DIOS “¡HACE FIESTA!” CUANDO LO BUSCAMOS EN
LA CONFESIÓN, DICE EL PAPA FRANCISCO
Con la iniciativa penitencial y el llamado
del Papa a las “24 horas con el Señor”, para
que nos acerquemos al sacramento de la reconciliación
y de la Adoración Eucarística, el Papa Francisco
se confesó en la Basílica de San Pedro.
Mensaje del Papa
Francisco para la
Cuaresma
2014:
Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza
Cuaresma 2014: mensaje del Papa en pdf |
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Ciudad del Vaticano, marzo 2014.
ermanos y hermanas:
En el período de la Cuaresma la Iglesia, en nombre de Dios, renueva el
llamamiento a la conversión. Es la llamada a cambiar de vida. Convertirse
no es cuestión de un momento o de un período
del año, es un empeño que dura toda la vida.
¿Quién de entre nosotros puede presumir que
no es pecador? Nadie. Todos lo sabemos.
Escribe el apóstol Juan: “Si decimos: ‘No
tenemos pecado’, nos engañamos y la verdad
no está en nosotros. Si reconocemos nuestros
pecados, fiel y justo es él para perdonarnos
los pecados y purificarnos de toda injusticia”
(1 Jn 1, 8-9). Es lo que sucede también en
esta celebración y en toda esta jornada penitencial.
La Palabra de Dios que hemos escuchado nos
introduce en dos elementos esenciales de
la vida cristiana. |
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"...Jesús nos espera. Recibamos misericordia,
y demos misericordia.
¡Salgamos a su encuentro!
¡Y celebraremos la
Pascua en la alegría de
Dios!". |
El primero: Revestirnos del hombre nuevo. El hombre nuevo, “creado según Dios”, nace
en el Bautismo, donde se recibe la vida misma
de Dios, que nos hace sus hijos y nos incorpora
a Cristo y a la Iglesia. Esta vida nueva
permite ver la realidad con ojos diversos,
sin estar distraídos por las cosas que no
cuentan y no pueden durar por mucho tiempo,
de las cosas que terminan con el tiempo.
Por esta razón estamos
llamados a abandonar
los comportamientos del
pecado y fijar la
mirada en lo esencial.
Fijar la mirada en
lo esencial de la vida.
“El hombre vale más
por lo que es que por lo
que tiene” (Gaudium
et spes, 35). Fijar la
mirada sobre la realidad
esencial del hombre. He
aquí la diferencia
entre la vida deformada
por el pecado y aquella
iluminada por la gracia.
Del corazón del hombre renovado según Dios provienen los comportamientos
buenos: hablar siempre con la verdad y evitar
toda mentira; no robar, sino más bien compartir
cuanto se posee con los demás, especialmente
con quien tiene necesidad; no ceder a la
ira, al rencor y a la venganza, sino ser
mansos, magnánimos y dispuestos al perdón;
no caer en la maledicencia que arruina la
buena fama de las personas, sino mirar mayormente
el lado positivo de cada uno. Y esto es revestirse
del hombre nuevo, con estas actitudes nuevas. |
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El segundo elemento: Permanecer
en el amor.
El amor de Jesucristo dura
para siempre,
jamás tendrá fin, porque
es la vida misma
de Dios. Este amor vence
el pecado y da la
fuerza para volver a levantarse
y recomenzar,
porque con el perdón el
corazón se renueva
y rejuvenece. Todos lo
sabemos:
Nuestro Padre jamás se
cansa de amar y sus
ojos no se amodorran al
mirar el camino de
casa, para ver si el hijo
que se fue y se
ha perdido regresa.
Ayuda a tus hermanos hambrientos através
de Catholic Relief Services o Food for the Poor.
Podemos hablar de la esperanza de Dios: nuestro Padre nos espera siempre. No sólo
nos deja la puerta abierta: nos espera. Él
está involucrado en esto, esperar a los hijos.
Y este Padre no se cansa ni siquiera de amar
al otro hijo que, aun permaneciendo siempre
en casa con él, sin embargo no es partícipe
de su misericordia, de su compasión.
