Encíclica "Ecclesia de Eucharistia"
(Iglesia de Eucaristía)
Juan Pablo II
Encíclicas de Juan Pablo II
Comunión y contemplación eucarística
Encíclica Caritas in veritate
Carta apostólica de Juan Pabo II sobre el
rosario
Comentarios del Vaticano sobre Encíclica
Dios es amor
Libros escritos por Ratzinger (Nuevo papa
Benedicto XVI)
Año Eucarístico: sugerencias y propuestas
para parroquias y diócesis
El Papa y la apertura del Congreso Eucarístico
en México
Carta apostólica: Señor, quédate con nosotros
Manual del Congreso: Programa, Delegados,
Himno, etc.
La Arquidiócesis de Guadalajara y el Congreso
Eucarístico
Origen histórico del Kyrie eléison
Eucaristía : presencia real
Oración para después de comulgar
Encíclica Dios es amor : síntesis
Sínodo eucarístico: más noticias, documentos
Libros, devociones, documentos, encíclicas
sobre la Eucaristía
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"La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad
no expresa solamente
una experiencia cotidiana
de fe, sino que encierra
en síntesis el núcleo
del misterio de la
Iglesia".
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urante la Santa Misa en la Cena del Señor,
de este jueves 17 de abril
del 2003, Juan
Pablo II firmó la Carta
Encíclica "Ecclesia
de Eucharistia" dirigida
a los obispos,
presbíteros y diáconos,
a las personas consagradas
y a todos los fieles laicos
sobre la Eucaristía
en su relación con la Iglesia.
Esta decimocuarta encíclica
de Juan Pablo
II consta de una introducción,
seis capítulos
y una conclusión. Ha sido
publicada en inglés,
francés, español, italiano,
alemán, portugués
y latín. Ofrecemos a continuación
extractos
del documento:
INTRODUCCIÓN
El documento, de seis capítulos y una conclusión,
señala en su introducción
que el Sacrificio
eucarístico, “fuente y
cima de toda la vida
cristiana”, engloba todo
bien espiritual
de la Iglesia, es decir,
Cristo mismo que
se ofrece al Padre para
la redención del
mundo. Al celebrar este
“misterio de la fe”,
la Iglesia hace perennemente
“contemporáneo”
el Triduo Pascual a todos
los hombres de
todos los siglos.
"a Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia
cotidiana de fe, sino que
encierra en síntesis
el núcleo del misterio
de la Iglesia".
"Desde que inicié mi ministerio de Sucesor
de Pedro, he reservado
siempre para el Jueves
Santo, día de la
Eucaristía y del Sacerdocio,
un signo de particular
atención, dirigiendo
una carta a todos
los sacerdotes del mundo.
Este año, para mí
el vigésimo quinto de Pontificado,
deseo involucrar
más plenamente a toda la
Iglesia en esta reflexión
eucarística, para
dar gracias a Dios
también por el don de
la Eucaristía y del
Sacerdocio: 'Don y misterio'.
(...) ¿Cómo no sentir
la necesidad de exhortar
a todos a que hagan
de ella siempre una renovada
experiencia?". |
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Documentos Eucarísticos para el nuevo milenio |
"La Eucaristía, presencia salvadora
de Jesús en la comunidad
de los fieles y
su alimento espiritual,
es de lo más precioso
que la Iglesia puede tener
en su caminar
por la historia".
"No hay duda de que la
reforma litúrgica
del Concilio ha tenido
grandes ventajas para
una participación más consciente,
activa
y fructuosa de los fieles
en el Santo Sacrificio
del altar. (...) La participación
devota
de los fieles en la procesión
eucarística
en la solemnidad del Cuerpo
y la Sangre de
Cristo es una gracia de
Dios, que cada año
llena de gozo a quienes
toman parte en ella".
"Junto a estas luces, no faltan sombras.
En efecto, hay sitios
donde se constata un
abandono casi total
del culto de adoración
eucarística. A esto
se añaden, en diversos
contextos eclesiales,
ciertos abusos que
contribuyen a oscurecer
la recta fe y la
doctrina católica
sobre este admirable Sacramento.
