Por Guillaume Coppier
Traducción del francés: Manuel Cárdenas Ruiz
Tomado del Capítulo X
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Historie et voyage des Indes Occidentales
et de plusieurs autres regions maritimes
et eslignees
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NOTA INTRODUCTORIA: Guillaume Coppier fue el único de los cronistas
franceses durante la colonización
de las
Antillas que no perteneció
a alguna orden
religiosa.
En 1626, cuando contaba
sólo 20 años de edad,
y sin imaginarse la ruda
travesía y ardua
vida que le esperaba, se
embarcó hacia el
Caribe antillano en el
importante puerto
francés de El Havre en
la desembocadura del
Sena.
Como muchos otros europeos
en busca de aventura
y riqueza, el joven de
Lyon se desempeñó
como peón, contratado por
tres años con los
colonos franceses. Ante
la falta y renuencia
de la mano de obra indígena,
el peso de la
explotación agrícola de
las colonias francesas
recayó en estos contratados
y los esclavos
africanos. La paga era
de 300 libras de tabaco
al final de los 36 meses,
pero en su mayoría
acababan endeudados y explotados
de por vida,
empeorando su situación
al ser sustituidos
por la fuerza de trabajo
esclava.
Cumplida su deuda en la
isla de San Cristóbal
en las siembras de tabaco,
Guillaume Coppier
regresó a su ciudad, sin
alcanzar su sueño.
No obstante, aparentemente
tampoco su estancia
en Francia le fue bien,
y regresó a las Antillas
en 1646, un año después
de publicar su obra
"Historie et voyage des Indes Occidentales
et de plusieurs autres regions maritimes
et eslignees".
Como cronista, Coppier (que murió en su ciudad
natal en 1674, a los 68 años) nos presenta
al indígena desde el punto de vista superior
del europeo de la época de la conquista.
Su descripción de lo que observó entre los
"indios" Caribes que vivían en
las islas ocupadas por los franceses ciertamente
nos es de gran interés.
Veamos algunos de sus apuntes:
"ABRÉIS QUE TODOS LOS SALVAJES, JÓVENES Y VIEJOS, hecha excepción de las niñas y las mujeres
se reúnen -no encontrándose entre ellos caso
parecido- en una isla escogida, vecina al
lugar donde deben desembarcar para guerrear,
a donde llegados jamás dan batalla sino en
la mañana, al alba, o a la caída del sol;
no usan más que la sorpresa, asediando y
rodeando la casa comunal y las casas particulares,
las cuales por no estar cubiertas más que
con cañas hojas de baliris o latanero, como
pretendo harles ver en el capítulo siguiente,
hacen caer sobre ellas una infinidad de flechas
liadas con algodón azufrado, disparándolas
de pico de una manera tan hábil y diestra,
como si fuesen lanzadas al aire, dándoles
tan buena trayectoria que caen directamente
sobre los techos, y sus flechas al chocar
con éstos se inflaman y prenden fuego que
ahuman a que en ellas se encuentren, como
zorros en sus madrigueras, y de esta manera
les obligan a salir y enfrentarse a lo imprevisto.
Ahora bien, es durante el período de tiempo
indicado que conversan
ampliamente de sus
guerras pasadas y recuerdan
de la pérdida
o muerte de alguno de los
suyos a los que
lloran amargamente. No
encuentro muy a propósito
el llorar la muerte una
persona, ya que las
lágrimas que se derraman
por el difunto es
un testimonio de que se
le considera miserable
o convertido en nada. No
obstante, estos
misántropos, se hacen el
propósito absoluto
de vengarlos, ayudados
por el cemí (que es
nombre de su falsa divinidad)
que es un ídolo,
una pequeña estatua de
madera en forma de
simio. Los son tan religiosos
de su culto,
e incluso tan exactos,
que no comerán ninguna
cosa si antes no hubieren
puesto de ella
en la Chachonna que es un cuis o calabaza, en forma de plato,
el cual no sirve más que
al ídolo mencionado.
El cemí es un Demonio,
que les atormenta
de noche, lo que a veces
he oído, cuando
le han faltado al no haberle
ofrecido y sacrificado
de lo que puedan haber
bebido, comido engullido,
aunque el dicho ídolo no
come; y aún cuando
ellos lo hacen ávidamente,
incluso como devoradores,
durante ese tiempo, no
faltan a tal cumplimiento.
Foto: cemí.
