Vaticano: Carta sobre la colaboración
del hombre y la mujer
en la Iglesia y el mundo
Fin y contenido del documento
de la Congregación para
la Doctrina de la
Fe
Promocionar la defensa de la mujer
Pastoral para grupos de madres solteras
Una sonrisa tras la tapia
Te quiero tal y como eres
La vocación a la santidad
Origen histórico del Kyrie eléison
Vivir en adhesión a la voluntad divina
CIUDAD DEL VATICANO
-
l documento de la Congregación para la Doctrina
de la Fe titulado "Carta a los Obispos de la
Iglesia Católica sobre la colaboración del
hombre y la mujer en la Iglesia y el mundo",
fechado el 31 de mayo de 2004, fue aprobado
por el Santo Padre durante una audiencia
con el cardenal Joseph Ratzinger, prefecto
de ese dicasterio, y ordenó su publicación
en varios idiomas.
La carta, de 37 páginas,
consta de una introducción,
cuatro capítulos
y una conclusión.
Los capítulos
se titulan: I El
problema; II Los
datos fundamentales
de la antropología
bíblica; III La actualidad
de los valores femeninos
en la vida de la
sociedad; y, IV La
actualidad de los
valores
femeninos en la vida
de la Iglesia. |
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"Las presentes reflexiones se proponen,
además, como punto de partida de profundización
dentro de la Iglesia, y para instaurar un
diálogo con todos los hombres y mujeres de
buena voluntad, en la búsqueda sincera de
la verdad y el compromiso común de desarrollar
relaciones siempre más auténticas".
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El arzobispo Angelo Amato, S.D.B., secretario de la Congregación para
la Doctrina de la Fe, ha
explicado el fin
y el contenido del documento
en una entrevista
a Radio Vaticano, que reproducimos
a continuación.
FIN Y CONTENIDO DEL DOCUMENTO
Radio Vaticano: "Tras la 'Mulieres dignitatem'
(15 de agosto de 1988)
y la Carta a las mujeres
(29 de junio de 1995),
del Santo Padre Juan
Pablo II, ¿qué dice de
nuevo sobre la mujer
esta intervención doctrinal
de la Congregación
para la Doctrina de la
Fe?"
Arzobispo Amato: La novedad
reside en la
respuesta a dos tendencias
bien delineadas
en la cultura contemporánea.
La primera tendencia subraya fuertemente la
condición de subordinación
de la mujer, que
para ser ella misma tendría
que constituirse
en antagonista del hombre.
Se plantea, por
lo tanto, una rivalidad
radical entre los
sexos, según la cual la
identidad y el rol
de uno son asumidos en
desventaja del otro.
Para evitar esta contraposición,
hay una
segunda corriente que tiende
a cancelar las
diferencias entre los dos
sexos. La diferencia
corporal, llamada sexo,
se minimiza y se
considera un simple efecto
de los condicionamientos
socio-culturales. Se evidencia,
así, como
máximo, la dimensión estrictamente
cultural,
llamada género. De ahí
nace el cuestionamiento
de la índole natural de
la familia, compuesta
por padre y madre, la equiparación
de la
homosexualidad a la heterosexualidad,
la
propuesta de una sexualidad
polimorfa.
R.V. ¿Cuál es la raíz de esta última tendencia?
A.A: Según esta perspectiva
antropológica,
la naturaleza humana no
lleva en sí misma
características que se
impondrían de manera
absoluta: toda persona
podría o debería configurarse
según sus propios deseos,
ya que sería libre
de toda predeterminación
biológica.
Frente a estas concepciones
erróneas la Iglesia
reafirma algunos aspectos
esenciales de la
antropología cristiana
fundados en los datos
revelados en la Sagrada
Escritura.
R.V: ¿Qué dice la Biblia al respecto?
A.A. La parte más amplia
del documento está
dedicada a una meditación
sapiencial de los
textos bíblicos sobre la
creación del hombre
y la mujer.
El primer texto del Génesis,
1,1-2,4, describe
la potencia creadora de
Dios que obra realizando
distinciones en el caos
primigenio (luz,
tinieblas, mar, tierra,
plantas, animales)
creando en fin al ser humano
'a imagen de
Dios le creó, hombre y
mujer los creó'.
La segunda narración de
la creación (Gn 2,4-25)
confirma la importancia
esencial de la diferencia
sexual. Al lado del primer
hombre, Adán,
Dios coloca a la mujer,
creada de su misma
carne y envuelta por el
mismo misterio.
R.V ¿Qué significa?
A.A: El texto bíblico ofrece tres importantes indicaciones.
El ser humano es una persona,
de igual manera
el hombre y la mujer. Están
en relación recíproca.
En segundo lugar, el cuerpo
humano, marcado
por el sello de la masculinidad
o la feminidad,
está llamado a existir
en la comunión y en
el don recíproco. Por esto
el matrimonio
es la primera y fundamental
dimensión de
esta vocación.
En tercer lugar, si bien trastornadas y obscurecidas
por el pecado, estas disposiciones
originarias
del Creador no podrán ser
nunca anuladas.
La antropología bíblica
por tanto sugiere
afrontar desde un punto
de vista relacional,
no competitivo ni de revancha,
los problemas
que a nivel público o privado
suponen la
diferencia de sexos.
R.V. ¿Hay otras indicaciones bíblicas?
A.A.: La carta ofrece consideraciones teológicas
sobre la perspectiva esponsal
de la salvación.
En el Antiguo Testamento,
por ejemplo, se
configura una historia
salvífica que pone
simultáneamente en juego
la participación
de lo masculino y de lo
femenino mediante
las metáforas de esposo-esposa
y de alianza.