Se nota a veces una
comprensión muy limitada
del Misterio eucarístico.
Privado de su valor
de sacrificio, se
vive como si no tuviera
otro significado
y valor que el de un encuentro
convivial fraterno.
Además, queda a veces
oscurecida la necesidad
del sacerdocio ministerial,
que se funda en la
sucesión apostólica, y
la sacramentalidad
de la Eucaristía se reduce
únicamente a la eficacia
del anuncio.
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God Is Near Us
Joseph Cardinal
Ratzinger |
También por eso, aquí y allá, surgen iniciativas
ecuménicas que, aun siendo
generosas en su
intención, transigen con
prácticas eucarísticas
contrarias a la disciplina
con la cual la
Iglesia expresa su fe.
¿Cómo no manifestar
profundo dolor por todo
esto? La Eucaristía
es un don demasiado grande
para admitir ambigüedades
y reducciones. Confío en
que esta Carta encíclica
contribuya eficazmente
a disipar las sombras
de doctrinas y prácticas
no aceptables, para
que la Eucaristía siga
resplandeciendo con
todo el esplendor de su
misterio".
I. MISTERIO DE LA FE
El primer capítulo, titulado “Misterio de
la fe”, el Pontífice explica
el valor de
la Eucaristía que, por
el ministerio del
sacerdote, hace sacramentalmente
presente
en cada Misa el cuerpo
y la sangre del Señor
para la salvación del mundo.
Al respecto,
el Santo Padre señala que
la celebración
de la Eucaristía no es
una mera “repetición”
de la Pascua de Cristo,
su multiplicación
en el tiempo y los diversos
lugares, sino
el único sacrificio de
la Cruz que se hace
presente hasta el fin de
los tiempos. Así,
como prenda del Reino futuro,
la Eucaristía
“estimula el sentido de
responsabilidad de
los creyentes respecto
al mundo presente”,
donde los más débiles,
los más pequeños y
los más pobres esperan
la atención de alguien
que, con su solidaridad,
les ayude a esperar.
"Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, memorial de la muerte y resurrección de
su Señor, se hace realmente
presente este
acontecimiento central
de salvación y 'se
realiza la obra de nuestra
redención'. (...)
Misterio: Misterio grande,
Misterio de misericordia.
¿Qué más podía hacer Jesús
por nosotros?
Verdaderamente, en la Eucaristía
nos muestra
un amor que llega 'hasta
el extremo', un
amor que no conoce medida".
"La Misa hace presente
el sacrificio
de la Cruz, no se le añade
y no lo multiplica.
(...) La naturaleza sacrificial
del Misterio
eucarístico no puede ser
entendida, por tanto,
como algo aparte, independiente
de la Cruz
o con una referencia solamente
indirecta
al sacrificio del Calvario".
II. LA EUCARISTÍA EDIFICA
LA IGLESIA
“La Eucaristía edifica la Iglesia” es el
tema del segundo capítulo,
que Juan Pablo
II dedica a explicar cómo
el Pan y el Vino
son la fuerza que da unidad
a la Iglesia.
“Ésta se une a su Señor que, bajo la apariencia
de las especies eucarísticas,
habita en ella
y la edifica”. Lo adora
no solamente durante
la Santa Misa, sino en
todo momento, custodiándolo
como su más preciado “tesoro”.
Este misterio
tiene lugar porque, según
el Santo Padre,
al recibir la Eucaristía,
el fiel no sólo
recibe a Cristo, sino que
es acogido por
Cristo, que lo une a todos
los demás miembros
de la Iglesia. "Con la
comunión eucarística
la Iglesia consolida también
su unidad como
cuerpo de Cristo".
"El culto que se da a la Eucaristía fuera de la Misa es de un valor inestimable
en la vida de la Iglesia.
Dicho culto está
estrechamente unido a la
celebración del
Sacrificio eucarístico.
La presencia de Cristo
bajo las sagradas especies
que se conservan
después de la Misa ¿presencia
que dura mientras
subsistan las especies
del pan y del vino?,
deriva de la celebración
del Sacrificio y
tiende a la comunión sacramental
y espiritual.