Dios no sólo está en el
origen del amor,
sino que en Jesucristo
nos llama a imitar
su mismo de amar: “Como
yo los he amado,
así ámense también ustedes
los unos a los
otros”. En la medida en
que los cristianos
viven este amor, se convierten
en el mundo
en discípulos creíbles
de Cristo. El amor
no puede soportar permanecer
encerrado en
sí mismo. Por su misma
naturaleza es abierto,
se difunde y es fecundo,
genera siempre nuevo
amor.
Queridos hermanos y hermanas,
después de
esta celebración, muchos
de ustedes se harán
misioneros para proponer
a otros la experiencia
de la reconciliación con
Dios. “24 horas
por el Señor” es la iniciativa
a la que han
adherido tantas diócesis
en todas partes
del mundo. A cuantos encontrarán,
podrán
comunicar la alegría de
recibir el perdón
del Padre y de volver a
encontrar la amistad
plena con Él. Y díganles
que nuestro Padre
nos espera, nuestro Padre
nos perdona, y
es más: ¡Hace fiesta!
Si tú vienes con toda tu vida, con tantos pecados, Él en lugar de reprocharte,
hace fiesta. Esto es nuestro Padre, y esto
lo tienen que decir ustedes, decirlo a mucha
gente, hoy. Quien experimenta la misericordia
divina, se siente impulsado a hacerse artífice
de misericordia entre los últimos y los pobres.
En estos “hermanos más pequeños” Jesús nos
espera. Recibamos misericordia, y demos misericordia.
¡Salgamos a su encuentro! ¡Y celebraremos
la Pascua en la alegría de Dios!
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La Biblia Católica
para Jóvenes
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No olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería
válido un despojo sin esta dimensión penitencial.
Desconfío de la limosna que no cuesta y no
duele.
EL PAPA SE CONFIESA CADA
15 DÍAS. TODOS SOMOS
PECADORES
"Hoy quiero hablar del perdón de los pecados, que forma parte de la ‘potestad de las
llaves’ que Jesús
dio a sus apóstoles”, dijo
el papa Francisco
ante miles de fieles, provenientes
de distintas partes
del mundo, que llenaban
la Plaza de San Pedro.
“Antes que nada debemos recordar que el protagonista
del perdón de los pecados es el Espíritu
Santo... ¡Él es el protagonista! En su primera
aparición a los apóstoles, en el Cenáculo,
Jesús resucitado hizo el gesto de soplar
sobre ellos diciendo: |
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“Reciban el Espíritu Santo; a quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes
se los retengan, les quedan retenidos”. Jesús,
transfigurado en su cuerpo, es el hombre
nuevo, que ofrece los dones pascuales fruto
de su muerte y resurrección. ¿Cuáles son
estos dones? La paz, la alegría, el perdón
de los pecados, la misión; pero sobre todo
da el Espíritu Santo que es la fuente de
todo esto. Del Espíritu Santo vienen todos
estos dones. El soplo de Jesús, acompañado
por las palabras con las que comunica el
Espíritu, indica la transmisión de la vida,
la vida nueva regenerada por el perdón”.
“Pero antes de hacer este gesto de soplar
y dar el Espíritu, Jesús muestra sus llagas,
en las manos y en el costado: estas heridas
representan el precio de nuestra salvación.
El Espíritu Santo nos trae el perdón de Dios
‘pasando a través’ de las llagas de Jesús.
Estas llagas que Él quiso conservar, incluso
en este momento en el Cielo, Él le hace ver
al Padre las llagas con las que nos ha rescatado.
Por la fuerza de estas llagas nuestros pecados
son perdonados, así Jesús dio su vida por
nuestra paz, por nuestra alegría, por la
gracia de nuestra alma, por el perdón de
nuestros pecados y ¡esto es muy bello! Mirar
a Jesús de esta manera”.
“Y llegamos al segundo elemento: Jesús da a los apóstoles el poder de perdonar
los pecados ¿Cómo es esto? Es un poco difícil
de entender que un hombre pueda perdonar
los pecados. Jesús da el poder. La Iglesia
es depositaria del poder de las llaves. De
abrir o cerrar, de perdonar. Dios perdona
a todos los hombres en su soberana misericordia,
pero Él mismo ha querido que todos los que
pertenezcan a Cristo y a su Iglesia, reciban
el perdón mediante los ministros de la comunidad.
