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Pbro. Rufo Manuel Fernández
El Padre Rufo: 1793-1855
por Sotero Figueroa
Obra: Ensayo biográfico,
Establecimiento Topográfico
El Vapor, Ponce,
1888
- (Centro de Investigaciones Históricas)
del Recinto universitario de Río Piedras,
U.P.R., tel. (787) 764-0000: *Documentos
disponibles en el CIH.
- Manuscritos del Padre Rufo Manuel Fernández.
(Ver descripción "Documentación sobre
Puerto Rico en la Biblioteca del Congreso"
por Thomas Mathews, pp. 127-128). Biblioteca
del Congreso (Washington).
- Documentos sobre Román
Baldorioty de Castro,
Partido Autonomista Puertorriqueño;
Rufo
Manuel Fernández.
- Méndez Torres, Luis,
La primera generación
puertorriqueña, el Padre
Rufo y sus grandes
discípulos. (1981), 320
pp.
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Padre Rufo Manuel Fernández
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ACIÓ ALLÁ POR LOS AÑOS de 1792 á 93, en la época de los horrores
de la revolución francesa, que había acabado
con los "reyes de derecho divino",
asentando sobre sólidas bases los derechos
individuales.
Sus padres fueron el doctor
don Andrés Fernández,
Abogado distinguido, y
doña Francisca Xavier
Carballido, naturales y
vecinos de Santiago
de Galicia.
Estudiaba tranquila y pacíficamente en la Universidad de Santiago,
cuando la invasión francesa, conmoviendo
á toda España, puso á prueba el heroismo
patrio, y le ofreció la primera ocasión de
manifestar que latía en su pecho un corazón
noble y entusiasta, corriendo, como casi
todos los jóvenes de aquella generación,
a empuñar las armas para defender la integridad
y la honra nacional.
Una certificación expedida en 1815, y suscrita
por don Bernardo González,
nos hace saber
el hecho del siguiente
modo:
El año de 1809, á tiempo que el expresado don Bernardo
González era coronel del regimiento de Rivero,
y Gobernador de la plaza de Tuy, se le presentó
el Bachiller D. Manuel María Rufo Fernández
Carballido (También con este nombre era conocido el inolvidable
Padre Rufo) excursante de Leyes, expresándole:
que como no había sido admitido en el Cuerpo
de Cadetes
de la Real Universidad
de Santiago, á causa
de su corta
talla, le pidió se
le admitiese en clase
de alférez agregado
á dicho regimiento.
Que aceptó su petición
y aprovechó sus
virtudes patrióticas,
celo y prudencia en
varias comisiones,
principalmente en
la instrucción de reclutas,
hasta 1810 en
que se privó con
desconsuelo de su asistencia,
por no haber
conseguido la Real
aprobación del nombramiento
de Alférez
agregado, y que juzgaba
que por sus méritos
debía
abonársele un curso
en la Universidad. |
Pero nuestro don Rufo, libre del servicio militar, no continuó
la carrera de Abogado, en que tanto se distinguió
su padre, sino que tomó otros rumbos, aficionándose
á las ciencias naturales y teológicas.
En 1812, hizo oposición y ganó todos los
ejercicios á las becas sacadas á concurso
en el Colegio Mayor de Fonseca, en Santiago.
En 1814, días 26, 27 y 28 de Mayo, en las funciones
con que, el Claustro Universitario de Santiago
celebró la restitución de Fernando VII al
trono de sus mayores, el entonces Bachiller
don Rufo fué uno de los alumnos que más se
distinguieron en los ejercicios intelectuales
y otros festejos públicos.
En Octubre de 1814 ya había recibido las primeras
órdenes, pues en dicho año, y en su calidad
de Diácono, hizo oposición y aprobó los ejercicios
que tuvieron lugar para proveer los curatos
vacantes de Lugo.
Por fin en 1816 selló irrevocablemente su vocación religiosa.
En dicho año lo ordenó Presbítero el Arzobispo
de Santiago don Rafael Muzquiz de Aldunate.
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Sotero Figueroa
1863, San Juan 1923, La Habana
Poeta, biógrafo, periodista, tipógrafo. Aprendiz
cuando joven en la imprenta de José Julián
Acosta. Se estableció en Ponce, donde se
destacó por su cultura y patriotismo. Mantuvo
su imprenta en Ponce durante los compontes.
Exiliado en N.Y. dirigió el periódico "Patria"
cuando José Martí marchó a la manigua. Miembro
destacado de la Sección de Puerto Rico en
el Partido Revolucionario Cubano.
