José Antonio Dávila
por fray Mario A. Rodríguez León, O.P.
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José Antonio Dávila
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A FECUNDA, pero breve vida de José Antonio Dávila está rodeada de intensas
experiencias, aguda inteligencia y sensibilidad,
asiduas lecturas, buenos amigos, grandes
amores, poesía, música, arte y nostalgia...
Después de finalizar sus
estudios de medicina
en 1924, y su especialización
en Urología,
que terminó en 1926, en
el estado de la Florida,
al año siguiente, con tan
sólo 27 años, su
vida quedó marcada por
el signo inexorable
de la muerte.
En 1930 regresó a su tierra natal y fue testigo de unos años de efervescencia
política y cultural de gran intensidad en
Puerto Rico. Por momentos, pareció recuperarse
de su terrible enfermedad [tuberculosis]
y trabajó como médico en Humacao, Bayamón,
Naguabo y San Juan.
El poeta-médico, de mirada
penetrante, finos
ademanes y figura esbelta,
es un hombre que
sabe cultivar amigos. Son
frecuentes las
tertulias, las declamaciones
poéticas y la
buena oratoria. En ese
periodo vivió momentos
de febril actividad creadora
que le rindieron
excelentes frutos. El padre
Juan Vicente
Rivera Viera (1884-1953),
también poeta y
escritor, era uno de sus
mejores amigos.
Entre ambos era frecuente
el diálogo y la
comunicación epistolar
sobre poesía, arte,
filosofía y crítica literaria.
José Antonio Dávila durante sus años en búsqueda de su recuperación
en diferentes ciudades de los Estados Unidos,
tiene tiempo para leer, traducir, reflexionar
y escribir.
De sutil inteligencia,
atesoraba una cultura
oceánica. Regresó a su
amada patria junto
con sus familiares, y en
su querido Bayamón
vivió en su casita de enfermo,
que él llamaba
"Sancto Sanctorum",
lugar de recogimiento,
tertulia y soledad bajo
la sombra de un frondoso
flamboyán.
En 1940 el Ateneo Puertorriqueño publicó su libro Vendimia que, de acuerdo con José A. Balseiro:
"Con este libro la
literatura puertorriqueña
puede ufanarse de merecer
nuevas albricias.
Y en la lírica Hispanoamericana
fulgura otro
nombre distinguido: José
Antonio Dávila".
El laureado escritor no
sólo se destacó como
poeta, también escribió
prosa y como crítico
literario se preocupó por
la cultura nacional
puertorriqueña.
En 1940, con la publicación del libro Juegos y canciones infantiles de Puerto Rico de María Cadilla de Martínez, J.A. Dávila
señaló lo siguiente:
...se nos negó la enseñanza de nuestra propia
historia y
se nos apretujó el
esófago intelectual
con
una dieta de
tradiciones forasteras
designadas a reemplazar
las
tradiciones hispanoisleñas
que, por ley natural
y
coherencia histórica,
teníamos derecho
a
y necesidad
de aprender... |
J.A. Dávila escribió para las principales
revistas y periódicos del país. Colaboró
en Alma Latina, La Revista del Ateneo Puertorriqueño,
El Mundo, El Imparcial, el Puerto Rico Ilustrado
y La Correspondencia de Puerto Rico. Después
de su muerte, se publicaron Almacén de Baratijas (1942) Motivos de Tristán (1957) y Poemas (1964), con un prólogo de Laura Gallego.
Hombre de preocupaciones filosóficas y de angustioso sentimiento espiritual afirmaba:
"Creo en un
Dios que definir
no puedo.
Y amé el arte y a
Dios... a mi manera".
Ante su enfermedad
y consciente de la
proximidad
de la muerte, el
poeta asumió su destino
final como un hecho
natural "y a
la
tierra bajaremos
por esa milagrosa
ley que
rige los mundos en
cadencia divina".
La poesía de J.A.
Dávila es "de
acrisolada
y cristalina elevación
lírica", como
la describe Josefina
Rivera de Álvarez. |
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Puerto Rico Mío:
Four Decades of Change
Aclamada colección de
fotos del Puerto Rico
de principios del siglo pasado
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Para José Emilio González: "La poesía
de José Antonio Dávila parte del centro de
la experiencia humana, del Yo, de la vida
de la conciencia, en todo lo que ésta tiene
de sentires y pensares... En la poesía de
José Antonio Dávila está su alma entera,
de cuerpo presente".
AL PARTIR
(J.A. Dávila)
Quiero oir de tu
voz el suave timbre
que como una caricia
en mi alma dejas,
y contemplar la primorosa
urdimbre
esmaltada y sutil
de tus quejas.
Quiero verme otra
vez en tus pupilas
llenas de luz de
lágrimas, y quiero
bajo las negras y
curvadas filas
de tus pestañas,
verme prisionero.
Quiero antes de partir,
entre la palma
de tu nítida mano,
tenue y suave,
en un beso de amor,
dejarte el alma;
cerrar sobre él tus
dedos uno a uno,
para que vuele el
beso como un ave.
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Lea la biografía del padre de José Antonio:
Don Virgilio Dávila.
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