Padre San Pío de Pietrelcina
“En cuanto a mí, ¡Dios me libre de gloriarme
si no es en la cruz
de nuestro Señor Jesucristo!”
(Gal 6, 14).
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Encíclica Dios es amor : síntesis
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Padre San Pío de Pietrelcina
«Te bendigo, Padre,
Señor del cielo y
de la tierra,
porque... estas cosas...
las has revelado
a los pequeños» (Mateo
11, 25).
Qué apropiadas
parecen estas palabras
de Jesús, cuando
se te aplican a ti,
humilde y amado,
padre Pío.
Enséñanos también
a nosotros,
te pedimos, la humildad
del corazón
para formar parte
de los pequeños del
Evangelio,
a quienes el Padre
les ha prometido
revelar los misterios
de su Reino.
Ayúdanos a rezar
sin
cansarnos nunca,
seguros de que Dios
conoce
lo que necesitamos,
antes de que se lo
pidamos.
Danos una mirada
de fe
capaz de reconocer
con prontitud
en los pobres y en
los que sufren
el rostro mismo de
Jesús.
Apóyanos en la hora
del combate
y de la prueba y,
si caemos,
haz que experimentemos
la alegría
del sacramento del
perdón.
Transmítenos
tu tierna devoción
a María,
Madre de Jesús y
nuestra.
Acompáñanos
en la peregrinación
terrena
hacia la patria bienaventurada,
donde esperamos
llegar también nosotros
para contemplar para
siempre
la Gloria del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo.
¡Amén!
- Homilía de Juan Pablo II
en la canonización
del Padre Pío de
Pietrelcina
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L PADRE PÍO de Pietrelcina, al igual que el apóstol Pablo,
puso en la cumbre de su vida y de su apostolado
la Cruz de su Señor como su fuerza, su sabiduría
y su gloria. Inflamado de amor hacia Jesucristo,
se conformó a Él por medio de la inmolación
de sí mismo por la salvación del mundo.
En el seguimiento y la imitación de Cristo
Crucificado fue tan generoso y perfecto que
hubiera podido decir “con Cristo estoy crucificado:
y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive
en mí” (Gal 2, 19).
Derramó sin parar los tesoros de la gracia
que Dios le había concedido
con especial
generosidad a través de
su ministerio, sirviendo
a los hombres y mujeres
que se acercaban
a él, cada vez más numerosos,
y engendrado
una inmensa multitud de
hijos e hijas espirituales.
Este dignísimo seguidor de San Francisco de Asís nació el 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina,
archidiócesis de Benevento,
hijo de Grazio
Forgione y de María Giuseppa
De Nunzio. Fue
bautizado al día siguiente
recibiendo el
nombre de Francisco. A
los 12 años recibió
el Sacramento de la Confirmación
y la Primera
Comunión.
El 6 de enero de 1903, cuando contaba 16 años, entró en el noviciado
de la orden de los Frailes
Menores Capuchinos
en Morcone, donde el 22
del mismo mes vistió
el hábito franciscano y
recibió el nombre
de Fray Pío. Acabado el
año de noviciado,
emitió la profesión de
los votos simples
y el 27 de enero de 1907
la profesión solemne.
Después de la ordenación sacerdotal, recibida
el 10 de agosto de 1910
en Benevento, por
motivos de salud permaneció
en su familia
hasta 1916. En septiembre
del mismo año fue
enviado al Convento de
San Giovanni Rotondo
y permaneció allí hasta
su muerte.
Enardecido por el amor a Dios y al prójimo, Padre Pío vivió en plenitud
la vocación de colaborar en la redención
del hombre, según la misión especial que
caracterizó toda su vida y que llevó a cabo
mediante la dirección espiritual de los fieles,
la reconciliación sacramental de los penitentes
y la celebración de la Eucaristía.
El momento cumbre de su
actividad apostólica
era aquél en el que celebraba
la Santa Misa.
Los fieles que participaban
en la misma percibían
la altura y profundidad
de su espiritualidad.
