este prestigioso hombre la satisfacción
de
alojar y retener a su sobrino
por dos meses
en su hogar.
Sus tíos le aconsejaron que abandonase su exaltadas ideas políticas.
Si embargo, se fugó en un barco de velas
con un grupo y llegó a la ciudad de Nueva
York, donde se puso a las órdenes de la Junta
Revolucionaria. Poco después, entró prontamente
en la manigua cubana. Fue entonces aconsejado
por los doctores José Francisco Basora y
Ramón Emeterio Betances de que se deslumbraba la pacificación de
la Isla. De Cuba, Clodomiro se
fue a Curazao
y de allí a la isla de Santo
Domingo.
El 3 de mayo de 1873 contrajo matrimonio
católico con la distinguida
dama, de la población
oriental de Higüey, doña
Lola Tranquille
de Velasco, quien pertenecía
a una familia
rica emigrada de Cuba.
Por tres años, don
Clodomiro se dedicó al
negocio de ganado
en la Provincia del Cibao,
muriendo en el
año 1877.
Dejó en descendencia a la escritora y periodista puertorriqueña Asunción Abril
y Tranquille, que escribió bajo el seudónimo
de Judith. Ésta se casó en Aguadilla con el violinista
Manuel López.. Murió hace
muchos años pero
quiso compartir con amigos
y familiares estas
experiencias que hoy doy
a la luz pública.
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"Judith"
Asunción Abril,
hija de Clodomiro
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* Recomendamos: Puerto Rico's Revolt for Independence: El
Grito de Lares.
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