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Mensaje del Papa Francisco para
la Cuaresma:
Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza
ORIGEN DEL MIÉRCOLES DE CENIZA
y los
MENSAJES DEL PAPA BENEDICTO
XVI
«gestos concretos con el prójimo, sobre todo
con los más pobres y necesitados»
Y JUAN PABLO II PARA LA
CUARESMA
«Hay mayor felicidad en dar que en recibir»
ORIGEN
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"... la Cuaresma es un momento favorable
para convertirnos
al amor. Un amor que sepa
hacer suya la actitud
de compasión y misericordia
del Señor...".
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l Miércoles de Ceniza en la Iglesia Católica es el primer día
de la Cuaresma (ver mensaje
del Papa para
la Cuaresma, cuarenta días antes de la Pascua. En la
Iglesia primitiva, variaba la duración de
la Cuaresma, pero eventualmente comenzaba
seis semanas (42 días) antes de la Pascua.
Esto sólo daba por resultado 36 días de ayuno
(ya que se excluyen los domingos). En el
siglo VII se agregaron cuatro días antes
del primer domingo de cuaresma estableciendo
los cuarenta días de ayuno, para imitar el
ayuno de Cristo en el desierto.
Era práctica común en Roma
que los penitentes
comenzaran su penitencia
pública el primer
día de Cuaresma. Ellos
eran salpicados de
cenizas, vestidos en sayal
y obligados a
mantenerse lejos hasta
que se reconciliaran
con la Iglesia el Jueves
Santo o el Jueves
antes de la Pascua. Cuando
estas prácticas
cayeron en desuso (del
siglo VIII al X),
el inicio de la temporada
penitencial de
la Cuaresma fué simbolizada
colocando ceniza
en las cabezas de toda
la congregación.
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|
Hoy en día en la Iglesia, el Miércoles de
Ceniza, el cristiano
recibe una cruz en la
frente con las cenizas
obtenidas al quemar
las palmas usadas
en el Domingo de Ramos
previo. Esta tradición
de la Iglesia ha quedado
como un simple servicio
en algunas Iglesias
protestantes como
la anglicana y la luterana.
La Iglesia Ortodoxa
comienza la cuaresma
desde el lunes anterior
y no celebra el Miércoles
de Ceniza. - Pbro.
Baltasar López Bucio. |
Mensaje del Papa Benedicto XVI en Miércoles
de Ceniza
AYUNO, LIMOSNA, Y ORACIÓN PARA CONFORMARNOS
A CRISTO
enedicto XVI dedicó la catequesis de la audiencia
general de hoy, Miércoles
de Ceniza, celebrada
en la Plaza de San Pedro,
al tiempo litúrgico
de la Cuaresma, "el itinerario
que nos
llevará -dijo el Papa-
al Triduo pascual,
memoria de la pasión, muerte
y resurrección
del Señor y corazón del
misterio de nuestra
salvación".
Los cuarenta días de la
Cuaresma poseen,
explicó el Santo Padre,
una "indudable
fuerza evocadora" ya que
recuerdan muchos
de los acontecimientos
que jalonaron la vida
del Antiguo Israel, como
"los cuarenta
días del Diluvio Universal
que acabaron con
la alianza establecida
entre Dios y Noé"
o la permanencia de Moisés
en el Sinaí culminada
con la entrega de las Tablas
de la Ley".
"Este período -agregó- nos invita sobre
todo a revivir con
Jesús los cuarenta días
que transcurrió en
el desierto, orando y
ayunando antes de
emprender su misión pública.
También nosotros
emprendemos un camino de
reflexión y oración
con todos los cristianos
del mundo (...) En
todas las parroquias se
realiza hoy un gesto
austero y simbólico:
la imposición de
la ceniza. Las palabras
"acuérdate que polvo
eres y en polvo
te convertirás" evocan
nuestra condición
humana, mientras
la fórmula "convertios
y creed en el Evangelio"
nos invitan
a fundar nuestra
renovación personal, en
la adhesión firme
y confiada en el Evangelio". |
|
Juan Pablo II
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Español
Aprobación vaticana |
"El camino cuaresmal, acercándonos
a
Dios, nos permite mirar
con ojos nuevos a
los hermanos y a sus necesidades.