Corresponde a los Pastores
animar, incluso
con el testimonio personal,
el culto eucarístico,
particularmente la exposición
del Santísimo
Sacramento y la adoración
de Cristo presente
bajo las especies eucarísticas.
(...) ¿Cómo
no sentir una renovada
necesidad de estar
largos ratos en conversación
espiritual,
en adoración silenciosa,
en actitud de amor,
ante Cristo presente en
el Santísimo Sacramento?
¿Cuántas veces, mis queridos
hermanos y hermanas,
he hecho esta experiencia
y en ella he encontrado
fuerza, consuelo y apoyo!".
III. APOSTOLICIDAD DE LA
EUCARISTÍA Y DE
LA IGLESIA
El capítulo tercero, “apostolicidad de la
Eucaristía y de la Iglesia”,
está dedicado
a explicar cómo no hay
verdadera Eucaristía
sin el Obispo, Sucesor
de los Apóstoles y
a través de quién proviene
a cada sacerdote
la potestad de transformar
el pan en Cuerpo
del Señor. Al respecto
el Papa indica que
“quien ‘hace’ la Eucaristía
actúa en persona
de Cristo Cabeza”; por
eso no posee ni puede
disponer de la Eucaristía,
sino que es siervo
para el bien de la comunidad
de los redimidos.
De esto se sigue que la
comunidad cristiana
no “posee” la Eucaristía,
sino que la recibe
como don.
"La Iglesia celebra la Eucaristía a lo largo de los siglos precisamente en
continuidad con la acción
de los Apóstoles,
obedientes al mandato del
Señor".
"El ministerio de los sacerdotes,
en
virtud del sacramento del
Orden, en la economía
de salvación querida por
Cristo, manifiesta
que la Eucaristía celebrada
por ellos es
un don que supera radicalmente
la potestad
de la asamblea y es insustituible
en cualquier
caso para unir válidamente
la consagración
eucarística al sacrificio
de la Cruz y a
la Última Cena.
"La asamblea que se reúne
para celebrar
la Eucaristía necesita
absolutamente, para
que sea realmente asamblea
eucarística, un
sacerdote ordenado que
la presida. Por otra
parte, la comunidad no
está capacitada para
darse por sí sola el ministro
ordenado. Éste
es un don que recibe a
través de la sucesión
episcopal que se remonta
a los Apóstoles".
"Los fieles católicos,
por tanto, aun
respetando las convicciones
religiosas de
los hermanos separados,
deben abstenerse
de participar en la comunión
distribuida
en sus celebraciones, para
no avalar una
ambigüedad sobre la naturaleza
de la Eucaristía
y, por consiguiente, faltar
al deber de dar
un testimonio claro de
la verdad. Eso retardaría
el camino hacia la plena
unidad visible.
De manera parecida, no
se puede pensar en
reemplazar la santa Misa
dominical con celebraciones
ecuménicas de la Palabra
o con encuentros
de oración en común con
cristianos miembros
de dichas Comunidades eclesiales,
o bien
con la participación en
su servicio litúrgico.
Estas celebraciones y encuentros,
en sí mismos
loables en circunstancias
oportunas, preparan
a la deseada comunión total,
incluso eucarística,
pero no pueden reemplazarla".
"El sacrificio eucarístico
(...) es
el centro y raíz de toda
la vida del presbítero.
Se entiende, pues, lo importante
que es para
la vida espiritual del
sacerdote, como para
el bien de la Iglesia y
del mundo, que ponga
en práctica la recomendación
conciliar de
celebrar cotidianamente
la Eucaristía",
encontrando en ella, "verdadero
centro
de su vida y de su ministerio,
la energía
espiritual necesaria para
afrontar los diversos
quehaceres pastorales.
Cada jornada será
así verdaderamente eucarística".
"Del carácter central de
la Eucaristía
en la vida y en el ministerio
de los sacerdotes
se deriva también su puesto
central en la
pastoral de las vocaciones
sacerdotales".
Cristo "se sirve menudo
del ejemplo
de la caridad pastoral
ferviente de un sacerdote
para sembrar y desarrollar
en el corazón
del joven el germen de
la llamada al sacerdocio".
