MENSAJE DEL PAPA PARA LA CUARESMA:
EL VALOR Y SENTIDO DEL
AYUNO
"...Queridos hermanos y hermanas, bien mirado,
el ayuno tiene como último
fin ayudarnos
a cada uno de nosotros,
como escribía el
Siervo de Dios el Papa
Juan Pablo II, a donarse
totalmente a Dios. Que
en cada familia y
comunidad cristiana, por
tanto, se aproveche
la Cuaresma para alejar
todo lo que distrae
el espíritu y para intensificar
lo que alimenta
el alma y la abre al amor
de Dios y del prójimo."
- Benedicto XVI
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"...la tradición bíblica cristiana confiere un
gran valor: la oración,
el ayuno y la limosna,
para disponernos
a celebrar mejor la Pascua
y, de este modo,
experimentar el poder de
Dios que, como escucharemos
en la Vigilia
pascual, "ahuyenta
los pecados, lava
las culpas, devuelve
la inocencia a los caídos,
la alegría a los
tristes, expulsa el odio,
trae la concordia,
doblega a los poderosos."
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VATICANO, FEB 2009 (VIS).
l Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma
2009 lleva por título un
versículo del Evangelio
de San Mateo: "Jesús, después
de hacer
un ayuno de cuarenta días
y cuarenta noches,
al fin sintió hambre".
"Al comenzar la Cuaresma, un tiempo que constituye un camino de preparación
espiritual más intenso, la Liturgia nos vuelve
a proponer tres prácticas penitenciales a
las que la tradición bíblica cristiana confiere
un gran valor: la oración, el ayuno y la
limosna, para disponernos a celebrar mejor
la Pascua y, de este modo, experimentar el
poder de Dios que, como escucharemos en la
Vigilia pascual, "ahuyenta los pecados,
lava las culpas, devuelve la inocencia a
los caídos, la alegría a los tristes, expulsa
el odio, trae la concordia, doblega a los
poderosos".
"En mi tradicional
Mensaje cuaresmal,
este año deseo detenerme
a reflexionar especialmente
sobre el valor y el sentido
del ayuno. En
efecto, la Cuaresma nos
recuerda los cuarenta
días de ayuno que el Señor
vivió en el desierto
antes de emprender su misión
pública. Leemos
en el Evangelio: "Jesús
fue llevado
por el Espíritu al desierto
para ser tentado
por el diablo. Y después
de hacer un ayuno
durante cuarenta días y
cuarenta noches,
al fin sintió hambre".
Al igual que
Moisés antes de recibir
las Tablas de la
Ley, o que Elías antes
de encontrar al Señor
en el monte Horeb, Jesús
orando y ayunando
se preparó a su misión,
cuyo inicio fue un
duro enfrentamiento con
el tentador.
"Podemos preguntarnos qué valor y qué sentido tiene para nosotros, los cristianos, privarnos
de algo que en sí mismo sería bueno y útil
para nuestro sustento. Las Sagradas Escrituras
y toda la tradición cristiana enseñan que
el ayuno es una gran ayuda para evitar el
pecado y todo lo que induce a él. Por esto,
en la historia de la salvación encontramos
en más de una ocasión la invitación a ayunar.
Ya en las primeras páginas de la Sagrada
Escritura el Señor impone al hombre que se
abstenga de consumir el fruto prohibido:
"De cualquier árbol del jardín puedes
comer, mas del árbol de la ciencia del bien
y del mal no comerás, porque el día que comieres
de él, morirás sin remedio". Comentando
la orden divina, San Basilio observa que
"el ayuno ya existía en el paraíso",
y "la primera orden en este sentido
fue dada a Adán". Por lo tanto, concluye:
"El 'no debes comer' es, pues, la ley
del ayuno y de la abstinencia".
"Puesto que el pecado y sus consecuencias
nos oprimen a todos,
el ayuno se nos ofrece
como un medio para
recuperar la amistad con
el Señor. Es lo que
hizo Esdras antes de
su viaje de vuelta
desde el exilio a la Tierra
Prometida, invitando
al pueblo reunido a
ayunar "para humillarnos
-dijo- delante
de nuestro Dios".