Por eso
la Cuaresma es un momento
favorable para
convertirnos al amor. Un
amor que sepa hacer
suya la actitud de compasión
y misericordia
del Señor, como recordé
en el título del
Mensaje para la Cuaresma:
"Al ver Jesús
a las gentes se compadecía
de ellas".
"La Iglesia, consciente
de su propia
misión en el mundo- concluyó
el Santo Padre-
no cesa de proclamar el
amor misericordioso
de Cristo que sigue dirigiendo
su mirada
a la humanidad de todos
los tiempos (...)
El ayuno y la limosna,
que, junto con la
oración, la Iglesia propone
de modo especial
en el período de Cuaresma,
son una ocasión
propicia para conformarnos
con esa "mirada".
AG/CUARESMA/... VIS 060301 (370)
La existencia cristiana es lucha sin tregua
contra el mal
ras una breve oración en la iglesia romana
de San Anselmo en la colina
del Aventino,
tuvo lugar la tradicional
procesión penitencial
a la cercana basílica de
Santa Sabina. Allí
Benedicto XVI presidió
la celebración de
la Eucaristía, pronunció
la homilía y bendijo
las cenizas que más tarde
se impusieron a
todos los participantes
en el rito.
"La procesión penitencial
con que hemos
empezado esta celebración
-dijo el Papa al
principio de su homilía-
nos ha ayudado a
entrar en el clima típico
de la Cuaresma
que es una peregrinación
personal y comunitaria
de conversión y renovación
espiritual".
El Santo Padre explicó
después que los ritos
cuaresmales como las"
estaciones"
o visita a las iglesias
que contienen reliquias
de los mártires y la misma
imposición de
las cenizas conservan su
valor siglo tras
siglo " porque recuerdan
cuanto sea
importante, también en
nuestra época, acoger
sin compromisos las palabras
de Jesús"
y "nos hacen entender
(...) que los
gestos exteriores deben
siempre estar acompañados
por la sinceridad del ánimo
y la coherencia
de las obras". |
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View from the Altar:
Reflections on the Rapidly Changing Catholic
Priesthood |
Refiriéndose a otro aspecto
de la espiritualidad
cuaresmal: el combate,
Benedicto XVI explicó
que "cada día, pero especialmente
en
Cuaresma, el cristiano
debe afrontar una
lucha, como la que Cristo
sostuvo en el desierto
de Judá". Por eso este
tiempo litúrgico
recuerda , "que la existencia
cristiana
es un combate sin tregua,
donde se usan las
armas de la oración, del
ayuno y la penitencia.
Luchar contra el mal, contra
cualquier forma
de egoísmo y odio(...)
es el itinerario ascético
que todo discípulo de Jesús
está llamado
a sostener".
"Seguir dócilmente al divino
Maestro
-subrayó el Santo Padre-
hace de los cristianos
testigos y apóstoles de
paz" y esa actitud
"nos ayuda a evidenciar
mejor cual debe
ser la respuesta cristiana
a la violencia
que amenaza la paz en el
mundo. De cierto,
no es la venganza, ni el
odio, ni tampoco
la fuga en un espiritualismo
falso".
"La respuesta es (...)
recorrer el camino
seguido por Aquel que frente
a los males
de su tiempo y de todos
los tiempos abrazo
decididamente la Cruz,
siguiendo el sendero
más largo, pero eficaz
del amor" que
debe traducirse en "gestos
concretos
con el prójimo, sobre todo
con los más pobres
y necesitados" y que
constituye uno
de los elementos esenciales
de la vida de
los cristianos, "llamados
por Jesús
a ser luz del mundo para
que los hombres,
viendo sus buenas obras
rindan gloria a Dios".
