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¡BETANCES!
por Sotero Figueroa
Revista de Cayo Hueso,
25 de septiembre
de 1898, p. 6-7.
* A la izquierda, la portada de la revista
de septiembre de 1898, en cuyas páginas 6-7
fue escrita la reseña por S. Figueroa, Redactor
en Jefe de la publicación cubana. Al final
de esta página encontrará otra nota allí
publicada con el título "El Doctor Betances".
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Ramón Emeterio Betances
Padre de la Patria
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"¿UIÉN NO SE DESCUBRE REVERENTE á la evocación de este nombre ilustre, que
si se borra del registro
enaltecedor de los
vivos, es para brillar
fulgente en los cielos
de la inmortalidad?.
¡Betances! ¿Quién no recuerda
su apostolado
redentor por más de cuarenta
años; su vida
de abnegación y sacrificios
por dar personalidad
jurídica a los sojuzgados
por la dominación
metropolítica; su acción
constante reparadora
de toda iniquidad, y sus
virtudes, privadas
y públicas, que subyugaban
á sus propios
enemigos, que eran los
de su patria?.
En el cuadro radioso de los grandes redentores, aparecerá Betances como la representación
más pura de la constancia, del desinterés
y de la abnegación. No tiene Puerto Rico--la
patria de su idolatría--figura tan austera,
tan indomable, tan batalladora, cual la de
ese apóstol evangélico que en todo tiempo
se presenta como víctima propiciatoria á
la furia de España; que encarna en sí todos
los anhelos de patria independiente; que
es idea y acción en los tiempos sombríos
de la colonia mártir, y cuando escapa á las
torturas de las prisiones ó a la muerte infamante
que le preparaban los esbirros españoles,
levanta en Paris cátedra de dignidad patriótica
y cesa de fulminar los rayos de su indignación
contra los déspotas y sus secuaces.
Loco, irreflexivo, imprudente,
se le llamó
cuando empezó á poner luz
en la conciencia
popular; cuando---Prometeo
atado á la roca
de la impotencia---emprendió
la obra emprendió
la obra gigante de limar
los gruesos eslabones
de la cadena maldita remachada
en los grillos
del esclavo negro, y sujeta
como dogal al
cuello del colono blanco.
Pero bien pronto
su voz indignada se hizo
oir; formó legiones
de patriotas dignos que
supieron sacar triunfante
á Segundo Ruiz Belvis otro
inmortal puertorriqueño
para pedir en la Junta
informativa de 1867,
con una entereza, que fué
un reto al esclavismo,
"la abolición inmediata
de la esclavitud,
con o sin indemnización."
Logró generalizar la idea de independencia en Puerto Rico por medio de sociedades secretas,
y el estallido de Lares, que hubiera sido
revolución formidable, quizás invencible,
si no aborta por la imprudencia de un afiliado,
dejó sentada la primera protesta efectiva
hecha por la colonia contra la metrópoli.
Cuba, la heróica Cuba, lo tuvo á su lado
con todo su prestigio intelectual y toda
su ayuda maternal en la guerra de los diez
años, y en la presente todos sabemos los
grandes servicios prestados por Betances
como Delegado de la República Cubana en París,
y como informante privilegiado de aquella
prensa periódica, para desvirtuar la campaña
de difamación emprendida por España y por
los prestamistas franceses contra la revolución
que arruinaba á la una y á los otros.
Se puede decir que en estos últimos treinta
años de 1868 á la fecha--no ha habido un acto
de dignidad colectiva por la independencia;
no ha habido una sola tentativa revolucionaria,
por descabellada que haya sido, para Cuba
ó Puerto Rico, á que Betances no le haya
dado asentimiento. Era ya como la consagración
del ideal independiente; y su autoridad y
sus consejos eran por todos reconocidos.
En 1892 se funda en New York el club "Borinquen",
que venía á traer el contingente
puertorriqueño
de la emigración al seno
del Partido Revolucionatio.
Betances fué nombrado Presidente
de honor,
y al dirigirse al que estas
líneas traza,
que era el Presidente efectivo,
aceptando,
reconocido el nombramiento,
reafirma de este
modo su fé revolucionaria
y el entrañable
amor que siente por la
tierra natal:
Profundamente conmovido ante tan espontánea
prueba de
consideración
de parte de los que,
por estar libres
en el
extranjero y obrar
en la plenitud de
sus
derechos de patriotas,
son los verdaderos
representantes del
pueblo
borinqueño,
no sé manifestarles
mi gratitud sino
felicitándoles
por haber
rendido á
nuestro país
el culto
que merece, al recordar
constantemente, con
su nombre sagrado,
dado
al club,
lo que cada uno de
nosotros le debe,
y asociándome
de
corazón á
la obra que tan valerosamente
emprenden ustedes.
Y yo que he sido,
soy y moriré separatista,
oiré siempre
con
júbilo el
grito que lanzaron
mis compañeros,
que los ha de
guiar á ustedes
por el camino del
triunfo y que repito
hoy con
todos ustedes, después
de veinticinco
años de destierro.
!Viva la revolución! !Viva Borinquen
libre independiente!
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Y en carta particular, añadía:
Se me llenan el corazón de amargura y los
ojos de lágrimas
al acordarme de mi
patria esclava. Por
consiguiente,
lo que
yo pueda ahora y
siempre es por ella
y para
ella; y soy el
amigo de todos los
que, como ustedes,
trabajen
por su
felicidad, de un
todo imposible sin
su independencia.
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Se comprende que el que culto tan ferviente rendía á su infortunada patria, y tan alto
había sabido colocar su nombre en el extranjero,
fuese reverenciado por sus compatriotas,
al punto de que en él sólo se cifraban las
esperanzas de los que querían transformar
la colonia esclava en nación libre. Y cae
el batallador famoso, el filántropo decidido,
el propagandista inflexible, el médico reputado
como compensación á sus dolores y contrariedades
cuando ya vislumbraba, desde París los rayos
benéficos de la redención de Cuba y Puerto
Rico.
Fué el 18 de septiembre
último que se rindió
tranquilo, bajo el peso
de su corona de gloria,
mejor que á la presión
de la enfermedad tenaz
que lo minaba, el campeón
sin segundo de
las libertades antillanas.
Hoy no tenemos tiempo ni valor para escribir
sus rasgos biográficos, tan nobles como emuladores.
Su vida política tan útil y meritoria, tan
copiosa en actos transcendentales y de reparadora
justicia, es más propia de las páginas del
libro, que de las columnas de los periódicos.
Ya vendrá tiempo en que surja la figura de
Betances en toda su radiosa magnitud".
"¡Betances!", Sotero Figueroa,
Revista Cayo Hueso, 25 de sept. 1898, p.6
y 7.
(Transcripción de la reseña arriba).
"El Doctor Betances", Revista Cayo
Hueso, 25 de septiembre de 1898, p. 7.
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