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Apuntes históricos



Por Luis R. Negrón Hernández

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Lea también sobre los ataques de Cumberland y Abercromby




El movimiento revolucionario francés proclamó las libertades esenciales de idea, prensa, culto, propiedad, acceso a todos los empleos y limitar los poderes del Estado.

LA REVOLUCIÓN ATLÁNTICA

ntre los años de 1775 al 1825, las relaciones diplomáticas europeas semejaban un "sube y baja". De un momento a otro, naciones aliadas se tornaban enemigas, y viceversa. Estos cambios drásticos en las relaciones internacionales provocaban una serie de consecuencias no sólo económicas, sino también militares.

Sus repercusiones políticas y los desafíos al orden social en las Américas durante ese período caracterizaron lo que se conoce como la Revolución Atlántica. Los levantamientos revolucionarios y sangrientos en los Estados Unidos, Francia, Haití y la América española, en busca de libertades individuales, igualitarias y sociales no antes conocidas, sacudieron a las grandes potencias europeas como un torbellino que alteró por consecuencia el mapa político en el Nuevo Mundo.

Los esclavos haitianos, machete en mano desde el 1791, obtuvieron su libertad en el 1804 contra los franceses esclavistas, convirtiendo a Haití en la segunda nación independiente en las Américas, después de los Estados Unidos.

Ante una Francia revolucionaria y anti-monárquica, la España borbónica del inepto Carlos IV rompió con París y se alió a su enemigo acérrimo inglés, en el 1792. La alianza desencadenó en guerra, y le costó a España, entre otras cosas, la soberanía de Santo Domingo el cual tuvo que ceder en el pacto de Basilea de 1795.


Ilustración: La última década del siglo 18 vió nacer el reto a los regímenes tradicionales y monárquicos.


"MORIVIVÍ" IDEOLÓGICO

Para Puerto Rico, estos cambios políticos y sociales tan radicales, provocaron una reacción de "moriviví" ideológico, cerrándose ante las nuevas corrientes emancipadoras. La Isla comenzó a convertirse en refugio de exiliados e ideas reaccionarias ante las mentalidades de igualdad, libertades a nivel individual y nacional, y traslado del poder al pueblo que sacudían el mundo occidental.

Ese estado de sitio ideológico, que se prolonga hasta nuestros días, llevó a las autoridades coloniales a hostigar y perseguir al que predicara ideas libertadoras, a la vez que procedió al adoctrinamiento de la población en favor de las causas anexionistas y de lealtad e interdependencia continua a una potencia y metrópoli extranjera. Los adjetivos pequeño, incapaz e impotente, se añadieron a nuestro léxico diario. Decimos "somos la más pequeña de las Antillas Mayores", en vez de "la más grande de las Antillas Menores". La misma no comprende un juego semántico, sino de conceptos y mentalidades.


VALOR MILITAR Y ECONÓMICO DE LA ISLA

En el 1796, ahora ya no era Francia, sino Inglaterra la mayor amenaza contra las posesiones ibéricas en el Caribe. Los ingleses, al igual que los franceses, los holandeses, los alemanes -y posteriormente los Estados Unidos- veían a Puerto Rico como una importante posesión de valor estratégico-militar y de un gran potencial comercial.

Sitiado inglés
Ilustración: El sitio de los ingleses - óleo de José Campeche [1751-1809],

en acción de gracias a la Virgen de Belén.


Dos siglos antes, Jorge Clifford, conde de Cumberland, había intentado tomar y colonizar la Isla.

Ahora en el 1797, la magnífica escuadra inglesa, la más poderosa entonces del mundo, se aprestaba a sacudir las defensas españolas caribeñas en Trinidad y Puerto Rico.


Ilustración: Sir George Clifford, conde de Cumberland.

Conde de Cumberland


INVASIÓN BRITÁNICA

E
l almirante Henry Harvey y el más prestigiado general Ralph Abercromby, lograron sucumbir las defensas españolas en Trinidad, y se apresuraron hacia Puerto Rico confiados de incorporar otra colonia para gloria de la corona británica. Varias de las 60 embarcaciones se aproximaron a la costa capitalina y bloquearon la bahía.


