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¿Segundos matrimonios?
He aquí algunas sugerencias a tener en cuenta |
Por Jorge Ambert, S.J.
Lea también de Ambert S.J. El matrimonio: ¿un animal en extinción?
Casados "para" la Iglesia
Ver notas biográficas de Jorge Ambert, S.J.
¿SEGUNDOS MATRIMONIOS?
n este tipo de tema es obligado la cita del Quijote: "Nunca
segundas partes fueron buenas". Principio
absoluto del que el mismo Quijote es ya la
primera excepción. Lo mismo decimos del segundo
matrimonio; tiende uno a pensar que no será
bueno, pero en muchísimos casos equivale
al verdadero matrimonio que no se pudo lograr
la primera vez. Bueno, la consideración es
más compleja que eso. |
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Se pueden dar los siguientes
casos:
El viudo(a) que resuelve entrar en nuevo matrimonio; el que ya casado(a)
vive una relación extramatrimonial y se divorcia
al fin para irse con la nueva persona; la
persona religiosa que se metió en un matrimonio
civil, que humanamente es un desastre, y
acaba en divorcio, sintiendo que no sólo
se libra de un yugo humano, sino que restaura
su situación religiosa ante Dios y la Iglesia.
Cada una de estas parejas comienza con zapatas
distintas a la hora de construir su felicidad
conyugal.
He aquí los posibles resultados
de estos
segundos matrimonios:
1. El que no sirve. Sencillamente porque el problema es la persona
misma del que se casa. Mientras no remedie
su forma torcida de pensar del matrimonio,
o los defectos de personalidad que imposibilitan
su relación con otra persona, seguirá lo
mismo. Lo dice el refrán: "la fiebre
no está en la sábana".
2. El que no sirve, porque se mete la persona insensatamente
en la nueva relación con el objetivo de salir
cuanto antes de la soledad o la indefensión
en que se encontró al divorciarse. O con
el deseo de olvidar el fracaso anterior. |
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En este caso no se da tiempo
para un verdadero
noviazgo, para conocer
más profundamente
al nuevo cónyuge. La idea
es llenar el vacío
con lo que aparezca, y
como todo lo nuevo
normalmente aparece maravilloso
a primera
vista... Son las segundas
relaciones en que
se entra sin haber superado
la pena o los
traumas que dejó la relación
anterior. Se
repite, entonces, (con
una supuesta madurez
por la edad) la situación
de los novios que
ya a los tres o seis meses
de noviazgo están
locos por casarse. Y peor,
si al poco tiempo
de conocerse comienzan
a vivir como "marinovios",
con vida sexual o convivencia
esporádica,
"como si nada"...
3. El que no sirve, porque arrastra la culpabilidad
por haber sido el o la causante de la ruptura
anterior. O la culpabilidad religiosa de
haber entrado a un matrimonio que no se puede
bendecir ante los ojos de Dios, con la consecuencia
de ser tildada su vida de pecaminosa, con
exclusión -por tanto- de los sacramentos
de la Iglesia.
Pero, sea cual sea, el estado existencial de esta pareja, hay una situación
de la cual no podrán escapar
fácilmente (también
los que encuentran en la
nueva relación la
bendición y vida a que
tenían derecho y que
no consiguieron en totalidad
con la primera
pareja). Y es el problema
de los hijos habidos
en los matrimonios anteriores,
habiten o
no con ellos en el nuevo
hogar.
Yo lo suelo disparar como
axioma: los segundos
matrimonios con hijos anteriores
van a tener
problemas. Me parece que
resuenan en el aire
las frases destempladas
que revelan ese conflicto:
"Yo me casé contigo, no con tus hijos".
"O soy yo la esposa, o lo es tu hija".
"Tu no eres mi padre para mandarme...".
"Tu eres la madre; la responsabilidad
te toca a ti".
"Que su padre sea quien le pague el
colegio".
"Tu no tienes derecho a regañar a mis
hijos".
"Yo no voy a pasarle ese dinero para
que ella se lo goce con el otro".
"Ese hijo no es mío; que lo pague el
otro".
"No puedo abandonar a mi hijo; pasaré
con él los fines de semana". |
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Cuando se trata del varón-padre parece que el problema se acentúa. Y así
encuentro que el padre
que descuidó a sus
hijos cuando vivía con
ellos, se convierte
en un padrazo cuando ya
se declaró el divorcio.
Posiblemente sea una forma
de redimirse de
la culpabilidad del matrimonio
roto. El problema
es que entonces ni cumplen
en totalidad con
el primero (se convierten
en el padre tongoneador,
que lo compra todo), o
roban tiempo o esfuerzos
al segundo matrimonio.
En el noviazgo de estas parejas sucede como en los otros: nada parece problema;
"se que son sus hijos
y los respeto".
O tal vez se imaginan que
el hijo de él estará
siempre con la madre en
otro lado, y a lo
más vendrá a visitar a
su casa; pero cuando
la madre se lo entrega
al padre, como una
especie de "regalo
de bodas" en
forma de venganza por sus
heridas, entonces
la historia es otra.
He aquí algunas sugerencias
a tener en cuenta
en estos conflictos:
1. Durante el noviazgo concierta acuerdos claros,
incluso escritos, de qué te tocará a ti y
qué no.
2. Para prever abusos en los bienes se podría pensar en las conocidas
'capitulaciones matrimoniales',
(tan poco
aconsejables en situaciones
normales) disponiendo
la separación de
todos los bienes que puedan
adquirirse durante
el nuevo matrimonio o
haciendo constar
que los frutos de los bienes
privativos, pólizas
de seguro, etc. permanecerán
tales.
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2. Que si los hijos anteriores viven en el nuevo
hogar, los acuerdos que afectan a estos hijos
se tomen por ambos cónyuges,
como un bloque,
sin que se quite la autoridad
al que no es
padre.
3. Que si estos acuerdos no se pueden tomar, el cónyuge no-padre renuncie explícitamente
a tomar decisiones sobre el hijo. Es una
renuncia por bien de paz y, desde luego,
sin comprometer ante el hijo el puesto del
cónyuge como el hombre o la mujer de la casa.
De no poder acordarse esto, la disyuntiva
que se le presentará al cónyuge es si se
queda con el hijo o con su esposo(a). En
un caso así para nosotros la solución es
clara: el amor conyugal precede al filial.
Ciertamente, los dolores serán inevitables,
lo que nos hace pensar si una nueva unión
fue solución verdadera y para quién.
Le invitamos a leer también de Jorge Ambert, S.J.: El matrimonio: ¿un animal en extinción?
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