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Juan Pablo II:
Cruzando el umbral
de la esperanza
|
El Papa concluyó su homilía
recalcando la
oportunidad de esa sugerencia
"al inicio
de la Cuaresma para que
entendamos cada vez
más que " para la Iglesia,
la caridad
no es una especie de actividad
de asistencia
social (...) sino que pertenece
a su naturaleza
y es manifestación irrenunciable
de su propia
esencia".
HML/MIERCOLES CENIZA/... VIS 060302 (480)
Mensaje de Juan Pablo II en el Miércoles
de Ceniza
N LA AUDIENCIA general de hoy, Miércoles de Ceniza, el
Papa afirmó que "iniciamos
junto con
toda la Iglesia, un camino
de cuarenta días
de preparación para la
Pascua con el signo
austero de la imposición
de la ceniza, acompañado
por la exhortación de Cristo:
'Convertíos
y creed en el Evangelio'".
"A todos los seres
humanos -continuó-
se les recuerda de este
modo su condición
de pecadores, así como
la necesidad de penitencia
y de conversión. La fe
cristiana nos recuerda
que esta urgente invitación
a rechazar el
mal y a hacer el bien es
un don de Dios,
del que proviene toda realidad
buena para
la vida del hombre. Todo
tiene su origen
en la gratuita iniciativa
de Dios, que nos
ha creado para la felicidad
y orienta todas
las cosas hacia el verdadero
bien". |
|
Catecismo
de la Iglesia Católica
|
El Santo Padre señaló que el mensaje de Cuaresma
de este año está centrado
en la gratuidad
de la iniciativa de Dios
en nuestra vida.
(...) El camino de conversión
que hoy emprendemos
con confianza, entra plenamente
en este contexto
originario de amor y de
gratuidad. La limosna
y los gestos de caridad
que estamos invitados
a realizar especialmente
en este tiempo penitencial,
¿no son quizá una respuesta
a la gratuidad
de la gracia divina?".
"La sociedad actual tiene
una gran necesidad
de volver a descubrir el
valor de la gratuidad,
especialmente porque en
nuestro mundo a menudo
parece triunfar una lógica
que busca exclusivamente
el beneficio por encima
de todo. Frente a
la sensación difusa de
que todas las decisiones
y los gestos están dominados
por la lógica
de la compraventa del mercado
y del triunfo
de la ley del mayor provecho
posible, la
fe cristiana propone el
ideal de la gratuidad,
fundado en la libertad
de las personas, animadas
por auténtico amor".
Mensaje del Papa para la Cuaresma 2003
«Hay mayor felicidad en
dar que en recibir»
Queridos hermanos y hermanas:
1. La Cuaresma, tiempo «fuerte» de oración,
ayuno y atención a los
necesitados, ofrece
a todo cristiano la posibilidad
de prepararse
a la Pascua haciendo un
serio discernimiento
de la propia vida, confrontándose
de manera
especial con la Palabra
de Dios, que ilumina
el itinerario cotidiano
de los creyentes.
Este año, como guía para la reflexión cuaresmal,
quisiera proponer aquella frase de los Hechos
de los Apóstoles: «Hay mayor felicidad en
dar que en recibir» (20,35). No se trata
de un simple llamamiento moral, ni de un
mandato que llega al hombre desde fuera.
La inclinación a dar está radicada en lo
más hondo del corazón humano: toda persona
siente el deseo de ponerse en contacto con
los otros, y se realiza plenamente cuando
se da libremente a los demás. |
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Consecrated Religious
Life: The Changing
Paradigms |
2. Nuestra época está influenciada, lamentablemente,
por una mentalidad particularmente
sensible
a las tentaciones del egoísmo,
siempre dispuesto
a resurgir en el ánimo
humano. Tanto en el
ámbito social, como en
el de los medios de
comunicación, la persona
está a menudo acosada
por mensajes que insistente,
abierta o solapadamente,
exaltan la cultura de lo
efímero y lo hedonístico.
