HOMILÍA DEL PAPA BENEDICTO XVI EN LA VIGILIA
PASCUAL
EN LA BASÍLICA DE SAN PEDRO
"...Este proceso revolucionario, que se ha verificado inmediatamente al comienzo
del desarrollo de la Iglesia, sólo se explica
por el hecho de que en dicho día había sucedido
algo inaudito. El primer día de la semana
era el tercer día después de la muerte de
Jesús. Era el día en que Él se había mostrado
a los suyos como el Resucitado. Este encuentro,
en efecto, tenía en sí algo de extraordinario.
El mundo había cambiado. "
- BENEDICTO XVI
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"La Iglesia quiere llevarnos, a través de
una gran visión panorámica por el camino
de la historia de la salvación, desde la
creación, pasando por la elección y la liberación
de Israel, hasta el testimonio de los profetas,
con el que toda esta historia se orienta
cada vez más claramente hacia Jesucristo".
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VATICANO, ABRIL 2011 (VIS).
"ueridos hermanos y hermanas:
Dos grandes signos caracterizan
la celebración
litúrgica de la Vigilia
pascual. En primer
lugar, el fuego que se
hace luz. La luz del
cirio pascual, que en la
procesión a través
de la iglesia envuelta
en la oscuridad de
la noche se propaga en
una multitud de luces,
nos habla de Cristo como
verdadero lucero
matutino, que no conoce
ocaso, nos habla
del Resucitado en el que
la luz ha vencido
a las tinieblas. El segundo
signo es el agua.
Nos recuerda, por una parte,
las aguas del
Mar Rojo, la profundidad
y la muerte, el
misterio de la Cruz. Pero
se presenta después
como agua de manantial,
como elemento que
da vida en la aridez. Se
hace así imagen
del Sacramento del Bautismo,
que nos hace
partícipes de la muerte
y resurrección de
Jesucristo.
"Sin embargo, no sólo forman parte de la liturgia de la Vigilia Pascual los grandes signos
de la creación, como la luz y el agua. Característica
esencial de la Vigilia es también el que
ésta nos conduce a un encuentro profundo
con la palabra de la Sagrada Escritura. Antes
de la reforma litúrgica había doce lecturas
veterotestamentarias y dos neotestamentarias.
Las del Nuevo Testamento han permanecido.
El número de las lecturas del Antiguo Testamento
se ha fijado en siete, pero, de según las
circunstancias locales, pueden reducirse
a tres. La Iglesia quiere llevarnos, a través
de una gran visión panorámica por el camino
de la historia de la salvación, desde la
creación, pasando por la elección y la liberación
de Israel, hasta el testimonio de los profetas,
con el que toda esta historia se orienta
cada vez más claramente hacia Jesucristo.
En la tradición litúrgica, todas estas lecturas
eran llamadas profecías. Aun cuando no son
directamente anuncios de acontecimientos
futuros, tienen un carácter profético, nos
muestran el fundamento íntimo y la orientación
de la historia. Permiten que la creación
y la historia transparenten lo esencial.
Así, nos toman de la mano y nos conducen
hacía Cristo, nos muestran la verdadera Luz.
En la Vigilia Pascual, el camino a través de los sendas de la Sagrada
Escritura comienzan con el relato de la creación.
De esta manera, la liturgia nos indica que
también el relato de la creación es una profecía.
No es una información sobre el desarrollo
exterior del devenir del cosmos y del hombre.
Los Padres de la Iglesia eran bien concientes
de ello. No entendian dicho relato como una
narración del desarrollo del origen de las
cosas, sino como una referencia a lo esencial,
al verdadero principio y fin de nuestro ser.
Podemos preguntarnos ahora:
Pero, ¿es verdaderamente importante en la
Vigilia Pascual hablar también de la creación?
¿No se podría empezar por los acontecimientos
en los que Dios llama al hombre, forma un
pueblo y crea su historia con los hombres
sobre la tierra? |
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Jesús de Nazaret 2:
Desde la entrada en Jerusalén hasta la resurrección
Benedicto XVI |
La respuesta debe ser: no. Omitir la creación
significaría malinterpretar la historia misma
de Dios con los hombres, disminuirla, no
ver su verdadero orden de grandeza.