El Todopoderoso escuchó
su oración y aseguró
su favor y su protección.
Lo mismo hicieron
los habitantes de Nínive
que, sensibles al
llamamiento de Jonás a
que se arrepintieran,
proclamaron, como testimonio
de su sinceridad,
un ayuno diciendo: "A
ver si Dios se arrepiente
y se compadece,
se aplaca el ardor
de su ira y no perecemos".
También en esa ocasión
Dios vio sus obras
y les perdonó. |
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Católicos
evangelizadores:
Manual práctico
para extender la
Fe
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"En el Nuevo Testamento, Jesús indica la razón profunda del ayuno, estigmatizando
la actitud de los fariseos, que observaban
escrupulosamente las prescripciones que imponía
la ley, pero su corazón estaba lejos de Dios.
El verdadero ayuno, repite en otra ocasión
el divino Maestro, consiste más bien en cumplir
la voluntad del Padre celestial, que "ve
en lo secreto y te recompensará". Él
mismo nos da ejemplo al responder a Satanás,
al término de los 40 días pasados en el desierto,
que "no solo de pan vive el hombre,
sino de toda palabra que sale de la boca
de Dios". El verdadero ayuno, por consiguiente,
tiene como finalidad comer el "alimento
verdadero", que es hacer la voluntad
del Padre. Si, por lo tanto, Adán desobedeció
la orden del Señor de "no comer del
árbol de la ciencia del bien y del mal",
con el ayuno el creyente desea someterse
humildemente a Dios, confiando en su bondad
y misericordia.
"La práctica del ayuno
está muy presente
en la primera comunidad
cristiana. También
los Padres de la Iglesia
hablan de la fuerza
del ayuno, capaz de frenar
el pecado, reprimir
los deseos del "viejo Adán"
y abrir
en el corazón del creyente
el camino hacia
Dios. El ayuno es, además,
una práctica recurrente
y recomendada por los santos
de todas las
épocas. Escribe San Pedro
Crisólogo: "El
ayuno es el alma de la
oración, y la misericordia
es la vida del ayuno. Por
tanto, quien ora,
que ayune; quien ayuna,
que se compadezca;
que preste oídos a quien
le suplica aquel
que, al suplicar, desea
que se le oiga, pues
Dios presta oído a quien
no cierra los suyos
al que le súplica".
"En nuestros días, parece que la práctica del ayuno ha perdido un
poco su valor espiritual y ha adquirido más
bien, en una cultura marcada por la búsqueda
del bienestar material, el valor de una medida
terapéutica para el cuidado del propio cuerpo.
Está claro que ayunar es bueno para el bienestar
físico, pero para los creyentes es, en primer
lugar, una "terapia" para curar
todo lo que les impide conformarse a la voluntad
de Dios. En la Constitución apostólica "Pænitemini"
de 1966, el Siervo de Dios Pablo VI identificaba
la necesidad de colocar el ayuno en el contexto
de la llamada a todo cristiano a no "vivir
para sí mismo, sino para aquél que lo amó
y se entregó por él y a vivir también para
los hermanos". |
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La Biblia Católica
para Jóvenes
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"La Cuaresma podría ser una buena ocasión
para retomar las normas
contenidas en la
citada Constitución apostólica,
valorizando
el significado auténtico
y perenne de esta
antigua práctica penitencial,
que puede ayudarnos
a mortificar nuestro egoísmo
y a abrir el
corazón al amor de Dios
y del prójimo, primer
y sumo mandamiento de la
nueva ley y compendio
de todo el Evangelio.
"La práctica fiel del ayuno contribuye, además, a dar unidad a la persona, cuerpo
y alma, ayudándola a evitar el pecado y a
acrecer la intimidad con el Señor. San Agustín,
que conocía bien sus propias inclinaciones
negativas y las definía "retorcidísima
y enredadísima complicación de nudos",
en su tratado "La utilidad del ayuno",
escribía: "Yo sufro, es verdad, para
que Él me perdone; yo me castigo para que
Él me socorra, para que yo sea agradable
a sus ojos, para gustar su dulzura".