Aun cuando no falta una
atención a los otros
en las calamidades ambientales,
las guerras
u otras emergencias, generalmente
no es fácil
desarrollar una cultura
de la solidaridad.
El espíritu del mundo altera
la tendencia
interior a darse a los
demás desinteresadamente,
e impulsa a satisfacer
los propios intereses
particulares. Se incentiva
cada vez más el
deseo de acumular bienes.
Sin duda, es natural
y justo que cada uno, a
través del empleo
de sus cualidades personales
y del propio
trabajo, se esfuerce por
conseguir aquello
que necesita para vivir,
pero el afán desmedido
de posesión impide a la
criatura humana abrirse
al Creador y a sus semejantes.
¡Cómo son
válidas en toda época las
palabras de Pablo
a Timoteo: «el afán de
dinero es, en efecto,
la raíz de todos los males,
y algunos, por
dejarse llevar de él, se
extraviaron en la
fe y se atormentaron con
muchos dolores»,
(1 Timoteo 6, 10).
La explotación del hombre,
la indiferencia
por el sufrimiento ajeno,
la violación de
las normas morales, son
sólo algunos de los
frutos del ansia de lucro.
Frente al triste
espectáculo de la pobreza
permanente que
afecta a gran parte de
la población mundial,
¿cómo no reconocer que
la búsqueda de ganancias
a toda costa y la falta
de una activa y responsable
atención al bien común
llevan a concentrar
en manos de unos pocos
gran cantidad de recursos,
mientras que el resto de
la humanidad sufre
la miseria y el abandono?
Apelando a los creyentes
y a todos los hombres
de buena voluntad, quisiera
reafirmar un
principio en sí mismo obvio
aunque frecuentemente
incumplido: es necesario
buscar no el bien
de un círculo privilegiado
de pocos, sino
la mejoría de las condiciones
de vida de
todos. Sólo sobre este
fundamento se podrá
construir un orden internacional
realmente
marcado por la justicia
y solidaridad, como
es deseo de todos.
3. «Hay mayor felicidad en dar que en recibir».
El creyente experimenta
una profunda satisfacción
siguiendo la llamada interior
de darse a
los otros sin esperar nada.
El esfuerzo del cristiano
por promover la
justicia, su compromiso
de defender a los
más débiles, su acción
humanitaria para procurar
el pan a quién carece de
él, por curar a
los enfermos y prestar
ayuda en las diversas
emergencias y necesidades,
se alimenta del
particular e inagotable
tesoro de amor que
es la entrega total de
Jesús al Padre. El
creyente se siente impulsado
a seguir las
huellas de Cristo, verdadero
Dios y verdadero
hombre que, en la perfecta
adhesión a la
voluntad del Padre, se
despojó y humilló
a sí mismo, (cf. Filipenses
2,6 ss), entregándose
a nosotros con un amor
desinteresado y total,
hasta morir en la cruz.
Desde el Calvario
se difunde de modo elocuente
el mensaje del
amor trinitario a los seres
humanos de toda
época y lugar.
San Agustín observa que
sólo Dios, el Sumo
Bien, es capaz de vencer
las miserias del
mundo. Por tanto, de la
misericordia y el
amor al prójimo debe brotar
una relación
viva con Dios y hacer constante
referencia
a Él, ya que nuestra alegría
reside en estar
cerca de Cristo (cf. «De
civitate Dei», Lib.
10, cap. 6; CCL 39, 1351
ss).