"Cuando, por escasez de
sacerdotes,
se confía a fieles no ordenados
una participación
en el cuidado pastoral
de una parroquia,
éstos han de tener presente
que, como enseña
el Concilio Vaticano II,
'no se construye
ninguna comunidad cristiana
si ésta no tiene
como raíz y centro la celebración
de la sagrada
Eucaristía'. Por tanto,
considerarán como
cometido suyo el mantener
viva en la comunidad
una verdadera 'hambre'
de la Eucaristía,
que lleve a no perder ocasión
alguna de tener
la celebración de la Misa,
incluso aprovechando
la presencia ocasional
de un sacerdote que
no esté impedido por el
derecho de la Iglesia
para celebrarla".
IV. EUCARISTÍA Y COMUNIÓN
ECLESIAL
“La Eucaristía y la comunión eclesial” es
el tema abordado
en el capítulo cuarto, en
el que el Sumo Pontífice
señala que la Iglesia,
al administrar el
Cuerpo y la Sangre para
la salvación del
mundo, se atiene a lo que
Cristo mismo ha establecido.“Fiel
a la doctrina
de los Apóstoles,
unida en la disciplina
sacramental, debe
manifestar incluso de manera
visible la unidad
invisible que la caracteriza”.
Refiriéndose a la
costumbre de algunas comunidades
de realizar Misas
“interreligiosas” en las
que miembros de otras
denominaciones que
no creen en la presencia
real del Señor en
la Eucaristía son
invitados incluso a comulgar,
el Papa recuerda
que “la Eucaristía no puede
ser ‘usada’ como
instrumento de comunión”,
sino que, más bien,
la presupone y la convalida.
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“La Eucaristía crea comunión y educa a la comunión cuando se celebra
en la verdad”, dice al
respecto el Santo
Padre. Por ello, no puede
estar a merced
del arbitrio de los individuos
o de comunidades
particulares.
"La Iglesia, mientras peregrina
aquí
en la tierra, está llamada
a mantener y promover
tanto la comunión con Dios
trinitario como
la comunión entre los fieles.
Para ello,
cuenta con la Palabra y
los Sacramentos,
sobre todo la Eucaristía,
de la cual 'vive
y se desarrolla sin cesar'
y en la cual,
al mismo tiempo, se expresa
a sí misma. No
es casualidad que el término
comunión se
haya convertido en uno
de los nombres específicos
de este sublime Sacramento".
"La celebración de la Eucaristía,
no
obstante, no puede ser
el punto de partida
de la comunión, que la
presupone previamente,
para consolidarla y llevarla
a perfección
(...) sea en la dimensión
invisible que (...)
nos une al Padre y entre
nosotros, sea en
la dimensión visible, que
implica la comunión
en la doctrina de los Apóstoles,
en los Sacramentos
y en el orden jerárquico".
"La comunión invisible, aun siendo por
naturaleza un crecimiento,
supone la vida
de gracia, por medio
de la cual se nos hace
'partícipes de la
naturaleza divina', así
como la práctica
de las virtudes de la fe,
de la esperanza y
de la caridad".
"El Catecismo de
la Iglesia Católica
establece: 'Quien
tiene conciencia de estar
en pecado grave debe
recibir el sacramento
de la Reconciliación
antes de acercarse a
comulgar'. Deseo,
por tanto, reiterar que
está vigente, y lo
estará siempre en la Iglesia,
la norma con la cual
el Concilio de Trento
ha concretado la
severa exhortación del apóstol
Pablo, al afirmar
que, para recibir dignamente
la Eucaristía, 'debe
preceder la confesión
de los pecados, cuando
uno es consciente
de pecado mortal". |
|
Catecismo de
la Iglesia Católica
Libro "básico"
en
todo hogar católico
|
"El juicio sobre el estado de gracia,
obviamente, corresponde
solamente al interesado,
tratándose de una valoración
de conciencia.
No obstante, en los casos
de un comportamiento
externo grave, abierta
y establemente contrario
a la norma moral, la Iglesia,
en su cuidado
pastoral por el buen orden
comunitario y
por respeto al Sacramento,
no puede mostrarse
indiferente. A esta situación
de manifiesta
indisposición moral se
refiere la norma del
Código de Derecho Canónico
que no permite
la admisión a la comunión
eucarística a los
que 'obstinadamente persistan
en un manifiesto
pecado grave'".
