José P.H. Hernández
biografía; poema "A unos ojos astrales"
por Luis R. Negrón Hernández
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NICIA "PEACHE" Hernández sus estudios primarios y musicales
en Hatillo, su pueblo natal, con el maestro Manuel
Lacomba. En el 1907, se
muda a San Juan donde
refina sus habilidades
con el bombardino
(un instrumento de viento,
de metal) junto
al músico Liborio Milián.
Estudia francés, latín,
inglés, y más tarde
griego con su amigo de
siempre, el poeta
Padre Juan Rivera. En la
secundaria escribe
sus primeros versos y composiciones
musicales,
enamorado de la que sería
su esposa, Carmen
Sánchez (hija de don Felipe
Sánchez Goitía,
farmacéutico y dueño de
una botica en el
pueblo de Hatillo).
Por las noches, asistía
a las tertulias literarias
de Evaristo Chevremont
y Luis Lloréns Torres,
entre otros poetas de la entonces nueva escuela modernista, que
domina la métrica al estilo
de Rubén Darío.
Cultiva su estilo entre
amigos periodistas
y literarios.
Foto a la izquierda: Bombardino, instrumento
de viento, de contrabajo, similar al que
tocaba el poeta José P.H. (Polonio Hernández)
Hernández.
Su aspiración era ser médico, pero escaso
de recursos económicos no logró alcanzarla.
Se gradúa de farmacéutico en el 1912, profesión
que ejerció en Corozal y más tarde en Hatillo,
donde dirigió la banda musical. Ya casado,
pasa a Río Grande, donde también ejerce como
cirujano menor. Es en este pueblo donde nacen
sus tres hijos.
En el 1919, falleció uno de ellos, José Polonio.
Sus versos comienzan a reflejar el dolor
interno que el poeta experimentaba, a la
vez que se deterioraba su salud víctima de
la tuberculosis.
A sus temas de amor y la naturaleza, va incorporando
el de la muerte. En el 1921, se percibe en
el umbral de su muerte una melancolía que
recuerda a Bécquer y a Gautier Benítez, y
cuya angustia recoge su poemario.
Debilitados sus pulmones expiró en Río Grande,
a sólo 29 años de edad, uno de los más puros
y auténticos líricos de nuestras letras.
En el 1925, apareció por primera vez en su
libro póstumo "Cantos de la Sierra",
el sutil madrigal A unos ojos astrales, que incluyo a continuación:
Foto: Luis R. Negrón Hernández
- OJOS ASTRALES-
i Dios un día
cegara toda fuente de luz,
el universo se alumbraría
con esos ojos que tienes tú.
Pero si --- lleno de agrios enojos
por tal blasfemia--- tus lindos ojos
Dios te arrancase,
para que el mundo con la alborada
de tu pupila no se alumbrase;
aunque quisiera, Dios no podría
tender la Noche sobre la Nada....
Porque aún el mundo se alumbraría
¡con el recuerdo de tu mirada!
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