Privarse del alimento material que nutre
el cuerpo facilita una disposición interior
a escuchar a Cristo y a nutrirse de su palabra
de salvación. Con el ayuno y la oración Le
permitimos que venga a saciar el hambre más
profunda que experimentamos en lo íntimo
de nuestro corazón: el hambre y la sed de
Dios.
"Al mismo tiempo,
el ayuno nos ayuda
a tomar conciencia de la
situación en la
que viven muchos de nuestros
hermanos. En
su Primera carta San Juan
nos pone en guardia:
"Si alguno que posee
bienes del mundo,
ve a su hermano que está
necesitado y le
cierra sus entrañas, ¿cómo
puede permanecer
en él el amor de Dios?".
Ayunar por
voluntad propia nos ayuda
a cultivar el estilo
del Buen Samaritano, que
se inclina y socorre
al hermano que sufre.
"Al escoger libremente privarnos de algo para ayudar a los demás, demostramos concretamente
que el prójimo que pasa dificultades no nos
es extraño. Precisamente para mantener viva
esta actitud de acogida y atención hacia
los hermanos, animo a las parroquias y demás
comunidades a intensificar durante la Cuaresma
la práctica del ayuno personal y comunitario,
cuidando asimismo la escucha de la Palabra
de Dios, la oración y la limosna. Este fue,
desde el principio, el estilo de la comunidad
cristiana, en la que se hacían colectas especiales,
y se invitaba a los fieles a dar a los pobres
lo que, gracias al ayuno, se había recogido.
También hoy hay que redescubrir esta práctica
y promoverla, especialmente durante el tiempo
litúrgico cuaresmal. |
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"Lo que he dicho muestra con gran claridad
que el ayuno representa
una práctica ascética
importante, un arma espiritual
para luchar
contra cualquier posible
apego desordenado
a nosotros mismos. Privarnos
por voluntad
propia del placer del alimento
y de otros
bienes materiales, ayuda
al discípulo de
Cristo a controlar los
apetitos de la naturaleza
debilitada por el pecado
original, cuyos
efectos negativos afectan
a toda la personalidad
humana. Oportunamente,
un antiguo himno litúrgico
cuaresmal exhorta: "Utamur
ergo parcius,
/ verbis, cibis et potibus,
/ somno, iocis
et arctius / perstemus
in custodia - Usemos
de manera más sobria las
palabras, los alimentos
y bebidas, el sueño y los
juegos, y permanezcamos
vigilantes, con mayor atención".
"Queridos hermanos y hermanas, bien mirado, el ayuno tiene como último
fin ayudarnos a cada uno de nosotros, como
escribía el Siervo de Dios el Papa Juan Pablo
II, a donarse totalmente a Dios. Que en cada
familia y comunidad cristiana, por tanto,
se aproveche la Cuaresma para alejar todo
lo que distrae el espíritu y para intensificar
lo que alimenta el alma y la abre al amor
de Dios y del prójimo. Pienso, especialmente,
en un mayor empeño en la oración, en la lectio
divina, en el Sacramento de la Reconciliación
y en la activa participación en la Eucaristía,
sobre todo en la Santa Misa dominical.
"Con esta disposición
interior entremos
en el clima penitencial
de la Cuaresma. Que
nos acompañe la Bienaventurada
Virgen María,
Causa nostræ laetitiæ,
y nos sostenga en
el esfuerzo por liberar
nuestro corazón de
la esclavitud del pecado
para que se convierta
cada vez más en "tabernáculo
viviente
de Dios". Con este
deseo, asegurando
mis oraciones para que
cada creyente y cada
comunidad eclesial recorra
un provechoso
itinerario cuaresmal, os
imparto de corazón
a todos la Bendición Apostólica".
MESS/CUARESMA 2009/...
VIS 090203
(1770)
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