En el orden de la caridad social se comprometió
en aliviar los dolores y las miserias de
tantas familias, especialmente con la fundación
de la “Casa del Alivio del Sufrimiento”,
inaugurada el 5 de mayo de 1956.
Para el Padre Pío la fe era la vida: quería y hacía todo a
la luz de la fe. Estuvo
dedicado asiduamente
a la oración. Pasaba el
día y gran parte
de la noche en coloquio
con Dios. Decía:
“En los libros buscamos
a Dios, en la oración
lo encontramos.
La oración es la llave
que abre el corazón
de Dios”. La fe lo llevó
siempre a la aceptación
de la voluntad misteriosa
de Dios.
Estuvo siempre inmerso en las realidades sobrenaturales. No era
solamente el hombre de
la esperanza y de
la confianza total en Dios,
sino que infundía,
con las palabras y el ejemplo,
estas virtudes
en todos aquellos que se
le acercaban.
El amor de Dios le llenaba totalmente, colmando
todas sus esperanzas; la
caridad era el principio
inspirador de su jornada:
amar a Dios y hacerlo
amar. Su preocupación particular:
crecer
y hacer crecer en la caridad.
Expresó el máximo de su caridad hacia el prójimo acogiendo, por más de 50
años, a muchísimas personas
que acudían a
su ministerio y a su confesionario,
recibiendo
su consejo y su consuelo.
Era como un asedio:
lo buscaban en la iglesia,
en la sacristía
y en el convento. Y él
se daba a todos, haciendo
renacer la fe, distribuyendo
la gracia y
llevando luz. Pero especialmente
en los pobres,
en quienes sufrían y en
los enfermos, él
veía la imagen de Cristo
y se entregaba especialmente
a ellos.
Ejerció de modo ejemplar la virtud de la prudencia,
obraba y aconsejaba a la
luz de Dios.
Su preocupación era la gloria de Dios y el bien de las almas. Trató a todos con
justicia, con lealtad y
gran respeto.
Brilló en él la luz de la fortaleza. Comprendió
bien pronto que su camino
era el de la Cruz
y lo aceptó inmediatamente
con valor y por
amor. Experimentó durante
muchos años los
sufrimientos del alma.
Durante años soportó
los dolores de sus llagas
con admirable serenidad.
Cuando tuvo que sufrir investigaciones y restricciones
en su servicio sacerdotal,
todo lo aceptó
con profunda humildad y
resignación. Ante
acusaciones injustificadas
y calumnias, siempre
calló confiando en el juicio
de Dios, de
sus directores espírituales
y de la propia
conciencia.
Recurrió habitualmente a la mortificación para conseguir la virtud
de la templanza, de acuerdo
con el estilo
franciscano. Era templado
en la mentalidad
y en el modo de vivir.
Consciente de los compromisos adquiridos con
la vida consagrada,
observó con generosidad
los votos profesados.
Obedeció en todo las
órdenes de sus superiores,
incluso cuando
eran difíciles. Su
obediencia era sobrenatural
en la intención,
universal en la extensión
e integral en su
realización. Vivió el espíritu
de pobreza con total
desprendimiento de sí
mismo, de los bienes
terrenos, de las comodidades
y de los honores.
Tuvo siempre una gran predilección
por la virtud de
la castidad. Su comportamiento
fue modesto en todas
partes y con todos. |
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Se consideraba sinceramente inútil, indigno de los dones de Dios, lleno de
miserias y a la vez de
favores divinos. En
medio a tanta admiración
del mundo, repetía:
“Quiero ser sólo un pobre
fraile que reza”.
Su salud, desde la juventud, no fue muy robusta
y, especialmente en los
últimos años de su
vida, empeoró rápidamente.
La hermana muerte
lo sorprendió preparado
y sereno el 23 de
septiembre de 1968, a los
81 años de edad.
Sus funerales se caracterizaron
por una extraordinaria
concurrencia de personas.
El 20 de febrero de 1971, apenas tres años
después de su muerte, Pablo
VI, dirigiéndose
a los Superiores de la
orden Capuchina, dijo
de él:
¡Mirad qué fama ha tenido, qué clientela
mundial ha reunido
en torno a sí! Pero,
¿por qué? ¿Tal vez porque
era un filósofo?