La historia que Dios ha fundado abarca incluso los orígenes, hasta la creación.
Nuestra profesión de fe comienza con estas
palabras: "Creo en Dios, Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra". Si
omitimos este comienzo del Credo, toda la
historia de la salvación queda demasiado
reducida y estrecha. La Iglesia no es una
asociación cualquiera que se ocupa de las
necesidades religiosas de los hombres y,
por eso mismo, no limita su cometido sólo
a dicha asociación. |
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El mensaje central del relato de la creación se puede precisar todavía más. San Juan,
en las primeras palabras de su Evangelio,
ha sintetizado el significado esencial de
dicho relato con una sola frase: "En
el principio existía el Verbo". En efecto,
el relato de la creación que hemos escuchado
antes se caracteriza por la expresión que
aparece con frecuencia: "Dijo Dios".
El mundo es un producto de la Palabra, del
Logos, como dice Juan utilizando un vocablo
central de la lengua griega. "Logos"
significa "razón", "sentido",
"palabra". No es solamente razón,
sino Razón creadora que habla y se comunica
a sí misma. Razón que es sentido y ella misma
crea sentido. El relato de la creación nos
dice, por tanto, que el mundo es un producto
de la Razón creadora. Y con eso nos dice
que en el origen de todas las cosas estaba
no lo que carece de razón o libertad, sino
que el principio de todas las cosas es la
Razón creadora, es el amor, es la libertad.
Nos encontramos aquí frente a la alternativa
última que está en juego en la discusión
entre fe e incredulidad: ¿Es la irracionalidad,
la falta de libertad y la casualidad el principio
de todo, o el principio del ser es más bien
razón, libertad, amor? ¿Corresponde el primado
a la irracionalidad o a la razón?
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La Biblia Católica
para Jóvenes
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En último término, ésta es la pregunta crucial.
Como creyentes respondemos con el relato
de la creación y con Juan:
en el origen está
la razón. En el origen
está la libertad.
Por esto es bueno ser una
persona humana.
No es que en el universo
en expansión, al
final, en un pequeño ángulo
cualquiera del
cosmos se formara por casualidad
una especie
de ser viviente, capaz
de razonar y de tratar
de encontrar en la creación
una razón o dársela.
Si el hombre fuese solamente
un producto
casual de la evolución
en algún lugar al
margen del universo, su
vida estaría privada
de sentido o sería incluso
una molestia de
la naturaleza. Pero no
es así: la Razón estaba
en el principio, la Razón
creadora, divina.
Y puesto que es Razón,
ha creado también
la libertad; y como de
la libertad se puede
hacer un uso inadecuado,
existe también aquello
que es contrario a la creación.
Por eso,
una gruesa línea oscura
se extiende, por
decirlo así, a través de
la estructura del
universo y a través de
la naturaleza humana.
Pero no obstante esta contradicción, la creación como tal sigue siendo buena,
la vida sigue siendo buena, porque en el
origen está la Razón buena, el amor creador
de Dios. Por eso el mundo puede ser salvado.
Por eso podemos y debemos ponernos de parte
de la razón, de la libertad y del amor; de
parte de Dios que nos ama tanto que ha sufrido
por nosotros, para que de su muerte surgiera
una vida nueva, definitiva, saludable. |
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El relato veterotestamentario de la creación, que hemos escuchado, indica claramente este
orden de la realidad. Pero nos permite dar
un paso más. Ha estructurado el proceso de
la creación en el marco de una semana que
se dirige hacia el Sábado, encontrando en
él su plenitud. Para Israel, el Sábado era
el día en que todos podían participar del
reposo de Dios, en que los hombres y animales,
amos y esclavos, grandes y pequeños se unían
a la libertad de Dios. Así, el Sábado era
expresión de la alianza entre Dios y el hombre
y la creación. De este modo, la comunión
entre Dios y el hombre no aparece como algo
añadido, instaurado posteriormente en un
mundo cuya creación ya había terminado. La
alianza, la comunión entre Dios y el hombre,
está ya prefigurada en lo más profundo de
la creación. Sí, la alianza es la razón intrínseca
de la creación así como la creación es el
presupuesto exterior de la alianza. Dios
ha hecho el mundo para que exista un lugar
donde pueda comunicar su amor y desde el
que la respuesta de amor regrese a Él. Ante
Dios, el corazón del hombre que le responde
es más grande y más importante que todo el
inmenso cosmos material, el cual nos deja,
ciertamente, vislumbrar algo de la grandeza
de Dios.