4. El Hijo de Dios nos ha amado primero, «siendo
nosotros todavía pecadores»,
(Romanos 5,
8), sin pretender nada,
sin imponernos ninguna
condición a priori. Frente
a esta constatación,
¿cómo no ver en la Cuaresma
la ocasión propicia
para hacer opciones decididas
de altruismo
y generosidad? Como medios
para combatir
el desmedido apego al dinero,
este tiempo
propone la práctica eficaz
del ayuno y la
limosna. Privarse no sólo
de lo superfluo,
sino también de algo más,
para distribuirlo
a quien vive en necesidad,
contribuye a la
negación de sí mismo, sin
la cual no hay
auténtica praxis de vida
cristiana. Nutriéndose
con una oración incesante,
el bautizado demuestra,
además, la prioridad efectiva
que Dios tiene
en la propia vida.
Es el amor de Dios infundido
en nuestros
corazones el que tiene
que inspirar y transformar
nuestro ser y nuestro obrar.
El cristiano
no debe hacerse la ilusión
de buscar el verdadero
bien de los hermanos, si
no vive la caridad
de Cristo. Aunque lograra
mejorar factores
sociales o políticos importantes,
cualquier
resultado sería efímero
sin la caridad. La
misma posibilidad de darse
a los demás es
un don y procede de la
gracia de Dios. Cómo
san Pablo enseña, «Dios
es quien obra en
vosotros el querer y el
obrar, como bien
le parece» (Filipenses
2, 13).
5. Al hombre de hoy, a menudo insatisfecho
por una existencia vacía
y fugaz, y en búsqueda
de la alegría y el amor
auténticos, Cristo
le propone su propio ejemplo,
invitándolo
a seguirlo. Pide a quién
le escucha que desgaste
su vida por los hermanos.
De tal dedicación
surge la realización plena
de sí mismo y
el gozo, como lo demuestra
el ejemplo elocuente
de aquellos hombres y mujeres
que, dejando
sus seguridades, no han
titubeado en poner
en juego la propia vida
como misioneros en
muchas partes del mundo.
Lo atestigua la
decisión de aquellos jóvenes
que, animados
por la fe, han abrazado
la vocación sacerdotal
o religiosa para ponerse
al servicio de la
«salvación de Dios». Lo
verifica el creciente
número de voluntarios,
que con inmediata
disponibilidad se dedican
a los pobres, a
los ancianos, a los enfermos
y a cuantos
viven en situación de necesidad.
Recientemente se ha asistido
a una loable
competición de solidaridad
con las víctimas
de los aluviones en Europa,
del terremoto
en América Latina y en
Italia, de las epidemias
en África, de las erupciones
volcánicas en
Filipinas, sin olvidar
otras zonas del mundo
ensangrentadas por el odio
o la guerra.
En estas circunstancias
los medios de comunicación
social desarrollan un significativo
servicio,
haciendo más directa la
participación y más
viva la disponibilidad
para ayudar a quién
se encuentra en el sufrimiento
y la dificultad.
A veces no es el imperativo
cristiano del
amor lo que motiva la intervención
en favor
de los demás, sino una
compasión natural.
Pero quien asiste al necesitado
goza siempre
de la benevolencia de Dios.
En los Hechos
de los Apóstoles se lee
que la discípula
Tabita se salvó porque
hizo bien al prójimo
(cf. 9,36 ss). El centurión
Cornelio alcanzó
la vida eterna por su generosidad
(cf. ibíd
10,1-31).
Para los «alejados», el
servicio a los pobres
puede ser un camino providencial
para encontrarse
con Cristo, porque el Señor
recompensa con
creces cada don hecho al
prójimo (cf. Mateo
25, 40).
Deseo de corazón que la
Cuaresma sea para
los creyentes un período
propicio para difundir
y testimoniar el Evangelio
de la caridad
en todo lugar, ya que la
vocación a la caridad
representa el corazón de
toda auténtica evangelización.
Para ello invoco la intercesión
de María,
Madre de la Iglesia. Que
Ella nos acompañe
en el itinerario cuaresmal.
Con estos sentimientos
bendigo a todos con afecto.
Vaticano, 2003
JOANNES PAULUS II
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