La población civil estaba sobresaltada ante su presencia agresiva y el bombardeo que luego siguió. En Punta de Cangrejos, junto a la laguna de Torrecilla, desembarcaron sobre mil tropas. Una compañía de milicianos los enfrentó y retrasó el avance inglés hacia el poblado de San Mateo de Cangrejos.
El general Abercromby

Ilustración: El más prestigiado general inglés Abercromby pensó que podía repetir el éxito que logró al invadir y ocupar la isla de Trinidad para la corona británica.

En él, Abercromby tomó la casa de campo del obispo Francisco de la Cuerda, e instaló en ella su cuartel de operaciones. En Miraflores montó su poderosa batería y comenzó a bombardear los fuertes que protegían el puente de San Antonio.

El almirante Harvey y el general Abercromby habían desestimado las fortificaciones, los preparativos militares del gobernador don Ramón de Castro y el arrojo de las Compañías de Morenos recomendadas por el Visitador del rey Carlos III, el mariscal Alejandro O'Reilly en el 1765. Pero sobretodo, aquellos no contaron con los ataques de guerrilla de la población negra local y la valentía de las milicias pueblerinas que se unieron a la resistencia invasora.

Ilustración: Uniforme de gala de un soldado del Regimiento Fijo de Puerto Rico hacia el siglo 18.

Al amparo de la noche, las Compañías de caballería de Guaynabo y Bayamón lograron penetrar en San Juan. Luego llegaron más refuerzos de Toa Baja, Río Piedras, Caguas, Toa Alta, Vega Baja y Manatí. Les siguieron de inmediato milicianos de Juncos, Arecibo, Cayey, Utuado, Coamo y Aguada, y hasta de Ponce. Milicias de Río Piedras entorpecieron las tropas británicas de saqueo en Puerto Nuevo que necesitaban abastecer de alimentos al gran número de tropas en tierra.

La rogativa
Ilustración: El pueblo se unió a su obispo Francisco de la Cuerda
para elevar preces al Señor ante la terrible amenaza inglesa,
y que recoge la escultura de "La Rogativa", en el viejo San Juan.

Foto por L. Negrón H.

DE SITIADORES A SITIADOS

Los ingleses bombardearon el puente Martín Peña, que une a Cangrejos con Río Piedras. Mas los loiceños y cangrejeros los asediaban constantemente y desaparecían entre la espesura. Los milicianos resistieron contestando el fuego desde el fuerte de San Jerónimo y el fortín de San Antonio. El número de ingleses caídos aumentaba, y cada semana los sitiadores pasaban a ser los sitiados.

La ciudad amurallada resultó impenetrable. El reputado general Abercromby aceptó que su situación era desesperada. Bajo la sombra de la noche, en las primeras horas del 2 de mayo, las tropas inglesas se retiraban apresuradas dejando unas 200 bajas y gran cantidad de equipo y materiales.


Ilustración: Desde el fuerte de San Jerónimo, los milicianos contestaron día y noche el cañoneo de los invasores ingleses, impidiendo que pasaran desde el Condado a la Isleta de San Juan.


La consternación del ataque cedió a los repiques de campanas en toda la Isla al conocerse la noticia de la derrota del ejército del imperio británico. La tradición popular no olvidó a sus héroes, y los relatos personales de la lucha entre manglares pasó de generación en generación.


Ilustración: Fusil francés usado hacia finales del siglo 18.



La hazaña boricua se representaba en la osadía del sargento mayor de las milicias urbanas de Toa Alta, José Díaz, a quien el pueblo recordaría con ese:

En el puente de Martín Peña mataron a
Pepe Díaz qu'era el soldado más bravo
qu'el rey de España tenía
.


Ilustración antigua: miliciano de las Milicias de Morenos. Estas Companías organizadas por recomendación del visitador del rey, mariscal O'Reilly, demostraron su bravura y gallardía al enfrentar las poderosas tropas británicas.

Sobresalieron también por su heroísmo Francisco Andino, José Benítez, los hermanos José y Andrés Cayetano Vizcarrondo (conocido el primero como el "león puertorriqueño"); el ingeniero Ignacio Mascaró, Rafael Conti, Teodomiro del Toro, Marcos Sosa, Manuel Bacener, Vicente Andino y Blas López.

San Juan obtuvo el título real de "Muy Noble y Leal" en su escudo. Pero sin duda, para otros, la derrota inglesa por el arrojo boricua fue el destello que encendió en muchos el orgullo nacional.

Ilustración: escudo de la ciudad capitalina de San Juan, pintado por José Campeche (1751-1809).

Escudo de la ciudad de San Juan Bautista

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