¿Porqué era un sabio?
¿Por qué tenía medios
a su disposición?
Porque celebraba
la Misa con humildad, confesaba
desde la
mañana a la noche,
y era, es difícil decirlo,
un representante
visible de las llagas
de Nuestro Señor. Era
un hombre de
oración y de sufrimiento. |
Ya durante su vida gozó de notable fama de
santidad, debida a sus virtudes, a su espíritu de
oración, de sacrificio
y de entrega total
al bien de las almas.
En los años siguientes a su muerte, la fama
de santidad y de milagros
creció constantemente,
llegando a ser un fenómeno
eclesial extendido
por todo el mundo y en
toda clase de personas.
De este modo, Dios manifestaba a la Iglesia
su voluntad de glorificar
en la tierra a
su Siervo fiel. No pasó
mucho tiempo hasta
que la Orden de los Frailes
Menores Capuchinos
realizó los pasos previstos
por la ley canónica
para iniciar la causa de
beatificación y
canonización. Examinadas
todas las circunstancias,
la Santa Sede, a tenor
del Motu Proprio “Sanctitas
Clarior” concedió el nulla
osta el 29 de
noviembre de 1982. El Arzobispo
de Manfredonia
pudo así proceder a la
introducción de la
Causa y a la celebración
del proceso de conocimiento
(1983-1990). El 7 de diciembre
de 1990 la
Congregación para las Causas
de los Santos
reconoció la validez jurídica.
Acabada la
Positio, se discutió, como
es costumbre,
si el Siervo de Dios había
ejercitado las
virtudes en grado heroico.
El 13 de junio
de 1997 tuvo lugar el Congreso
peculiar de
Consultores teólogos con
resultado positivo.
En la Sesión ordinaria
del 21 de octubre
siguiente, siendo ponente
de la Causa Mons.
Andrea María Erba, Obispo
de Velletri-Segni,
los Padres Cardenales y
obispos reconocieron
que el Padre Pío ejerció
en grado heroico
las virtudes teologales,
cardinales y las
relacionadas con las mismas.
El 18 de diciembre de 1997, en presencia de Juan Pablo II, fue promulgado
el Decreto sobre la heroicidad
de las virtudes.
Para la beatificación del Padre Pío, la Postulación
presentó al Dicasterio competente la curación
de la Señora Consiglia De Martino de Salerno
(Italia). Sobre este caso se celebró el preceptivo
proceso canónico ante el Tribunal Eclesiástico
de la Archidiócesis de Salerno-Campagna-Acerno
de julio de 1996 a junio de 1997. El 30 de
abril de 1998 tuvo lugar, en la Congregación
para las Causas de los Santos, el examen
de la Consulta Médica y, el 22 de junio del
mismo año, el Congreso peculiar de Consultores
teólogos. El 20 de octubre siguiente, en
el Vaticano, se reunió la Congregación ordinaria
de Cardenales y obispos, miembros del Dicasterio
y el 21 de diciembre de 1998 se promulgó,
en presencia de Juan Pablo II, el Decreto sobre el milagro. |
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Nuevo Catecismo
Libro "básico"
en
todo hogar católico |
El 2 de mayo de 1999 a lo largo de una solemne Concelebración
Eucarística en la plaza de San Pedro Su Santidad
Juan PabloII, con su autoridad apostólica declaró Beato
al Venerable Siervo de Dios Pío de Pietrelcina,
estableciendo el 23 de septiembre como fecha
de su fiesta litúrgica.
Para la canonización del Beato Pío de Pietrelcina,
la Postulación ha presentado
al Dicasterio
competente la curación
del pequeño Mateo
Pio Colella de San Giovanni
Rotondo. Sobre
el caso se ha celebrado
el regular Proceso
canónico ante el Tribunal
eclesiástico de
la archidiócesis de Manfredonia-Vieste
del
11 de junio al 17 de octubre
del 2000. El
23 de octubre siguiente
la documentación
se entregó en la Congregación
de las Causas
de los Santos. El 22 de
noviembre del 2001
tuvo lugar, en la Congregación
de las Causas
de los Santos, el examen
médico. El 11 de
diciembre se celebró el
Congreso Particular
de los Consultores Teólogos
y el 18 del mismo
mes la Sesión Ordinaria
de Cardenales y Obispos.