"La comunión eclesial,
como antes he
recordado, es también visible.
(...) La Eucaristía,
siendo la suprema manifestación
sacramental
de la comunión en la Iglesia,
exige que se
celebre en un contexto
de integridad de los
vínculos. (...) Requiere
que los lazos de
la comunión en los sacramentos
sean reales,
particularmente en el Bautismo
y en el Orden
sacerdotal. No se puede
dar la comunión a
una persona no bautizada
o que rechace la
verdad íntegra de fe sobre
el Misterio eucarístico".
"Además (...) se debe recordar
que 'el
Sacrificio eucarístico,
aun celebrándose
siempre en una comunidad
particular, no es
nunca celebración de esa
sola comunidad.'
(...) La comunión eclesial
de la asamblea
eucarística es comunión
con el propio Obispo
y con el Romano Pontífice".
"La Eucaristía crea comunión
y educa
a la comunión".
"Esta peculiar eficacia
para promover
la comunión, propia de
la Eucaristía, es
uno de los motivos de la
importancia de la
Misa dominical. (...) En
la Carta apostólica
sobre la santificación
del domingo, 'Dies
Domini', se recuerda, además,
que participar
en la Misa es una obligación
para los fieles,
a menos que no tengan un
impedimento grave,
lo que impone a los Pastores
el correspondiente
deber de ofrecer a todos
la posibilidad efectiva
de cumplir este precepto".
"Al considerar la Eucaristía
como Sacramento
de la comunión eclesial,
hay un argumento
que, por su importancia,
no puede omitirse:
me refiero a su relación
con el compromiso
ecuménico".
"Precisamente porque la
unidad de la
Iglesia, que la Eucaristía
realiza mediante
el sacrificio y la comunión
en el cuerpo
y la sangre del Señor,
exige inderogablemente
la completa comunión en
los vínculos de la
profesión de fe, de los
sacramentos y del
gobierno eclesiástico,
no es posible concelebrar
la misma liturgia eucarística
hasta que no
se restablezca la integridad
de dichos vínculos.
Una concelebración sin
estas condiciones
no sería un medio válido,
y podría revelarse
más bien un obstáculo a
la consecución de
la plena comunión, encubriendo
el sentido
de la distancia que queda
hasta llegar a
la meta e introduciendo
o respaldando ambigüedades
sobre una u otra verdad
de fe. El camino
hacia la plena unidad no
puede hacerse si
no es en la verdad. En
este punto, la prohibición
contenida en la ley de
la Iglesia no deja
espacio a incertidumbres,
en obediencia a
la norma moral proclamada
por el Concilio
Vaticano II".
"Si en ningún caso es legítima
la concelebración
si falta la plena comunión,
no ocurre lo
mismo con respecto a la
administración de
la Eucaristía, en circunstancias
especiales,
a personas pertenecientes
a Iglesias o a
Comunidades eclesiales
que no están en plena
comunión con la Iglesia
católica. En efecto,
en este caso el objetivo
es satisfacer una
grave necesidad espiritual
para la salvación
eterna de los fieles, singularmente
considerados,
pero no realizar una intercomunión,
que no
es posible mientras no
se hayan restablecido
del todo los vínculos visibles
de la comunión
eclesial".
V. DECORO DE LA CELEBRACIÓN
EUCARÍSTICA
El quinto capítulo está dedicado al “decoro
de la celebración
eucarística” y en éste
el Santo Padre señala
que “la celebración
de la Misa comprende
aspectos exteriores
cuyo cometido es
subrayar la alegría que
embarga todos los
que se reúnen en torno
al don inconmensurable
de la Eucaristía”.
Por ello, señala que
la arquitectura, la
escultura, la pintura,
la música, la literatura
y, en general, el
arte en todas sus manifestaciones,
“dan testimonio de
cómo la Iglesia a lo largo
de los siglos no
ha tenido reparos en ‘derrochar’
para mostrar así
el amor que la une con su
divino Esposo”. También
en las celebraciones de hoy se ha
de recuperar el gusto
por la belleza, indica
al respecto Juan
Pablo II. |
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"El banquete eucarístico es verdaderamente un banquete 'sagrado',
en el que la sencillez
de los signos contiene
el abismo de la santidad
de Dios: 'O Sacrum
convivium, in quo Christus
sumitur!'".
