Homilía de S.S. Juan Pablo II
en la Misa con ordenaciones presbiteriales
XXXVII Jornada Mundial de Oración por las
Vocaciones
Vivir en adhesión a la voluntad divina
Vocación a la santidad
Carta a Dios
Curas felices
|
|
Oraciones por las vocaciones
H DIOS,
que para gloria tuya
y salvación del género
humano
constituiste a tu
único Hijo
sumo y Eterno Sacerdote,
concede, a quienes Él eligió
para ministros
y dispensadores
de su misterios,
la gracia de ser
fieles
en el cumplimiento
del ministerio recibido.
Por Jesucristo Nuestro
Señor.
Amén.
H DIOS,
que quieres
que todos los hombres
se salven y lleguen
al conocimiento de
la verdad;
mira la abundante
mies de tu Iglesia
y envíale operarios
que anuncien el Evangelio
a todas las naciones
y que tu pueblo,
congregado por la
palabra
de vida y sostenido
por la fuerza de
los sacramentos
avance por el camino
de la salvación
y del amor.
Por Jesucristo Nuestro
Señor.
Amen.
IOS PADRE Y PASTOR
de todos los hombres,
Tú quieres
que no falten hoy
día,
hombres y mujeres
de fe,
que consagren sus
vidas
al servicio del evangelio
y al cuidado de la
Iglesia.
Haz que tu Espíritu
Santo
ilumine los corazones,
y fortalezca las
voluntades
de tus fieles, para
que,
acogiendo tu llamado,
lleguen a ser los
Sacerdotes
y Diáconos, Religiosos,
Religiosas y Consagrados
que tu Pueblo necesita.
La cosecha es abundante,
y los operarios pocos.
Envía, Señor,
operarios a tu mies.
Amén.
ADRE DIOS,
que has querido
guiar a tu pueblo
por medio de los
pastores,
infunde en tu Iglesia
el espíritu de entrega
y fortaleza
para que surjan
dignos servidores
de tu altar
y testigos fieles
del Evangelio.
Por Jesucristo Nuestro
Señor.
Amén.
|
YO SOY EL BUEN PASTOR" (Jn 10, 11. 14).
Estas palabras de Cristo
resuenan hoy en
toda la Iglesia. Él, el
Señor, es el Pastor
que da la vida por su grey.
En él se cumple
la promesa que el Dios
de Israel hizo por
boca de los profetas: "Yo
mismo cuidaré
de mi rebaño y velaré por
él" (Ez 34,
11).
En este domingo, que se
suele llamar domingo
"del Buen Pastor", la Iglesia
celebra
la Jornada mundial de oración
por las vocaciones.
Y me alegra ordenar, precisamente
en este
día, a veintiséis nuevos
presbíteros de la
diócesis de Roma. Son los
presbíteros del
año 2000, elegidos para
anunciar el Evangelio
en nuestra diócesis. A
vosotros, queridos
candidatos, os dirijo mi
saludo más cordial,
que extiendo a vuestros
familiares, educadores
y amigos, que os acompañan
en este inolvidable
momento de vuestra existencia.
2. "El buen pastor da la vida por las ovejas" (Jn 10,
11). Cristo apacienta al
pueblo de Dios con
la fuerza de su amor, entregándose
a sí mismo
como sacrificio. Cumple
su misión de pastor
convirtiéndose en Cordero
inmolado. Sacerdos
et hostia. Pero nadie lo
obliga: él mismo
entrega su vida, con absoluta
libertad, para
recuperarla de nuevo (cf.
Jn 10, 17), y vencer
así, "por nosotros", donde
nosotros
estábamos condenados a
la derrota. "Agnus
redemit oves".
Él es "la piedra que, desechada
por
los arquitectos, se ha
convertido ahora en
piedra angular" (cf. Sal
117, 22; Hch
4, 11). Esta es la obra
admirable de Dios,
que exaltó a su Hijo confiriéndole
"el
nombre que está por encima
de todo otro nombre":
el único en el que podemos
salvarnos (cf.
Hch 4, 12).
En el nombre de Jesucristo,
buen pastor,
vosotros, queridos diáconos,
hoy sois consagrados
presbíteros.
3. "Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia"
(Sal 117, 1. 29).
Amadísimos ordenandos,
llegáis a ser sacerdotes
durante el gran jubileo,
en el "año
de misericordia del Señor"
(Is 61, 2).
