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Benedicto XVI: Domingo de Gaudete
LA ALEGRÍA DEL TIEMPO DE NAVIDAD
“Los que acogen los dones de Dios de forma
egoísta no encuentran la alegría verdadera;
en cambio, quien los utiliza para amarlo
con gratitud sincera y para transmitir su
amor a los demás, tiene el corazón lleno
realmente de alegría".
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Diccionario litúrgico-bíblico-eclesiástico
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sin permiso
Ciudad del Vaticano, dic. 2012 (VIS). -
n el tercer domingo de Adviento, llamado
“Gaudete”, porque invita a la alegría, el Santo Padre
ha recordado que el tiempo de Adviento es,
efectivamente, un tiempo no sólo de conversión,
sino también de gozo, porque “en el corazón
de los creyentes se despierta la espera del
Salvador, y esperar la llegada de una persona
amada es siempre motivo de alegría”.
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“...ya no hay ningún motivo de desaliento,ni
de tristeza, cualquiera
que sea la situación
que debamos afrontar
porque estamos seguros
de la presencia del
Señor que, por sí misma
basta para calmar
y alegrar los corazones." |
El Papa ha comentado la primera lectura en
la que Sofonías utiliza la expresión “Alégrate, hija de
Sión”, explicando que el profeta quiere decir
que “ya no hay ningún motivo de desaliento,ni
de tristeza, cualquiera que sea la situación
que debamos afrontar porque estamos seguros
de la presencia del Señor que, por sí misma
basta para calmar y alegrar los corazones.
El profeta, además, nos da a entender que
esa alegría es recíproca: nosotros estamos
invitados a alegrarnos, pero también el Señor
se alegra de su relación con nosotros”.
"Dentro de pocos días – ha dicho – celebraremos
la Navidad, la fiesta de la venida de Dios que se hizo
niño y hermano nuestro para estar con nosotros
y compartir nuestra condición humana. Tenemos
que alegrarnos por esta cercanía, por su
presencia e intentar comprender siempre que
está realmente cerca y así, dejar que penetre
en nosotros, la realidad de la bondad de
Dios, de la alegría de Cristo que está entre
nosotros. San Pablo dice con fuerza en una
de sus cartas que nada puede separarnos del
amor de Dios que se ha manifestado en Cristo.
Sólo el pecado nos aleja de Él, pero éste
es un factor de separación que nosotros mismos
introducimos en nuestra relación con el Señor.
Sin embargo, incluso cuando nos alejamos,
Él no cesa de amarnos y sigue estando cerca
de nosotros con su misericordia, con su disponibilidad
a perdonar y recogernos en su amor".
"Por eso "no debemos angustiarnos nunca, siempre podemos exponer al Señor nuestras
peticiones, nuestras necesidades y preocupaciones
'con plegarias y oraciones'. Y este es un
gran motivo de alegría, saber que siempre
es posible rezar al Señor y que el Señor
nos escucha, que Dios no es lejano, sino
que nos escucha, nos conoce y no rechaza
nunca nuestras súplicas, aunque no responda
inmediatamente como desearíamos, pero responde".
Pero, "la alegría que el Señor nos comunica debe encontrar en nosotros el amor agradecido.
Efectivamente, la alegría es plena cuando
reconocemos su misericordia, cuando prestamos
atención a los signos de su bondad (…) Los
que acogen los dones de Dios de forma egoísta
no encuentran la alegría verdadera; en cambio,
quien los utiliza para amarlo con gratitud
sincera y para transmitir su amor a los demás,
tiene el corazón lleno realmente de alegría",
ha concluido el pontífice.
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