"En el contexto de este
elevado sentido
del misterio, se entiende
cómo la fe de la
Iglesia en el Misterio
eucarístico se haya
expresado en la historia
no sólo mediante
la exigencia de una actitud
interior de devoción,
sino también a través de
una serie de expresiones
externas, orientadas a
evocar y subrayar
la magnitud del acontecimiento
que se celebra.
De aquí nace el proceso
que ha llevado progresivamente
a establecer una especial
reglamentación
de la liturgia eucarística,
en el respeto
de las diversas tradiciones
eclesiales legítimamente
constituidas".
"Las formas de los altares
y tabernáculos
se han desarrollado dentro
de los espacios
de las sedes litúrgicas
siguiendo en cada
caso, no sólo motivos de
inspiración estética,
sino también las exigencias
de una apropiada
comprensión del Misterio.
(...) Y, ¿acaso
no se observa una enorme
cantidad de producciones
artísticas, desde el fruto
de una buena artesanía
hasta verdaderas obras
de arte, en el sector
de los objetos y ornamentos
utilizados para
la celebración eucarística?
(...) En esta
perspectiva de un arte
orientado a expresar
en todos sus elementos
el sentido de la Eucaristía
según la enseñanza de la
Iglesia, es preciso
prestar suma atención a
las normas que regulan
la construcción y decoración
de los edificios
sagrados".
"En mis numerosos
viajes pastorales
he tenido oportunidad
de observar en todas
las partes del mundo
cuánta vitalidad
puede
despertar la celebración
eucarística en contacto
con las formas, los
estilos y las sensibilidades
de las diversas culturas.
(...) No obstante,
es necesario que
este importante trabajo
de adaptación se
lleve a cabo siendo
conscientes
siempre del inefable
Misterio, con el
cual
cada generación está
llamada confrontarse.
El 'tesoro' es demasiado
grande y precioso
como para arriesgarse
a que se empobrezca
o hipoteque por experimentos
o prácticas
llevadas a cabo sin
una atenta comprobación
por parte de las
autoridades eclesiásticas
competentes. Además,
la centralidad del
Misterio
eucarístico es de
una magnitud tal
que requiere
una verificación
realizada en estrecha
relación
con la Santa Sede". |
|
Libros escritos por
el cardenal Ratzinger
(Papa Benedicto XVI)
|
"Por desgracia, es de lamentar que,
sobre todo a partir de
los años de la reforma
litúrgica postconciliar,
por un malentendido
sentido de creatividad
y de adaptación, no
hayan faltado abusos, que
para muchos han
sido causa de malestar.
Una cierta reacción
al 'formalismo' ha llevado
a algunos, especialmente
en ciertas regiones, a
considerar como no
obligatorias las 'formas'
adoptadas por la
gran tradición litúrgica
de la Iglesia y
su Magisterio, y a introducir
innovaciones
no autorizadas y con frecuencia
del todo
inconvenientes".
"Por tanto, siento el deber
de hacer
una acuciante llamada de
atención para que
se observen con gran fidelidad
las normas
litúrgicas en la celebración
eucarística.
Son una expresión concreta
de la auténtica
eclesialidad de la Eucaristía;
éste es su
sentido más profundo. La
liturgia nunca es
propiedad privada de alguien,
ni del celebrante
ni de la comunidad en que
se celebran los
Misterios".
"También en nuestros tiempos,
la obediencia
a las normas litúrgicas
debería ser redescubierta
y valorada como reflejo
y testimonio de la
Iglesia una y universal,
que se hace presente
en cada celebración de
la Eucaristía. (...)