La gracia inagotable del
sacramento os transformará
interiormente para que
vuestra vida, unida
para siempre a la de Cristo
sacerdote, se
convierta en un cántico
al amor de Dios:
"Misericordias Domini in
aeternum cantabo"
(Sal 88, 2).
El misterio del amor divino,
creador y redentor,
que se reveló en la encarnación
del Verbo
y se cumplió en su sacrificio
pascual, es
tan grande que colma de
modo sobreabundante
todos vuestros días y todos
los momentos
de vuestro ministerio.
Sacad incesantemente
de este misterio, sobre
todo en la celebración
de la santa misa, la energía
espiritual para
cumplir fielmente vuestra
misión. A través
de vuestras manos el buen
Pastor seguirá
entregando sacramentalmente
su vida por la
salvación del mundo, atrayendo
a todos hacia
sí e invitándolos a acoger
el abrazo del
único Padre.
Sed siempre conscientes
de este don y dad
gracias por él a la Providencia,
que hoy
os lo concede.
Dentro de poco, la Iglesia
os dirigirá a
cada uno estas palabras:
"Date cuenta
de lo que harás, imita
lo que celebrarás
y conforma tu vida al misterio
de la cruz
de Cristo Señor" (Rito).
¡Conformad
vuestra vida al misterio
de la cruz de Cristo!
Es Cristo quien salva y
santifica, y vosotros
participaréis directamente
en su obra en
la medida de la intensidad
de vuestra unión
con él. Si permanecéis
en él, daréis mucho
fruto; por el contrario,
sin él no podréis
hacer nada (cf. Jn 15,
5). Él os ha elegido,
y hoy os "constituye",
para que
vayáis y deis fruto, y
vuestro fruto permanezca
(cf. Jn 15, 16).
Queridos diáconos, pertenecéis a la diócesis de Roma, y habéis
realizado vuestra formación
en los seminarios
de esta Iglesia: el Seminario
romano mayor,
el Almo Colegio Capránica,
el "Redemptoris
Mater" y el de los Oblatos
del Amor
Divino.
Deseo dar las gracias a cuantos os han acompañado
y guiado por el camino
que os ha traído hasta
aquí. Pienso en vuestros
padres y en los
sacerdotes que, con su
ejemplo y su consejo,
os han ayudado en vuestra
elección vocacional.
Pienso en los responsables
de vuestra preparación
teológica, espiritual y
pastoral; en los
superiores de los seminarios
romanos, a quienes
animo de corazón a proseguir
con generoso
empeño su servicio, para
que la Iglesia de
Roma se enriquezca con
numerosos presbíteros
bien formados. La alegría
de ver que sois
sacerdotes siempre fieles
a vuestra misión
será para todos la mayor
recompensa.
Ojalá que vuestro ejemplo
aliente también
a otros jóvenes a seguir
a Cristo con igual
disponibilidad. Por eso,
oremos en esta Jornada
dedicada a las vocaciones,
para que el "Dueño
de la mies" siga llamando
obreros al
servicio de su Reino, porque
"la mies
es mucha" (Mt 9, 37).
5. Queridos ordenados, por vuestra vocación vela María santísima,
modelo de toda llamada
de especial consagración
en la Iglesia. En este
momento, Cristo os
encomienda nuevamente a
ella, repitiendo
a cada uno de vosotros
las palabras que,
desde la cruz, dirigió
al apóstol san Juan:
"Ahí tienes a tu madre"
(Jn 19,
27).
Os encomiendo a vosotros
y vuestro ministerio
a la Salus populi romani. Ella sabrá guiaros, día a día, para que
seáis uno con el buen Pastor,
especialmente
en la celebración diaria
de la Eucaristía.
Y tú, "buen Pastor, verdadero
Pan, aliméntanos
y defiéndenos" para prestar
un servicio
cada vez más generoso a
tu Iglesia, que trabaja
en el mundo para la salvación
de la humanidad.
Amén
Homilía; 14 de mayo del
2000.
* Lea la encíclica Iglesia de Eucaristía.
LA VOCACIÓN A LA SANTIDAD
CURAS FELICES | ORACIONES POR LAS VOCACIONES
EL ARZOBISPO ROMERO : PROFETA Y MÁRTIR
MI AMIGO Y MENTOR: EL PADRE ALVARO
SECCIÓN AMÉN | LIBROS CATÓLICOS
CARTA A DIOS
|
|