A través del ministerio apostólico, la misericordia
de Dios me alcanza, mis culpas son perdonadas
y se me da la alegría. De este modo, Jesús
nos llama a vivir la reconciliación también
en la dimensión eclesial, comunitaria. Y
esto es muy bello. La Iglesia, que es santa
y a la vez necesitada de penitencia, acompaña
nuestro camino de conversión para toda la
vida”. |
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“La Iglesia no es dueña del poder de las
llaves, no es dueña, sino que es sierva del
ministerio de la misericordia y se alegra
de todas las veces que puede ofrecer este
don divino. Muchas personas hoy no entienden
la dimensión eclesial del perdón, porque
domina siempre el individualismo, el subjetivismo,
y también nosotros los cristianos nos resentimos.
Cierto, Dios perdona a todos los pecadores
arrepentidos, personalmente, pero el cristiano
está vinculado a Cristo, y Cristo está unido
a la Iglesia. Para nosotros los cristianos
hay otro don además, y también una obligación
más: pasar humildemente a través del ministerio
eclesial. Y esto debemos valorarlo, es un
don, también es una cura, una protección
y también la seguridad de que Dios me ha
perdonado”.
“Yo voy al hermano sacerdote y digo: padre, he hecho esto; y él dice: “Yo te
perdono y Dios te perdona”, y yo estoy seguro
en este momento de que Dios me perdonó. ¡Esto
es bello! Esto es tener la seguridad de lo
que nosotros decimos siempre: Que Dios nos
perdona siempre. No se cansa de perdonar.
Nosotros no debemos cansarnos de ir a pedir
perdón. “Pero Padre, a mí me da vergüenza
ir a decir mis pecados…”. Mira, nuestras
madres, nuestras abuelas decían que es “mejor
rojo una vez que mil amarillo”. Te pones
rojo una vez, te perdonan los pecados y…
¡adelante!”.
“Finalmente, un último punto: el sacerdote,
instrumento para el perdón de los pecados.
El perdón de Dios que se nos da en la Iglesia
nos es transmitido por medio del ministerio
de un hermano nuestro, el sacerdote; un hombre,
que como nosotros necesita misericordia,
se convierte verdaderamente en instrumento
de misericordia, dándonos el amor sin límites
de Dios Padre. También los sacerdotes deben
confesarse, también los obispos, todos somos
pecadores. También el Papa se confiesa cada quince días, porque el Papa también es un pecador. El
confesor escucha lo que le digo, me aconseja
y me perdona. Todos necesitamos este perdón”. |
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“A veces encontrás a alguno que prefiere confesarse directamente con Dios… Sí, como
decía antes: Dios te escucha siempre, pero
en el sacramento de la Reconciliación manda
a un hermano a traerte el perdón, la seguridad
del perdón en nombre de la Iglesia”.
“El servicio que el sacerdote presta como
ministro, de parte de Dios, para perdonar
los pecados es muy delicado, es un servicio
muy delicado y exige que su corazón esté
en paz, que el sacerdote tenga el corazón
en paz, que no maltrate a los fieles, sino
que sea humilde, benévolo y misericordioso;
que sepa sembrar esperanza en los corazones
y, sobre todo, sea consciente de que el hermano
o la hermana que se acerca al sacramento
de la Reconciliación busca el perdón y lo
hace como se acercaban tantas personas a
Jesús para que los curara. El sacerdote que
no tenga esta disposición de espíritu es
mejor que, hasta que se corrija, no administre
este Sacramento. Los fieles penitentes tienen
el deber, ¡no! Tienen el derecho, todos tenemos
el derecho de encontrar en los sacerdotes
servidores del perdón de Dios”.
“Queridos hermanos, como miembros de la Iglesia, ¿somos conscientes de este don que nos
ofrece Dios mismo? ¿Sentimos la alegría de
este cuidado, de esta atención materna que
la Iglesia tiene hacia nosotros? ¿Sabemos
valorarla con sencillez y asiduidad?
No olvidemos que Dios no se cansa nunca de
perdonarnos; mediante el ministerio del sacerdote,
nos abraza en un nuevo abrazo que nos regenera
y nos permite volvernos a levantar y volver
a retomar de nuevo el camino. Porque esta
es nuestra vida, levantarnos y retomar el
camino”, concluyó el Pontífice.
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