Precisamente para reforzar
este sentido profundo
de las normas litúrgicas,
he solicitado a
los Dicasterios competentes
de la Curia Romana
que preparen un documento
más específico,
incluso con rasgos de carácter
jurídico,
sobre este tema de gran
importancia. A nadie
le está permitido infravalorar
el Misterio
confiado a nuestras manos:
éste es demasiado
grande para que alguien
pueda permitirse
tratarlo a su arbitrio
personal, lo que no
respetaría ni su carácter
sagrado ni su dimensión
universal".
VI. EN LA ESCUELA DE MARÍA,
MUJER "EUCARÍSTICA"
“En la escuela de María, mujer ‘eucarística’”,
es el título del
último capítulo, centrado
en la analogía entre
la Madre de Dios, que
gestó el cuerpo de
Jesús y se convierte en
el primer tabernáculo,
y la Iglesia, “que
en su seno custodia
y da al mundo la carne
y la sangre de Cristo”.
La Eucaristía, dice
el Pontífice, “se
da a los creyentes para
que su vida sea un
perenne Magnificat a la
Santísima Trinidad”. |
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"Si queremos descubrir en toda su riqueza la relación íntima que
une Iglesia y Eucaristía,
no podemos olvidar
a María, Madre y modelo
de la Iglesia. (...)
En cierto sentido, María
ha practicado su
fe eucarística antes incluso
de que ésta
fuera instituida, por el
hecho mismo de haber
ofrecido su seno virginal
para la encarnación
del Verbo de Dios. (...)
María, con toda
su vida junto a Cristo
y no solamente en
el Calvario, hizo suya
la dimensión sacrificial
de la Eucaristía".
"En la Eucaristía, la Iglesia
se une
plenamente a Cristo y a
su sacrificio, haciendo
suyo el espíritu de María.
Es una verdad
que se puede profundizar
releyendo el Magnificat
en perspectiva eucarística.
La Eucaristía,
en efecto, como el canto
de María, es ante
todo alabanza y acción
de gracias".
CONCLUSIÓN
Finalmente, en la conclusión: el Papa señala
que quien desea seguir
el camino de la santidad
no necesita nuevos
‘programas’. El programa
ya existe: es Cristo
mismo, a quien “se debe
conocer, amar, imitar
y anunciar”. La “puesta
en práctica de este
programa pasa a través
de la Eucaristía”,
dice el Pontífice, al
señalar que esto
“lo atestiguan los Santos”,
que “en cada instante
de su vida han saciado
su sed en la fuente
inagotable de este Misterio,
obteniendo de él
fuerza espiritual para realizar
plenamente su vocación
bautismal”. |
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"Desde hace más de medio siglo, cada día, a partir de aquel 2 de noviembre
de 1946 en que celebré
mi primera Misa en
la cripta de San Leonardo
de la catedral
del Wawel en Cracovia,
mis ojos se han fijado
en la hostia y el cáliz
en los que, en cierto
modo, el tiempo y el espacio
se han 'concentrado'
y se ha representado de
manera viviente el
drama del Gólgota, desvelando
su misteriosa
'contemporaneidad'".
"El Misterio eucarístico
-sacrificio,
presencia, banquete- no
consiente reducciones
ni instrumentalizaciones;
debe ser vivido
en su integridad, sea durante
la celebración,
sea en el íntimo coloquio
con Jesús apenas
recibido en la comunión,
sea durante la adoración
eucarística fuera de la
Misa. (...) La vía
que la Iglesia recorre
en estos primeros
años del tercer milenio
es también la de
un renovado compromiso
ecuménico".
"El tesoro eucarístico
que el Señor
ha puesto a nuestra disposición
nos alienta
hacia la meta de compartirlo
plenamente con
todos los hermanos con
quienes nos une el
mismo Bautismo. Sin embargo,
para no desperdiciar
dicho tesoro se han de
respetar las exigencias
que se derivan de ser Sacramento
de comunión
en la fe y en la sucesión
apostólica".
"En el humilde signo del
pan y el vino,
transformados en su cuerpo
y en su sangre,
Cristo camina con nosotros
como nuestra fuerza
y nuestro viático y nos
convierte en testigos
de esperanza para todos".
FUENTES: Santa Sede, Vaticano;
AciPrensa.com.
* Lea la encíclica completa publicada por la Santa Sede.
** Encíclica Dios es amor: la primera encíclica de Benedicto XVI
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