Algunos de ellos van a la caza de los lagartos, y otros a voltear la tortuga, lo que ocurre
cuando ésta pone sus huevos o pare; a este
efecto recorren las playas embarcados en
sus canoas y piraguas; después de lo cual,
llegado el tiempo de su partida, en venir
a los cautivos, que puedan tener de las siguientes
naciones: franceses, españoles, irlandeses,
ingleses, galos y escoceses, flamencos, negros
o peruanos [arawacos], que son las únicas
naciones que navegan en estas regiones, a
cuyos cautivos les representan la muerte
de los suyos, que tuvo lugar cuando aquéllos
fueron tomados, lo cual deploran en extremo,
siendo muy celosos de la conservación de
sus vidas, no arriesgándola jamás más que
por deseo y sugestión del mencionado cemí,
quien les promete y asegura los despojos
de sus enemigos y adversarios, los cuales
sin embargo, no consisten más que en las
mencionadas chachonnas, bagatelas y otras cosas menudas, que creerán
ya poseer sin que les cueste nada, pues si
creyeran perder la menor cosa de las suyas,
jamás harían la guerra; sin embargo, su falsa
divinidad, no requiere de ellos más que una
pronta derrota, para tenerlos cuanto antes
bajo su dominio, si es que Dios no tiene
misericordia de ellos, quienes han mamado
la idolatría con la leche; son no obstante
de fácil conversión, y están como estaban
los gentiles en otros tiempos, faltos de
haber sido instruidos.
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Familia de origen Caribe (kalinago), residentes
en su mayoría
en la isla de Dominica.
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Realizado todo lo anterior, viene uno de los
suyos, quien por la espalda
del cautivo,
y teniendo entre sus manos
una de sus mazas,
antes mencionadas, le asesta
un golpe en
el cuello, matándolo de
esta manera; y al mismo tiempo lo parten
en pedazos y
trozos que tiran sobre
el boccan, que es una especie de parrilla compuesta
de varios palos, sobre
unas pequeñas horcas
de madera, elevados dos
pies sobre la tierra.
Asadas dichas partes, son inmediatamente
distribuidas y devoradas
por estos antropófagos;
después de lo cual,
a la noche siguiente,
no faltan de embarcarse
en sus canoas, o
piraguas, tomando
como ruta la estrella del
norte, y aun cuando
no tienen brújula alguna,
sagita o astrolabio,
ni nada que sirva para
medir la altura del
sol, no por ello cesan
de navegar, tomando
su ruta por el curso
de algunas estrellas,
de la cual no he podido
tener conocimiento,
a pesar de haberla estudiado.
Ilustración: dibujo antiguo sobre Caribes
carnívoros.
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Entonces llevan consigo a sus mujeres y niños, con los grandes artefactos y aparatos
de guerra, los cuales consisten
en grandes
cestos, todos llenos de
flechas, y de frutos
venenosos para emponzoñarlas;
además de los
cattollys, una especie de balas o cestas, llenos de
casave, que es su pan,
del que os hablaré
en un capítulo entero;
allí meten también,
envueltos en hojas, gran
cantidad de víveres
que especificaré aquí después,
por no poder
detenerme ahora, así como
sus bebidas; he
ahí un resumen de sus embarques
que he conocido
bien por haberlo visto
practicar; sin embargo,
estoy descontento con el
discurso, por no
haber podido encontrar
los términos apropiados
para hacerlo claro.
Sin embargo, siguiendo todavía con el tema,
os diré, señores, que a la vuelta de este
vin, estos salvajes, para hacer notar su valor
y hazañas, más bien diabólicas y del todo
frenéticas, ya que nada tienen de marciales,
se marcan y escarifican sus caras, brazos,
pechos y muslos a navajazos, de lo cual hacen
toda su gloria y ornamento, de igual manera
que los moros. Y para la pronta curación
de las incisiones se untan con las mencionadas
gomas aromáticas, que mezclan a estos efectos,
quedándoles las cicatrices toda su vida,
lo que entre ellos se considera una gloria
indecible."
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Ilustración: mapa de 1594 de las Antillas.
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Los kali'ña (antiguamente llamados Galibis o Caribes) son una etnia amerindia. Se dividen en
diferentes tribus o grupos autónomos en las
Guayanas, Venezuela y Brasil; comparten algunas
tradiciones y lengua y solían vivir una vida
nómada. En Venezuela, protegidos por la Constitución,
en las escuelas de las regiones de los kali'ña
se imparte la enseñanza y las materias en
la lengua kariña. Esta foto fue tomada en
el Jardin d'acclimatation de París en 1892.
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