De él José Martí elogió:
"la unidad de
pensamiento, la investigación
laboriosa, la forma
elegante, el indómito
y ardiente periodismo".
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Investido de las sagradas órdenes continuó
sus estudios eclesiásticos. Esto hizo que
en 1818 recibiese los grados de Licenciado
y Doctor en la Facultad de Filosofía y al
siguiente, ó sea en 1819, iguales grados
en la Facultad de Teología.
En el período de 1818 á 1823, regentó en la Universidad de Santiago,
con general aplauso, las Cátedras de Lógica,
Metafísica y, sobre todo, las de Física-Química,
por cuya ciencia tuvo siempre particular
entusiasmo.
Durante los años de 1820
á 23 se dió á conocer
también como amigo de las
ideas liberales,
en el desempeño de la Cátedra
creada para
explicar la Constitución.
Caro debía pagar el Padre
Rufo su noble empeño
por la enseñanza de aquellas
ideas, y así,
á la caída de aquel régimen
expansivo en
1823, sufrió persecuciones
sin cuento, que
aceptó con toda la entereza
de su carácter
sufrido al par que levantado.
Patio del antiguo Seminario Conciliar San
Ildefonso en el viejo San Juan, institución
docente en la que estudiaron los que serían
próceres y puertorriqueños ilustres durante
el decimonono,
uno de cuyos profesores fue el padre Rufo.
En el centro del patio había un aljibe. A
los dados estaban las aulas de los pupilos.
En la década de los 1950-60 fue dado a las
hermanas dominicas de N.Y. dirigido por sister
Edmund para su colegio Santo Tomás de Aquino.
Posteriormente, fue casa del Centro de Estudios
Avanzados de P.R. y el Caribe presidido inicialmente
por don Ricardo Alegría. Luego, sin el interés
del Gobierno que pudo hacer del edificio
un Museo de próceres, pasó sin embargo a
manos privadas.
No queremos prescindir de dar á conocer estas persecuciones, cuando
ha llegado á nuestras manos,
junto con muchos
de Ios preciosos datos
que damos á conocer,
una relación de las tristes
vicisitudes porque
atravesara el virtuoso
Sacerdote que tanto
bien hizo á la instrucción
en Puerto-Rico.
Dicha relación está copiada
exáctamente de
la que de su puño y letra
escribió el Padre
Rufo en la Capital de esta
Isla el 1° de
Enero de 1837.
La copiamos íntegra, porque
es un documento
muy poco conocido, y que
deben recordar siempre
los buenos portorriqueños
como estímulo,
como voz de aliento en
los días de infortunio.
Dice así:
Relación, en caso necesario, jurada, de las vicisitudes
porque ha atravesado
el Doctor don Rufo Manuel
Fernández,
Catedrático que ha
sido de Física experimental
en la
Universidad de Galicia,
y actualmente Canónigo
decano de
la Capital de Puerto-Rico:
En el año de 1823
fuí expulsado, sin la menor
formación de
causa, de la Universidad
de Santiago, privado
de unto activo
y pasivo, y suspenso
de la enseñanza, en
que siempre he
merecido un no pequeño
concepto, especiálmente
en la Física
experimental, para
cuyo desempeño me habían
honoríficamente
designado el Claustro
y la opinión pública,
como es fácil
averiguar.
Después de haberme ocultado algún tiempo, evadiéndome
en el campo del furor
de los realistas de
montaña, y en
Santiago de los denominados
apaleadores,
de poca duración
al fin, marché secretamente
á la Coruña,
donde se gozaba
más expansión; pero
al momento fuí obligado,
como se hace
con los criminales,
á comparecer ante el
encargado de
aquella policía,
todos los días de mi permanencia
en aquel
punto.
No habiendo podido
allí lograr otro pasaporte
que para
Santiago, regresé
á esta ciudad, confiando
además en las
proclamas de amnistía
del general Morillo
á favor de los
patriotas que no
hubiesen causado daño á
tercero. Mis
esperanzas, no obstante
fueron ilusorias,
porque no tardé
en ser detenido y
conducido, á la hora más
pública, entre
dos alguaciles, desde
la Casa Consistorial
al Palacio Episcopal,
ante la presencia
de los Provisores-Gobernadores,
Sede
vacante, y enviado
desde allí, bajo la custodia
de un Notario
eclesiástico, á la
cárcel de este nombre,
recibiendo en el
tránsito muy groseros
insultos de la turba
realista apostada,
según parece, al
intento.