El 20 de diciembre, en
presencia de Juan
Pablo II, se ha promulgado
el Decreto sobre
el milagro y el 26 de febrero
del 2002 se
promulgó el Decreto sobre
la canonización.
Sobre 200 mil personas acudieron a los actos de la canonización
de San Pío de Pietrelcina
celebrados en la
Plaza de San Pedro, del
Vaticano, el domingo
16 de junio del 2002.
PAPA JUAN PABLO II PROCLAMA SANTO AL PADRE
PÍO DE PIETRELCINA
Roma, 17 (NE - eclesiales.org) En el curso de una multitudinaria celebración
Eucarística el Papa Juan Pablo II canonizó ayer domingo
al Padre Pío de Pietrelcina.
Ante millares
de fieles que colmaron
la Plaza San Pedro
y la Vía de la Conciliación,
muchos de los
cuales siguieron
la Liturgia a través de
pantallas gigantes,
el Santo Padre proclamó
santo al querido
religioso capuchino y destacó
su testimonio de
oración y caridad, en medio
de los aplausos y
vivas de la multitud.
Como se esperaba, peregrinos de diversos lugares
del mundo estuvieron
presentes y siguieron
con emoción la inscripción
del Padre Pío
en el catálogo de
los santos oficialmente
canonizados. Asimismo,
entre los presentes
se encontraban Consiglia
De Martino y el
niño Matteo Colella,
las dos personas que
atribuyen a la intercesión
del Padre Pío
un milagro y cuyos
casos fueron utilizados
en el proceso de
canonización.
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Karol: A Man
Who Became Pope
(DVD )
¡Tremenda película!
|
"La vida y la misión del Padre Pío testimonian que las dificultades y los dolores,
si se aceptan por amor,
se transforman en
un camino privilegiado
de santidad, que se
adentra en perspectivas
de un bien más grande,
solamente conocido por
el Señor," señaló
el Papa durante su homilía. "¡Qué actual es la espiritualidad de
la Cruz vivida por el humilde
capuchino de
Pietrelcina! Nuestro tiempo
necesita redescubrir
su valor para abrir el
corazón a la esperanza."
"En el plan de Dios -señaló más adelante-,
la Cruz constituye
el auténtico instrumento
de salvación para
toda la humanidad y el
camino explícitamente
propuesto por el Señor
a cuantos quieren
seguirle". La "razón
última de la eficacia
apostólica del Padre
Pío, la raíz profunda
de tanta fecundidad
espiritual, se encuentra
en esa íntima y
constante unión con
Dios que testimoniaban
elocuentemente las
largas horas transcurridas
en oración". "El
Padre Pío -añadió-
unía a la oración
una intensa actividad caritativa
de la que es expresión
extraordinaria la
"Casa de Alivio del
Sufrimiento".
Oración y caridad,
esta es una síntesis sumamente
concreta de la enseñanza
del padre Pío, que
hoy vuelve a proponerse
a todos." |
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National Geographic
Inside the Vatican
DVD / VHS
|
Según fuentes oficiales, el Padre Pío es el 462 santo proclamado
por el Papa Juan Pablo
II, quien a lo largo
de su Pontificado ha beatificado
también
a 1,288 fieles.
| LIBROS, ESCRITOS SOBRE EL PADRE PÍO |
| LA VOCACIÓN A LA SANTIDAD |
| CURAS FELICES | ORACIONES POR LAS VOCACIONES |
| EL ARZOBISPO ROMERO : PROFETA Y MÁRTIR |
MI AMIGO Y MENTOR: EL PADRE ALVARO
| SECCIÓN AMÉN | LIBROS CATÓLICOS |
| CARTA A DIOS |
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