En Pascua, y partiendo de la experiencia
pascual de los cristianos, debemos dar aún un paso
más. El Sábado es el séptimo día de la semana.
Después de seis días, en los que el hombre
participa en cierto modo del trabajo de la
creación de Dios, el Sábado es el día del
descanso. Pero en la Iglesia naciente sucedió
algo inaudito: El Sábado, el séptimo día,
es sustituido ahora por el primer día. Como
día de la asamblea litúrgica, es el día del
encuentro con Dios mediante Jesucristo, el
cual en el primer día, el Domingo, se encontró
con los suyos como Resucitado, después de
que hallaran vacío el sepulcro. |
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Desde el corazón
del mundo
Madre Teresa |
La estructura de la semana se ha invertido. Ya no se dirige hacia el séptimo día, para
participar en él del reposo de Dios. Inicia
con el primer día como día del encuentro
con el Resucitado. Este encuentro ocurre
siempre nuevamente en la celebración de la
Eucaristía, donde el Señor se presenta de
nuevo en medio de los suyos y se les entrega,
se deja, por así decir, tocar por ellos,
se sienta a la mesa con ellos. Este cambio
es un hecho extraordinario, si se considera
que el Sábado, el séptimo día como día del
encuentro con Dios, está profundamente enraizado
en el Antiguo Testamento. El dramatismo de
dicho cambio resulta aún más claro si tenemos
presente hasta qué punto el proceso del trabajo
hacia el día de descanso se corresponde también
con una lógica natural.
Este proceso revolucionario, que se ha verificado inmediatamente al comienzo
del desarrollo de la Iglesia, sólo se explica
por el hecho de que en dicho día había sucedido
algo inaudito. El primer día de la semana
era el tercer día después de la muerte de
Jesús. Era el día en que Él se había mostrado
a los suyos como el Resucitado. Este encuentro,
en efecto, tenía en sí algo de extraordinario.
El mundo había cambiado. Aquel que había
muerto vivía de una vida que ya no estaba
amenazada por muerte alguna. Se había inaugurado
una nueva forma de vida, una nueva dimensión
de la creación. El primer día, según el relato
del Génesis, es el día en que comienza la
creación. Ahora, se ha convertido de un modo
nuevo en el día de la creación, se ha convertido
en el día de la nueva creación.
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Can You Find Saints:
Introducing Your
Child to Holy Men and Women |
Nosotros celebramos el primer día. Con ello celebramos a Dios, el Creador,
y a su creación. Sí, creo en Dios, Creador
del cielo y de la tierra. Y celebramos al
Dios que se ha hecho hombre, que padeció,
murió, fue sepultado y resucitó. Celebramos
la victoria definitiva del Creador y de su
creación. Celebramos este día como origen
y, al mismo tiempo, como meta de nuestra
vida. Lo celebramos porque ahora, gracias
al Resucitado, se manifiesta definitivamente
que la razón es más fuerte que la irracionalidad,
la verdad más fuerte que la mentira, el amor
más fuerte que la muerte. Celebramos el primer
día, porque sabemos que la línea oscura que
atraviesa la creación no permanece para siempre.
Lo celebramos porque sabemos que ahora vale
definitivamente lo que se dice al final del
relato de la creación: "Vio Dios todo
lo que había hecho, y era muy bueno"
(Gen 1, 31). Amén.
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