A las 48 horas de este arresto, en el cual se me habían
recojido todos mis
documentos eclesiásticos,
reduciéndome
así á la última nulidad
posible, fuí confinado,
sin poder
predicar, ni confesar,
ni oficiar, al estrecho
convento de
Hesben, tres leguas
distantes de la ciudad,
y el mismo que
había tenido la honra
de custodiar al respetable
Muñoz Torrero,
que se le llamó con
justo nombre la virtud
personificada.
Don Diego Francisco
Muñoz Torrero sabio Rector
de la
Universidad de Salamanca
á fines del siglo
pasado y
célebre Diputado
en las Constituyentes de
Cádiz, es una
de las figuras más
grandes y venerables de
la España
moderna. En 1829
murió en su prisión, en
Portugal, víctima
de los malos tratamientos
que le infiriera
el General miguelista
Tellez Jordán. Fué
Muñoz Torrero noble víctima
de la libertad.
El hecho más grande
y notably de su villa,
es haber sido el
primer Diputado que
tomó la palabra, el 24
de Setiembre de
1810, día en que
se reunieron las Cortes
en la Isla de León,
para presentar las
seis proposiciones que
fijaron el plan de
conducta de los liberales
v encausaron las
reformas.
Todos estos acontecimientos y los que siguen, cayeron sobre
mí sin la menor forma
de proceso, causa ú
otro medio forense,
siquiera fuese por
lo que se llama cubrir
el expediente, ó
por
circunstancia honorífica
y atendible.
En virtud del famoso
Decreto de Fernando
VII en 1824,
conocido eon el nombre
de indulto, me fué
permitido salir
del Convento, si
bien con prohibición de
residir en la ciudad
de Santiago y seis
leguas en su circunferencia
retirado entonces
á la villa de Cambados,
y puesto bajo el
celo y vigilancia
de las
Autoridades, me consagré
á la enseñanza privada,
hasta que
á últimos del año
de 1825, fuí precipitadamente
expulsado de
allí por el Inspector
de Policía, y con orden
expresa de
internación á diez
leguas de la Costa.
Aplacada ya esta persecución, pasé en 1827 á establecerme
en la Coruña á instancias
de muchos padres
de familia, é
invitado también
por el mismo Gobernador
Rueda para plantear
allí un Colegio de
educación, á cuyo efecto
había cedido una
de
sus causas un acreditado
vecino establecido
en el comercio,
y para desempeñar
también una asignatura
de Física y Química,
en dos piezas que
el Real Consulado dispuso
y franqueó á este
fin en su mismo edificio.
Dos meses habían
llevado todos estos preparativos,
cuando
al tocar la realización
de tan loables é
inocentes empresas,
una orden violenta
del ex-general Guía me
hizo salir de aquella
ciudad en el término
de tres días, exacerbando
así la condición
de un hombre pacífico
por naturaleza, por
religión y por ideas,
que jamás ha pensado
sino en ser útil á su
patria, aunque por
diferentes medios:
en las épocas de libertad,
aprovechando
cuantas ocasiones
se me han presentado para
defender y
generalizar los sanos
y evangélicos principios
en que se apoya;
y en las de absolutismo,
con la ciega obediencia
en una mano,
sin provocar el menor
desorden, y con mi
propiedad literaria
en la otra; ocupado
en los cortos espacios
de tranquilidad que
se me permitía gozar,
en el continuo ejercicio
de la enseñanza,
tan variado á veces,
que mi habitación se
convertía en un
pequeño Museo.
En resumen, debo contar entre mis mayores padecimientos,
la suspensión continuada
por nueve años de
mis derechos
como Doctor en dos
Facultades; como Maestro
público no poco
acreditado, y como
Eclesiástico, todo sin
formación de causa;
la muerte casi simultánea
de mis padres,
víctimas de sus
trabajos y de los
míos; los perjuicios pecuniarios;
las enormes
deudas, que hay cuatro
años que estoy pagando,
y otros
pormenores que, como
todo lo ya referido,
son bien públicos
y notorios en Santiago
y Coruña, y entre
familias ilustres
y
conocidas de la Corte,
en la cual he servido
desde el año de
1830, hasta que en
el de 32 conseguí mi actual
colocación
aunque sin haber
sido purificado, ni aún
haberlo pretendido
jamás. (Continúa en la p. 2)
San Juan de Puerto-Rico, 1° de Enero de 1837.
-Dr. Rufo Manuel
Fernández.
--- Hay una rúbrica.
Es copia fiel, José
J. Acosta. |
Pase a la p. 2, final
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