Se trata de un léxico nupcial
que orienta
al lector sea hacia la
figura masculina del
Siervo sufriente que documento
de la Congregación
para la Doctrina de la
Fe hacia aquella femenina
de Sión.
En el Nuevo Testamento
se cumplen todas estas
prefiguraciones. Por una
parte María, como
la hija elegida de Sión,
recapitula la condición
de Israel-esposa a la espera
del día de su
salvación. Por otra parte,
en Jesús, que
asume en su persona el
amor de Dios por su
pueblo, como el amor de
un esposo por su
esposa.
San Pablo desarrolla todo el sentido nupcial
de la redención concibiendo
la vida cristiana
como un misterio nupcial
entre Cristo y su
esposa, la Iglesia. Injertados
en este misterio
de gracia, los esposos
cristianos, no obstante
el pecado y sus consecuencias,
pueden vivir
su unión en el amor y la
fidelidad recíprocos.
La consecuencia es que
el hombre y la mujer
no advierten ya sus diferencias
en términos
de rivalidad y oposición,
sino en términos
de armonía y colaboración.
R.V ¿Cuál es la aportación de lo femenino a la
sociedad?
A.A La mujer, diversamente del hombre, tiene un
carisma propio que se ha
dado en llamar "la
capacidad de acogida del
otro". Se trata
de una intuición unida
a su capacidad física
de dar la vida, que la
orienta al crecimiento
y a la protección de los
otros. Es el 'genio
de la mujer' que le permite
adquirir muy
pronto madurez, sentido
de responsabilidad,
respeto por lo concreto,
resistencia ante
las adversidades. Este
patrimonio virtuoso
impulsa a las mujeres a
estar presentes activamente
en la familia y en la sociedad,
proponiendo
soluciones innovadoras
a los problemas económicos
y sociales.
R.V. ¿Cómo se concilia en la mujer el trabajo
con su papel en la familia?
A.A. Se trata de un problema
importante.
La sociedad debe valorar
adecuadamente el
trabajo desarrollado por
las mujeres en la
familia y en la educación
de los hijos, reconociendo
su valor en el ámbito social
y económico.
R.V. ¿Cómo se configura hoy la aportación de la
mujer a la vida de la Iglesia?
A.A. En la Iglesia el signo de la mujer es más
que nunca central y fecundo.
Ya desde el
principio la Iglesia se
consideró una comunidad
vinculada a Cristo por
una relación de amor.
En tal sentido, la Iglesia,
esposa de Cristo,
ha visto siempre en María
su madre y modelo.
Aprende de ella algunos
comportamientos fundamentales
como la acogida en la fe
de la palabra de
Dios y el conocimiento
profundo de la intimidad
con Jesús y de su amor
misericordioso.
La referencia a María,
con sus disposiciones
de escucha, de acogida,
de humildad, fidelidad,
alabanza y espera, coloca
a la Iglesia en
continuidad con la historia
espiritual de
Israel. Aun siendo estas
actitudes comunes
en cada bautizado, de hecho
es característico
de la mujer vivirlas con
una intensidad y
una naturalidad particulares.
Así, las mujeres
tienen un papel de la mayor
importancia en
la Iglesia, pasando a ser
modelo y testigo
para todos los cristianos
de cómo la Esposa
debe corresponder al amor
del Esposo. De
esa manera contribuye de
forma única a manifestar
el rostro de la Iglesia
como madre de los
creyentes.
R.V ¿Le gustaría añadir unas palabras para terminar?
A.A. Las palabras de conclusión
son dos:
redescubrimiento y conversión.
Redescubrimiento
de la dignidad común del
hombre y la mujer,
en el reconocimiento recíproco
y en la colaboración.
Conversión por parte del
hombre y de la mujer
a su identidad originaria
de 'imagen de Dios',
cada uno según su propia
gracia.
INTRODUCCIÓN DE LA CARTA
"Experta en humanidad, la Iglesia ha estado
siempre interesada en todo
lo que se refiere
al hombre y a la mujer.
En estos últimos
tiempos se ha reflexionado
mucho acerca de
la dignidad de la mujer,
sus derechos y deberes
en los diversos sectores
de la comunidad
civil y eclesial. Habiendo
contribuido a
la profundización de esta
temática fundamental,
particularmente con la
enseñanza de Juan
Pablo II, la Iglesia se
siente ahora interpelada
por algunas corrientes
de pensamiento, cuyas
tesis frecuentemente no
coinciden con la
finalidad genuina de la
promoción de la mujer.
"Este documento, después
de una breve
presentación y valoración
crítica de algunas
concepciones antropológicas
actuales, desea
proponer reflexiones inspiradas
en los datos
doctrinales de la antropología
bíblica, que
son indispensables para
salvaguardar la identidad
de la persona humana. Se
trata de presupuestos
para una recta comprensión
de la colaboración
activa del hombre y la
mujer en la Iglesia
y el mundo, en el reconocimiento
de su propia
diferencia. Las presentes
reflexiones se
proponen, además, como
punto de partida de
profundización dentro de
la Iglesia, y para
instaurar un diálogo con
todos los hombres
y mujeres de buena voluntad,
en la búsqueda
sincera de la verdad y
el compromiso común
de desarrollar relaciones
siempre más auténticas".
Lea aquí el texto completo de la Carta
FUENTE:
CIUDAD DEL VATICANO, 31
JUL 2004 (VIS)
CDF / CARTA: COLABORACIÓN
/ RATZINGER: AMATO
VIS 040731 (1500)
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