MARIANO VILLARONGA
1906 - 1987
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por Arturo Morales Carrión
ante el fallecimiento de Villaronga en 1987 |
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Lea: la Carta Circular del Comisionado Mariano Villaronga
al personal docente de
Instrucción Pública,
en 1949.
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Mariano Villaronga
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N GRAN SERVIDOR PÚBLICO puertorriqueño, desconocido por las nuevas
generaciones, ha muerto.
Se llamaba Mariano
Villaronga.
Fue un maestro de altos
quilates, un educador
por excelencia, un hombre
de amplísima y
exquisita cultura. Y fue,
en el verdadero
sentido de la palabra,
un humanista: Su pasión
y su interés se centraban
en el ser humano,
como eje de la historia,
como creador de
cultura.
Villaronga vino de Ponce. Perteneció a un grupo de hombres de valía,
entre ellos Teodoro Moscoso,
Roberto Sánchez
Vilella, los hermanos Gándara,
José A. Gautier,
Ramón Enrique Bauzá, y
tantos y tantos otros
que siguieron devotamente
a don Luis Muñoz
Marín en sus ideales y
prédicas.
Estos hombres eran a manera de una amable,
cordial tribu ponceña,
que tenla sus señas
y contraseñas, sus memorias
comunes, sus
peculiares vínculos afectivos.
Cada uno de
ellos sirvió de manera
ejemplar en aquella
gran transformación de
la vida puertorriqueña
que comenzó en el 1940.
Villaronga era hijo de un gran médico a quien se consideraba figura casi legendaria
en la ciudad ponceña. Pero
el hijo no pudo,
por dificultades económicas,
seguir la profesión
del padre. En vez, se hizo
maestro; comenzó
a escalar la carrera del
magisterio, exigente
en obligaciones y escuálida
en el pago. Con
sus dotes de organizador
y su señorío personal,
pronto Villaronga se distinguió
en su profesión.
Todavía hay discípulos
que recuerdan su brillante
labor como principal en
Ponce. Demostró lo
que ahora varios hemos
señalado; que donde
el principal es un auténtico
líder, la escuela
se galvaniza, gana en espíritu
de equipo,
en disciplina y eficiencia.
Pero a Villaronga le esperaban otras notables tareas. Después
de estudios en Harvard,
estaba preparado
para ingresar en la órbita
universitaria.
Harvard redondeó su educación;
le abrió amplias
puertas a su curiosidad
intelectual; le puso
al día en los movimientos
académicos.
Fue, por tanto, Villaronga, un eficaz colaborador,
en la dinámica reforma universitaria que
en los años del cuarenta inició el rector
Jaime Benítez. Villaronga encarriló el programa
de los Curso Básicos: el gran esquema orientador
de toda formación universitaria en el que
coincidían idea José Ortega y Gasset y experiencias
académicas de las universidades de Chicago,
Columbia y Harvard.
Por su liderato, por su visión, por sus estrechos lazos con el magisterio,
Villaronga era candidato ideal para Comisionado
de Instrucción Pública; así lo querían Muñoz
Marín y el Partido Popular.
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Don Jaime Benítez |
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Pero, en aquellos tiempos (1946-1948), cuando
aún los comisionados eran
nombrados por el
Presidente de los Estados
Unidos y confirmados
por Senado federal, la
designación de Villaronga
sentaba un grave escollo;
Villaronga era
firme defensor de la enseñanza
en el vernáculo,
bien que toda su vida creía
en la necesidad
de aprender inglés, idioma
que llegó a escribir
con gracia y perfección.
En las vistas del Senado, Villaronga mantuvo resueltamente su posición.
No fue confirmado. La cuestión
del idioma
volvía a surgir como zona
de gran desacuerdo
entre Puerto Rico y Estados
Unidos.
El Partido Popular puso
entonces la posición
de Villaronga entre sus
bases programáticas
para las elecciones de
1948 del primer gobernador
electivo y, cuando triunfó
en aquellos comicios,
don Luis Muñoz Marín nombró
a Villaronga
Comisionado de Instrucción.
Entre sus primeras medidas Villaronga emitió una histórica circular
implantando la enseñanza
en el vernáculo.
La difícil, la arisca batalla
del idioma
se había ganado al fin,
por lo menos en el
reconocimiento de que toca
a Puerto Rico
determinar su propia política
lingüística.
Con sólo esta gestión,
Villaronga hubiera
entrado en la historia.
Pero desde Instrucción,
impulsó la televisión educativa,
la creación
de una gran editorial para
dotar de libros
a las escuelas, la renovación
de la enseñanza
de historia de Puerto Rico,
y alentó la expansión
de la enseñanza vocacional,
convirtiendo
a la escuela Miguel Such
en un centro en
que llegaron a adiestrarse
becarios de todo
el Caribe.
Algún día, Mariano Villaronga se merecerá un estudio que haga honor a
su trayectoria de gran
servidor público.
Saldrá entonces de la penumbra en que vivió
después de sus honrosos
servicios al país.
Y se descubrirá en él a
una de las más finas
y penetrantes inteligencias
de su tiempo,
a un conversador de gran
chispa, a un ser
humano que emanaba simpatía
y buen humor,
cordial con sus amigos
y abierto, intelectualmente,
a la rosa de los vientos.
En la galería de
los mejores servidores
públicos de nuestra
época, habrá que colocar
su nombre.
* Publicado en 1987 en
La Revista del Centro de Estudios Avanzados de Puerto
Rico y el Caribe.
Lea: la Carta Circular del Comisionado Mariano Villaronga
al personal docente de
Instrucción Pública,
en 1949.
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